Madrid, finales de abril. Presentación de El eternauta, una apuesta internacional de Netflix. En un área exclusiva de un exclusivo hotelazo, una corte de asistentes entretiene a los periodistas con el nerviosismo típico de las grandes ocasiones. Al protagonista lo están peinando, literalmente, para las fotos en una sala aparte. Sale, viene directo, saluda cordialísimo y, una, por hacer la gracia y romper el hielo, se presenta con su nombre y su medio añadiendo la mítica coletilla de José Luis López Vázquez en Atraco a las 3: “Una admiradora, una esclava, una amiga, una sierva”. Darín sonríe a toda dentadura y añade: “Ay, don José Luis, ¿cómo olvidarlo? ¿Sabés que le conocí una vez trabajando? Yo era muy jovencito, estábamos sentados, rodilla con rodilla, esperando a entrar en escena, yo ni me atrevía a hablar, y va él y me dice: “A los actores no deberían pagarnos por esperar, deberían in-dem-ni-zar-nos”, canta, clavando el característico tono y silabeo del actor. El hielo, si lo había, se funde a chorro. Esta es una entrevista que sale publicada corta, pero necesito media hora, porque igual me suelta la perla en el minuto 28. Lo sé, lo sé. Ningún problema. He visto algún documental de buscadores de perlas y nunca se sabe dónde está la más pura, o siquiera si hay perla dentro de la ostra. ¿Cómo encara un veterano como usted la enésima entrevista de promoción? Bueno, son parte del acuerdo. Uno encara la promoción con talante distinto según lo contento que esté íntimamente con el resultado. Obviamente, este no es el caso, pero a veces ha tenido uno que remar en el lodo. Bueno, nosotros los argentinos decimos remar en dulce de leche, que todavía es más trabajoso, por muy rico que sepa. En ‘El eternauta’ encarna a un héroe ciudadano en una situación tan distópica como la pandemia de la covid. ¿Las catástrofes propician las hazañas? Bueno, en la pandemia nos dimos cuenta de que no tiene sentido intentar salvarse uno solo, porque dependíamos todos de todos. Hasta de que el vecino nos consiguiera unas naranjas. Entonces vimos a héroes anónimos reaccionar con sensibilidad y solidaridad. Sentí una gran esperanza de que aquel estado de ánimo colectivo durara, pero después lo olvidamos con mucha facilidad. ¿La pandemia le afectó directamente? Y, sí. Mi mujer estuvo muy afectada. Tuvimos una noche de terror en la que pensamos que íbamos a acabar muy mal. Los dos teníamos la covid, pero a ella le pegó la famosa neumonía bilateral, estaba con un respirador casero y, una noche, a las 3 de la mañana, yo estaba en contacto con dos médicos de nuestra confianza al teléfono. Uno me decía que teníamos que internarla ya, y el otro, que duplicara la medicación y hablábamos cada 15 minutos. A las 6 de la mañana, respondió a la medicación, le bajó la temperatura y empezó a ir mejor. ¿No pensó en llevarla del tirón al hospital? Los dos teníamos la covid, yo también estaba tocado. Si hubiéramos ido, nos hubieran ingresado a los dos del tirón, o a ella sí y a mí no, y nos hubieran separado. Aguanté, y tuvimos suerte. Su personaje, Juan Salvo, es un hombre corriente, héroe a su pesar. ¿Qué hay que tener para serlo? Bueno, no sé si héroe. Lo que sí está es habilitado a reaccionar frente a la hostilidad. No le tiembla el pulso en momentos limítrofes, cuando hay que tomar decisiones. Eso es lo más difícil de la vida: tomar decisiones. Él ha visto cara a cara a la muerte, está curtido y no se queda petrificado, que es lo que nos suele ocurrir ante el peligro. Lo malo es que eso no lo sabe uno hasta que le pasa, salvo los profesionales, eso sale en el momento exacto en el que uno se enfrenta al abismo. ¿Y usted tiene eso que hay que tener? Me pasé toda mi vida diciendo que no, porque tengo a mi alrededor ejemplos de coraje y valentía que admiro. Soy bastante cerebral y la valentía requiere un punto de no medir consecuencias. Pero últimamente estoy empezando a sentir que a lo mejor soy un poco exagerado conmigo