Jaume Plensa lleva más de tres décadas fabricando silencio en una época ruidosa. Sus esculturas, repartidas por el mundo entero, a veces se llevan un dedo a la boca para invocarlo. Este domingo el sentido de su obra encontró un reflejo en el mutis expectante de los académicos de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando que se reunieron en la sede madrileña de la institución para escuchar el discurso del escultor catalán y recibirlo como nuevo miembro de número en la sección de Escultura. Y Plensa solo rompió el silencio para defenderlo como un lenguaje común y como método para la unión de culturas. “Un ir y venir desde mi intimidad hasta lo público y comunitario ha sido, sin duda, la tónica constante de mi labor como artista. La transformación del yo en el nosotros“, afirmó el escultor al asumir la medalla número 37 de la institución.Más informaciónPlensa cruzó ceremoniosamente, con gesto serio, pulcro esmoquin y sus características gafas negras, el salón de actos del palacio de Goyeneche de Madrid, sede de la Academia, mientras el órgano —recientemente restaurado— que adorna el lugar marcaba el ritmo de sus pasos. Subió al estrado, cambió sus gafas por otras prácticamente iguales para ayudar a su vista y con solemnidad, la misma que resistió durante todo el acto —difícil arrancar alguna risa, aunque hubo momentos proclives para ello en el discurso, a los trajeados académicos— empezó con sus palabras.Jaume Plensa, en un momento del acto del domingo 11 de mayo en el que ingresó en la Real Academia de Bellas Artes, en una imagen cedida por la Academia.La obra de Plensa no se entiende sin la experimentación de materiales diversos. Lo mismo hizo para articular su discurso este domingo, un gran collage creado a partir de textos, poemas, reflexiones, recuerdos personales: “Un autorretrato invisible”, libremente “pulido, doblado, martillado y soldado”. El resultado fue una especie de manifiesto artístico en el que ha colocado al arte en el centro y ha defendido su obra como constructora de puentes entre “personas y comunidades de distinta raza, cultura, origen o religión”. Y aunque el arte no suele necesitar explicaciones, las palabras de los artistas suelen ayudar a vislumbrar sus preocupaciones y entender mejor su obra. Las de Plensa quedaron claras: “Nuestra sociedad convive anónimamente con la pobreza, el hambre, la violencia o el dolor: guerras por doquier, desplazamientos colectivos, destrucción de la naturaleza, desinformación…”. Y aprovechó eso para mandar un mensaje a sus compañeros académicos y demás artistas del mundo: “En el momento actual, el arte es más necesario que nunca y los creadores de hoy debemos comprometernos y arriesgarnos, con todo nuestro corazón, en busca de la sabiduría que nos permita imaginar una nueva percepción de los espacios en común, tanto públicos como académicos, museales, cívicos o políticos, que nos puedan ayudar a cristalizar el intenso deseo de la sociedad de llenar la oscuridad de luz y lo cotidiano de belleza”.Plensa lo ha hecho, o al menos lo ha intentado, durante tres décadas de trabajo. Su obra, la más reconocida, ha habitado y modificado distintos espacios de la geografía entera. Desde Nueva York a Tokio, pasando por Madrid, Seúl o Londres. De Boston a Estambul, con escala en Taipéi o Shanghái. Se trata del artista plástico español vivo, junto con Miquel Barceló, más global y cotizado en el mercado internacional. Sus cabezas gigantes, habitualmente de mujeres —“porque creo que el futuro es femenino”, dijo el creador en su discurso— con los ojos cerrados “van hilvanando una red invisible de lugares que se unen eternamente entre sí”, contó Plensa. Jaume Plensa lee su discurso durante el acto de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en una imagen cedida por la Academia.El nuevo académico encuentra en su escultura “el gran espejo en donde se refleja el rostro de todos los ignorados”. Cada ser humano es un lugar. Cada vez que un ser humano muere, una casa se cierra y se pierde un lugar. Mi obra es su memoria. La fijación congelada de tantos y tantos cuerpos desarrollándose y desapareciendo en la fugacidad de la luz. Mi obra es su volumen”, continuó el catalán.El ejemplo más cercano de lo que dijo pudo verse en el stand de EL PAÍS en la feria ARCO de este año. Ahí presentó ocho cabezas en alabastro de rasgos distintos, en nombre de la diversidad y el mestizaje. Una denuncia más al problema que tanto le preocupa: el drama de los flujos migratorios.El catalán ingresa a la Academia para sustituir a Julio López Hernández, el último grande de la tradición realista en España. Para él, como es habitual en estas ceremonias, Plensa tuvo un recuerdo: “Fue un escultor de gran proyección gracias a la humanidad que impregnó toda su obra y a esa forma única de desarrollar su tan particular realismo, ya fuera desde los espacios públicos hasta su pasión en transformar el mundo de las medallas”.El artista Jaume Plensa, durante la toma de posesión de la medalla 37 como académico numerario electo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.Alberto Ortega (Europa Press)Su ingreso a la institución es un reconocimiento más a su exitosa carrera. Expone con regularidad en algunos de los más prestigiosos museos, centros de arte y galerías de Europa, América y Asia, y ha sido galardonado con destacados premios nacionales e internacionales: Medaille des Chevaliers des Arts et Lettres de Francia (1993), Premio de la Fondation Atelier Calder (1996), Premi Nacional de Cultura d’Arts Plàstiques de la Generalitat de Catalunya (1997), Premio Nacional de Artes Plásticas (2012), Premio Nacional de Arte Gráfico (2013) o Premio Velázquez de Artes Plásticas (2013). La respuesta al discurso del escultor estuvo a cargo del historiador Víctor Nieto que, junto a Juan Bordes y Simón Marchán, propuso en 2022 a Plensa para ocupar el puesto vacante. Nieto repasó la obra del catalán y destacó, sobre todo, “su innovadora calidad artística, su ilimitada capacidad creativa y su versatilidad plástica”. “Las esculturas de Jaume Plensa se ofrecen como una terapia y una esperanza frente a uno de los males que afectan al ser humano de nuestro tiempo: la soledad rodeada de una multitud”, siguió el historiador. Antes, Plensa terminó con unas palabras que bien definen su trabajo y sintetizan su visión artística: “Cada mañana, cuando abro la puerta del estudio, un terremoto sacude mi corazón. Un terremoto que esparce los anhelos y los sueños por todas partes levantando nubes de viento que mezclan mi polvo con el polvo de los demás, mi vida con la vida de los otros. Palabras, colores, religiones, ideologías… Rostros, espacios, luces, geografías, silencios…“. El sonido del órgano en el palacio cerró lo que empezó con igual pragmatismo. Los abrazos y saludos retrasaron la llegada del nuevo miembro de la Academia, medalla al cuello, al brindis en su nombre. Por suerte para él, había vino de sobra.

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