“La gran pregunta es cuándo se jodió el Perú, ¿no? Cúando se torció el mundo entero”, bromea la escritora (y periodista de EL PAÍS) Berna González Harbour, té en mano. “Pues creo que fue en 2016. Ese mismo año ganaría Trump, pero todo comenzó con el Brexit. Entonces el mundo se partió en dos: entre una mitad progresista, transformadora, y una mitad que añora lo antiguo, que se resiste a morir”. González Harbour (Madrid, 59 años) acaba de recibir las primeras copias impresas de Qué fue de los Lighthouse (Destino), su última novela, en la que ha querido radiografiar el mundo occidental, fragmentado e inmerso en la batalla del relato.El libro va del mundo, pero todo tiene que ver con la familia que da título al libro. La novela comienza en 2016 con un funeral, el de Everett Lighthose, veterinario londinense y leal servidor de Su Majestad, que llevó las vacunas de animales a Tanzania cuando el país aún se llamaba Tanganica y era una colonia británica. En ese funeral, dos de los hijos de Everett, Arthur (científico) y Ben (famoso actor), pronuncian dos discursos sobre su padre en el que parece que hablan de dos personas distintas. La historia detrás del libro, por el contrario, nace en el año 2000, durante el entierro del abuelo de González Harbour, Harold Ernest (antiguo veterinario británico que llevó las vacunas de animales a Tanzania), en el que dos de sus hijos (un científico y un actor) pronuncian dos discursos en los que parece que están hablando de dos personas diferentes. Un momento. ¿Hasta qué punto es real la historia de la novela? “Digamos que los cimientos de la casa son reales, el germen es mi propia familia. Todo lo demás, las cortinas, los muebles, la pintura… es ficción”, cuenta González Harbour. La metáfora de la casa no es casual. La casa Lighthouse es el escenario central de la novela, una “casa en apariencia perfecta, con una fachada impecable, pero que dentro esconde secretos inconfesables”, cuenta la periodista. Para ella esa casa es reflejo también de la sociedad británica, cimentada sobre un imperio en el que caben niños africanos explotados en minas o reclutados como guerreros, “alienaciones” territoriales (vale decir, expropiaciones) o la Operación Legacy, un movimiento británico para destruir u ocultar archivos en los que Reino Unido estuviera implicado y pudieran “avergonzar al Gobierno de Su Majestad”. De todas esas sombras de Gran Bretaña, y por extensión de occidente, trata una novela deudora de la mitad inglesa de la escritora: “Bromeo con mi editora con que hasta ahora había escrito novelas González. Esta es mi novela Harbour”, ríe. Alejada del género policial —ganó el Dashiel Hammett de novela negra por El sueño de la razón, la cuarta aventura de su comisaria María Ruiz—, lo que la autora ha querido hacer con sus Lighthouse es más totalizador: hablar del mundo de hoy, de las guerras culturales y políticas, del Me Too, del Black Lives Matter, del proceso revisionista con la descolonización, del Brexit y los populismos. Esos dos hermanos de la novela, Arthur y Ben, “representan estos dos mundos en colisión”, señala la escritora, que conoce bien esa fractura. “¿Que si el Brexit tuvo impacto en mi familia británica? Sí, la dividió por completo. Igual que en EE UU con Trump, que Cataluña en 2017… todo se rompió entonces y creo que desde entonces el mundo no se ha recuperado”, reflexiona. La escritora, la pasada semana en Madrid.Álvaro GarcíaLa panoplia de personajes que se despliegan en la novela es notable: Jane y Joyce, las gemelas también hijas de Everett; Martha, la sufrida mujer del mujeriego actor; Ann Elisabeth, compañera de universidad de la hija de Arthur, ensayista y el personaje a través del cual se vertebran las investigaciones que hacen aflorar los secretos del imperio… De todos ellos, ¿Cuál es su favorito? González Harbour se lo piensa. “Podría ser el propio Everett, que pertenece a esa generación de posguerra que no tenía dudas, sino certezas y el mundo a sus pies… Podría ser Arthur, el primogénito, racional aunque con defectos… Pero no, me quedo con Asha”. Asha, la asistente africana que escapa de África y viaja a Londres con la familia, la mujer mayor que ahora vive con su hija y con su nieta —Amina y Adela—, críticas con el pasado colonial y orgullosas de su raíz africana.— Es curioso que diga eso, porque Asha, en su vejez, es uno de los personajes que más reivindica las cosas buenas de la etapa colonial, en contraposición con la vida que llevaba en su aldea natal.— Bueno, es la complejidad de la historia. Ella sabe que los ingleses la educaron y la sacaron de África. Con ella fueron buenos, pero eso no quiere decir que no se cometieran atrocidades. Asha es el personaje que lo detona todo. Además de la secuencia de apertura con el funeral de Everett, en la que al modo de El Padrino se nos presenta a los personajes, otro de los hallazgos narrativos del libro es la aparentemente confusa herencia del patriarca: al hijo ateo le cede una talla de la Virgen, al que defiende al imperio unas máscaras hechas con dientes humanos… y los diarios más personales los se los cede a ella, a Asha, que será quien tenga acceso a los secretos de la familia y del reino. “Es un poco la herencia de Europa a la humanidad”, cuenta la autora: “Una herencia errática, de enfrentamientos y secretos”. “Claro que Inglaterra seguirá siendo fruto de admiración”, concluye González Harbour cuando se le pregunta si el revisionismo actual pasará factura a la imagen de las islas británicas. “Pero lo que admiraremos serán sus museos, sus obras de arte… es decir, justo lo que es fruto del colonialismo, de la explotación y de la esclavitud”. Y la autora se pierde en una ensoñación del pasado, en un rescate evocador de esa mitad Harbour que también la conforma: “Cuando era niña y visitaba Inglaterra, yo salía de una España en blanco y negro y llegaba a un país lleno de colores, de chucherías, de teatros… creo que eso ha acabado. Con la decadencia de esta familia, en realidad he querido hablar de la decadencia británica”. Harbour, puerto, es un término náutico, como lighthouse, faro. Una luz en medio de la oscuridad. Una luz que, poco a poco, se va consumiendo.

La periodista y escritora…: Berna González Harbour se embarca en una epopeya familiar que refleja un mundo roto | Cultura
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