mismo, y que el valiente es el que, teniendo miedo, va para adelante y toma decisiones En ese sentido, sí: he tenido miedo y he tenido arrojo, y otros no tanto. Me atrevo a decir que soy un tipo valiente. Empezó a actuar con 10 años. A los 68 y aclamado globalmente, ¿uno se ve a sí mismo cual vaca sagrada? Y, no. No me considero ni un consagrado ni un infalible ni nada de eso. Uno está en permanente experimentación y midiéndose, también en función del rebote de los demás, de fuera adentro. Hay etapas más reflexivas y otras más de euforia. Pero, no sé si te va a contestar mi respuesta: yo vivo permanentemente bajo sospecha de mí mismo. Ahora tengo por delante un largometraje y no tengo ni la más remota idea de lo que voy a hacer. O sea, sí: tengo una caja de herramientas poblada, pero no sé si las que voy a necesitar las tengo en la caja o las tengo que buscar fuera. ¿Todavía hay un destornillador o una llave maestra que le falta en la utillería? Y tanto, y un pulidor fino. Y el día que sientas que estás a cargo de todo, que te las sabes todas, estas acabado.¿Qué ve en la mirada de los jóvenes actores con los que trabaja? ¿Les impone? Veo respeto. Y compañerismo. Las generaciones jóvenes tienen un nivel de información mucho más profundo del que teníamos nosotros a esas edades. Veo todo tipo de cosas. Gente preparada e interesada en aprender y entrar en contacto con los más experimentados de forma empática, educada y amable, y los hay más arrogantes, blandiendo cierta soberbia. Generalmente, son los menos entrenados, los malos. Pero no me siento habilitado para juzgarlos. Me gustan los que están en la búsqueda, enfocados y dispuestos a correr el riesgo de intentar aprender. ¿Se puede aprender a ser actor? [Silencio largo].Vaya, un argentino sin palabras, como en su anuncio de telefonía en la tele. Quiero ser honesto y conciso. Mi lema es vivir para aprender. Y me gustan los maestros que educan más con el ejemplo que con el discurso. No me creo mucho los discursos. Me gusta la gente que piensa de una forma y obra en consecuencia, alineado con su pensamiento y su sensibilidad. Esos son los que marcan. Me ha pasado con actores y actrices toda la vida: estar participando en su aprendizaje sin que ellos estuvieran a cargo de enseñarme nada, solo viéndolos funcionar. El privilegio de aprender como mirando por el ojo de la cerradura a otro. Ricardo Darín, el 23 de abril en Madrid. Bernardo PérezUsted aprendió de los mayores y ahora es el veterano. ¿De quién aprende ahora? Bueno, son pocas las historias intergeneracionales en las que uno tiene la oportunidad de ver cómo funciona la gente mayor, salvo honrosas excepciones, y esto restringe un poco el arco. Pasa, muchísimo más, con las mujeres mayores. Hay pocas películas que nos hablen de una mujer adulta entrando en la tercera edad. Son reglas de mercado que nos van restringiendo las historias. Casi todas apuntan a la misma línea generacional. Se dividen las aguas y la juventud queda a un lado y la gente adulta a la otra. Héctor Alterio, su paisano, me confesó, a los 91 años, que en el escenario se sentía poderoso. Ya que lo mencionas, Héctor es como un padre para mí en términos artísticos. Yo empecé a trabajar cuando tenía 10 años. En el viejo Canal 7 de Buenos Aires. Hicimos ciclo de teatro universal y teatro argentino. Es uno de los que pude aprender sin que él se diera cuenta. Simplemente mirándolo, palpitando codo con codo. Y hace poco, aquí, en Madrid, compartimos en los Teatros del Canal. No pude verlo, porque nuestras obras coincidían, pero me dijeron que, aunque él arrastra una curvatura en la espalda, en escena está recto, poderoso, de llorar. ¿A usted le pasa lo mismo? ¿El teatro le cura los males? El teatro es poderoso porque es peligroso desde todo punto de vista. Vértigo puro. Sin más tecnología que un par de luces y música. Los actores estamos solos frente a un grupo que no se conoce entre sí y conforma una masa energética que no