Un estudio de genética antigua sin precedentes acaba de aclarar uno de los mayores enigmas de la historia de occidente: la identidad de la civilización fenicia, la primera que se expandió por el Mediterráneo hace más de 3.000 años y llegó hasta el Atlántico.La historia de este pueblo de navegantes mercaderes la escribieron casi por completo sus enemigos, los griegos y los romanos, que acuñaron los nombres fenicio y púnico, respectivamente, y les pintaron de traidores, asesinos y timadores. Fueron los romanos los que, después de tres guerras contra los generales cartagineses —entre ellos el mítico Aníbal que cruzó los Alpes con elefantes para asediar Roma— consiguieron destruir la gran metrópoli fenicia, Cartago, en el actual Túnez, en el 146 antes de nuestra era. Aunque los fenicios inventaron uno de los primeros alfabetos, apenas quedan textos suyos, pues escribían en papiros que no se han conservado. Aún hoy, no están claras las conexiones entre fenicios, cartagineses, y su cultura y civilización, la púnica.Ahora, el estudio de ADN extraído de 210 cadáveres de hace unos 2.500 años hallados en 12 cementerios púnicos en Cádiz, Málaga, Almería, Ibiza, Cerdeña o Túnez, ha permitido aclarar que los habitantes de estas colonias no tenían ningún parentesco con los fenicios originales de Oriente Próximo, aunque sí conservaban su lengua, cultura, religión y modo de vida basado en la agricultura y el comercio. Es posiblemente el primer ejemplo de globalización cultural, apuntan los autores del estudio, que se publica este miércoles en Nature, referente de la mejor ciencia mundial.Los resultados del trabajo muestran que los púnicos de las colonias del mediterráneo occidental y central no conservaban ningún parentesco genético con los de las ciudades-estado originales de Oriente Próximo, como Tiro y Sidón, en Líbano. La mayoría de ellos eran descendientes de cruces entre poblaciones locales con gente del norte de África, y también de Sicilia y Grecia. Estos datos apoyan que la cultura fenicia no se expandió a través de una migración masiva, sino por transmisión cultural y asimilación.“El mundo cartaginés es la primera globalización conocida, que alcanza dos continentes, Europa y África”, resume el genetista Carles Lalueza-Fox, uno de los autores principales del estudio. En todos los yacimientos púnicos analizados, incluidos los españoles, se ve una desconexión genética casi total con los orígenes de Oriente Próximo, aunque se sigue manteniendo la cultura y modo de vida, que fue abrazada por las poblaciones locales en un primer ensayo de cosmopolitismo. El genetista destaca el ejemplo de Baria (en Villaricos, Almería), donde el ADN de varios cadáveres muestra que se trataba de una colonia de griegos con un alto nivel de endogamia. “Es una comunidad griega que vive en una ciudad púnica”, resalta. En una de las tumbas se encontró un huevo de avestruz decorado, lo que evidencia la conexión norteafricana de los púnicos de la península Ibérica.Huevo de avestruz decorado hallado en una tumba de la necrópolis púnica de Villaricos, en Almería.MANDavid Reich, genetista de la Universidad de Harvard (Estados Unidos) y coautor principal del estudio, incide en la enorme variedad de orígenes que caracteriza cada una de las colonias analizadas. “En cada yacimiento vemos gente con una enorme variedad de orígenes”, explica en una nota de prensa. “Una buena parte de la herencia genética es similar a la de los habitantes actuales de Sicilia y el Egeo, y también a los del norte de África”. A pesar de las particularidades de cada asentamiento, el estudio desvela lazos de parentesco entre los habitantes de algunas de estas colonias, como dos primos segundos que vivían a orillas del Mediterráneo, uno en Cartago y otro en Sicilia, a más de 200 kilómetros.El nuevo estudio multiplica por 10 los datos genéticos disponibles del mundo púnico. Setenta investigadores de seis países firman el trabajo, que ha llevado cinco años. El Mediterráneo no es una buena región para que se conserve el material genético de hace miles de años. Además, algunos de los restos mortales analizados han pasado un siglo en los archivos de museos como el Arqueológico Nacional, en Madrid. Y aun así, ha sido posible recabar todos estos datos, que permiten “dar voz” a una civilización de la que no quedaban testimonios directos.Patxi Pérez-Ramallo, investigador del grupo de bioarqueología de la Universidad Libre de Bruselas, que no ha participado en el trabajo, destaca su importancia. “La muestra utilizada es sorprendente, y los resultados, impactantes”, opina. “A diferencia con el posterior Imperio Romano, no tenemos la expansión fenicia tan bien documentada. Y este estudio contradice hipótesis arqueológicas e históricas anteriores que sugieren migraciones masivas. Lo que dice es que hubo principalmente una migración cultural. Roma acababa teniendo, aunque se mezclaban con las poblaciones locales, un claro flujo desde la península Itálica. Ahora vemos que en el caso de los fenicios el flujo no procede de Oriente Próximo, sino de poblaciones del Mediterráneo central y occidental. Incluso en los tiempos en que dominaba Cartago, el componente norteafricano, aunque significativo, nunca es dominante. Esto sugiere que la expansión cultural fue, quizás, a través del comercio, asimilando lo que sería o se entiende como fenicio, por imitación”, destaca. El trabajo “ahora abre muchas cuestiones para arqueólogos e historiadores”. “Desde saber qué significaba realmente ser fenicio o púnico, a cómo definían entonces estas culturas su identidad, y cómo funcionaban realmente las colonias iniciales de los fenicios”, añade.

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