sabes para dónde va a disparar. Es lo primero que sientes en el escenario: esa energía. Cada día es inédito, genuino, original. Esa energía circula, o no circula, o se corta, o se detiene, o se desvía. En ese momento, te sentís poderoso. ¿Te sientes Dios? No hace falta sentirse Dios, porque para eso primero hay que creer en Dios. Poderoso en el sentido de estar a cargo, de estar en control. Y, sí, te pueden arreglar el día y voltearte el estado de ánimo. ¿No es creyente?No soy nada religioso. Lo de creyente ya es una cosa más exigente. Más de una vez habré mirado al cielo y habré dicho: Dios mío, ayúdame, o le habré pedido algo. Eso es ancestral. Viene de donde te has educado, en qué colegio, en qué familia, en qué barrio, lo que has mamado; y eso te va diseñando más allá de tu voluntad.El papa Bergoglio, compatriota suyo, acaba de morir. ¿Cómo valora su papado? Desde que murió he revisado mis propios pensamientos y revalorizado más su papel en la Iglesia universal porque he visto a los conservadores muy preocupados por algunas de las cosas que hizo Francisco y estoy empezando a considerarlo mucho más. Falta un camino grande, pero él dio un gran puntapié. No se olvidó nunca de los pobres, habló todo el tiempo de la injusticia que suponen las desigualdades. Ha trazado líneas que veremos cómo continúan, pero las ha trazado. Lo ha intentado. ¿Está a gusto en la Argentina de Milei? Yo estoy a gusto en Argentina esté quien esté porque soy argentino hasta la médula y porque amo a mi país profundamente, a la gente buena de mi país. Y hemos atravesado tantas crisis, tantas idas y vueltas, que estamos medio ejercitados, no digo preparados, pero sí ejercitados. Dice que vivir es aprender, ¿qué le queda por aprender?Pues a ser viejo en escena, por ejemplo. He hecho de gente mayor que yo, lo he intentado con diversas suertes. Algunas resultaron satisfactorias, otras, no tanto. Ahí también a veces he remado en dulce de leche. Yo valoro muchísimo la actuación, pero veo los piolines, veo los hilos de la marioneta, cuando se ve el truco, no me termina de atravesar, yo aspiro a eso. O sea, que ve su propia tramoya y la de sus colegas. Claro, ¿cuándo no? Puede ser deformación profesional. Pero también sé ver lo sublime. Yo puedo ir a ver a un tipo recontra encumbrado y tal. Los primeros 15 segundos estoy viendo al fulano, pero al segundo 16 ya está a cargo del rol del personaje, y ya estoy arriba con él, arriba de la cinta transportadora. Ese es el misterio.Su única hermana falleció en enero. ¿Cómo lleva el duelo? Yo voy a estar toda mi vida en duelo. Era mi hermana pequeña, no tan pequeña, murió con 62, pero menor que yo. Mi hermanita. Con la que me crie. Mi testigo [se emociona]. No hay siquiera una palabra para la orfandad de hermano. Uno, de alguna forma, a partir de ciertas edades, puede estar preparado para la muerte de sus padres, viendo que es inexorable. Pero nunca estás preparado para la desaparición de un hermano menor. Como no se está nunca preparado para la pérdida de un hijo. No hay palabras. Tampoco las busco. No me funciona eso. Lo que sí sé es que voy a estar en duelo toda mi vida por mi hermanita. Me voy tratando de agarrar de una liana a otra para convivir con este dolor, con esa ausencia. ¿Ahí no envidia la fe de los creyentes? Por supuesto. Ojalá depositar todo mi duelo en que ahora está en manos de Dios y es un ángel que ha ascendido al cielo. Lamentablemente, eso a mí no me ocurre. Entonces, envidio a los creyentes porque ellos tienen la posibilidad de confiar en que la muerte de quien quieres es una decisión del Señor. Y si yo fuera creyente, ahora estaría tan, pero tan enojado con Dios que casi es una suerte para ellos que no lo sea. Y ahí te estoy dando la perla que buscabas.Muchas gracias.Te lo vi en la cara, te lo vi en los ojos. En los ojos del de enfrente está todo, si sabes verlo.

Ricardo Darín: “Viviré el resto de mi vida en duelo por mi hermanita” | Cultura
Shares: