Conseguir hablar con Graydon Carter (Toronto, 76 años) es casi tan difícil como acceder a los ricos y poderosos de los que se rodea desde que empezó a trabajar como periodista en los años setenta. El pasado marzo, el exdirector de la edición estadounidense de la revista Vanity Fair publicó sus memorias, When the Going Was Good: An Editor’s Adventures During the Last Golden Age of Magazines, y desde entonces está inmerso en una maratón de entrevistas de promoción. Tras cinco meses, su equipo finalmente encuentra un hueco en su agenda, en pleno agosto, para la entrevista con EL PAÍS: 30 minutos por videollamada. Carter se retrasa 20 minutos, pero tiene una buena excusa. “Perdón, mi mujer me estaba terminando de cortar el pelo”, explica desde su piso en el Greenwich Village de Nueva York, donde tiene como vecina a la actriz Bette Midler. “Eres el primero que me ve con mi nuevo corte”, añade, enseñando su característico pelo blanco.Carter vive en el sur de Francia desde que dejó su cargo en Vanity Fair, en 2017, pero le gusta pasar parte del verano entre su apartamento de Manhattan y su casa de Connecticut. “Cuando todos se van de la ciudad, yo vengo”, señala. Siempre le ha gustado ir a contracorriente. Dejó la universidad antes de graduarse y en 1978 se mudó de Ottawa a Nueva York para trabajar en la revista Time. Escribir en una de las publicaciones más prestigiosas del mundo le supo a poco y a los cinco años saltó a Life, otro templo sagrado del periodismo. Pero tampoco cumplía con sus expectativas y al final terminó fundando su propia revista, Spy, un mensual satírico que cubría la vida de la alta sociedad neoyorquina en la era Reagan. Spy fue un éxito instantáneo, pero Carter lo dejó a los pocos años para resucitar The New York Observer. Otro éxito. Más informaciónDe ahí pasó a dirigir Vanity Fair, una de las dos joyas de la corona del grupo editorial Condé Nast (la otra es Vogue). Durante sus 25 años al mando de la revista, elevó la publicación a árbitro mundial de estilo y tendencias, faro de la cultura pop estadounidense y máquina de exclusivas. La revelación de la identidad de la Garganta Profunda que hizo caer a Richard Nixon, la reaparición -y redención- de Monica Lewinsky tras el escándalo con Bill Clinton, el primer posado de Tom Cruise y Katie Holmes con su hija Suri, la primera entrevista de Jennifer Aniston después de romper con Brad Pitt o la presentación de Caitlyn Jenner como mujer trans son algunas de sus primicias más sonadas. De izquierda a derecha, Steven Tisch, Nancy Reagan y Graydon Carter durante la séptima fiesta anual de ‘Vanity Fair’ con motivo de los Oscar, en el año 2000.Ron Galella (Ron Galella Collection via Getty Images)Durante su reinado en Vanity Fair también convirtió la fiesta de la revista con motivo de los Oscar en el evento más importante de Hollywood. Los ricos y famosos intentaban sobornarlo para ser invitados. “Un príncipe saudí llegó a ofrecernos un cuarto de millón de dólares”, recuerda. En 2017, en vísperas de una reorganización en Condé Nast, decidió dejar su puesto. Su idea de jubilación ha sido crear otro éxito: en 2019 lanzó la newsletter Air Mail, una especie de revista digital semanal sobre tendencias y estilo de vida que cuenta con más de medio millón de suscriptores en más de 200 países. Es una época turbia para la industria editorial, pero Graydon Carter sigue sabiendo cómo atraer lectores. Pregunta. Su libro es un tributo a la edad dorada de la prensa escrita. ¿Quién tiene la culpa de la muerte de las revistas? ¿Internet, las redes sociales o los medios de comunicación tradicionales?Respuesta. Un poco todos. Ha sido una combinación de factores, un curso natural de las cosas. En 2007 internet empezó a opacar a la prensa de papel. Luego vino la crisis financiera de 2008 y cuando eso ocurrió muchas grandes compañías retiraron su publicidad de los medios. Eso hizo mucho daño a las revistas. Aquí en Nueva York había un kiosco de prensa en cada manzana. A veces incluso había dos. Empezaron a desaparecer de forma gradual y ahora ya no existen. Puedes caminar durante millas y no vas a encontrar un solo puesto de revistas. P. ¿Las revistas pueden sobrevivir?R. Seguirán viviendo, pero no como las conocemos. Ya no serán como Time o Life. Serán publicaciones grandes y bien producidas, cabeceras caras, más parecidas a libros que a revistas. En la Avenida 8 de Nueva York hay un gran puesto de revistas con títulos de todo el mundo. La mayoría son como libros, con muchas fotografías, y parece ser que funcionan muy bien entre la gente joven. Creo que el negocio de las revistas goza de más salud en Europa que en América. En el Reino Unido y Francia todavía veo muchas. Así que no veo el fin de una era. P. Usted fue uno de los primeros periodistas en fijarse en Donald Trump, cuando solo era un magnate inmobiliario. En los años ochenta hizo un perfil hilarante sobre él en la revista GQ, lo tituló La elevada ambición de Donald Trump. Podría decirse que es su enemigo más antiguo. Ahora él es presidente de Estados Unidos y usted ya no dirige Vanity Fair. ¿Qué va mal en el mundo?R. En 1984 pasé tres semanas con Trump para escribir esa historia. Tenemos una relación de idas y vueltas desde hace más de 40 años. Si entonces alguien me hubiera dicho que iba a ser presidente, habría pensado: “Esta persona está loca”. Lo que ha hecho Trump es mucho peor, más inhumano y más corrupto de lo que jamás habría imaginado. Creo que nadie podía prever la presidencia que ha creado. P. Quizá usted es la relación más larga que ha tenido Trump.R. [risas] Sí. Aunque me alegra saber que ahora hay otra gente en su punto de mira. Cuando estaba en Twitter, Trump solía escribir sobre mí de manera regular. Decía que la revista iba mal, que mis restaurantes no funcionaban [Carter es copropietario de The Waverly Inn y Monkey Bar, en Nueva York], que mi fiesta de los Oscar era terrible. Ahora tiene gente que hace eso por él. Ha delegado el trabajo de escribir mal sobre los periodistas.Donald Trump y su mujer, Melania, llegan a la fiesta de los premios Oscar de ‘Vanity Fair’ en 2011.Chris Farina (Corbis via Getty Images)P. En aquella historia de GQ reparó en un detalle curioso: Trump tiene manos pequeñas y dedos cortos. ¿Eso podría explicar su comportamiento?R. [risas]. Debe odiarme para siempre por eso. Si ves las caricaturas de Trump, siempre aparece con un cuerpo gigante y unas manos pequeñas. A él le gusta que todo sea grande. En Nueva York está Manhattan y luego están los suburbios: Queens, Brooklyn, Staten Island y Bronx. Pasar de Queens a Manhattan es un viaje muy difícil. La gente de Manhattan cree que la gente de Queens es un poco ordinaria, grosera y no muy inteligente. Trump venía de Queens y siempre fue muy ostentoso y mandón. La mayoría de neoyorquinos exitosos que conozco no alardean sobre sus logros. Trump hace alarde de todo.P. Ahora quiere construir un salón de baile en la Casa Blanca casi tan grande como la Casa Blanca. R. Un nuevo salón de baile, un nuevo Boeing 747 regalado por los cataríes… Su estilo no es muy diferente al de Sadam Husein o al de Putin. Es el estilo de una dictadura chic.P. Muchas personalidades han dejado de vivir en Estados Unidos tras el ascenso de Trump. Usted, que es canadiense pero también estadounidense, se ha mudado al sur de Francia. ¿Le da vergüenza ser americano?R. Muchos de los que vivimos en Greenwich Village llevamos un broche que dice: “No voté por él”. La mayoría de los estadounidenses con sensibilidad nos damos cuenta de que fuera nos miran de manera extraña. Cuando viajo, puedo decir que soy canadiense. Viajo por Europa con mi pasaporte canadiense. Nos sentimos igual que cuando George W. Bush invadió Irak. Nos estamos acostumbrando a esto, y eso no es bueno. P. ¿A quién le gustaría ver hoy en la portada de una revista?R. Es muy difícil porque ahora todos los famosos tienen redes sociales y están todo el día ahí. Queda muy poco misterio. Ahora mismo la personalidad más interesante y controvertida sería [la actriz] Sydney Sweeney. Si estuviera dirigiendo Vanity Fair, creo que sería un gran personaje de portada. Glen Powell es una auténtica estrella de cine y atrae tanto a republicanos como a demócratas, y a hombres y a mujeres. Veo que en un futuro podría ser un candidato político, al estilo de Reagan. Pero reconozco que hacer tu trabajo cada vez es más duro, 10 veces más difícil que hace 20 años. P. Competir con las redes sociales no es fácil.R. La gente famosa ya no es interesante. La industria de las celebridades atraviesa un periodo de depresión.Graydon Carter en una foto reciente cedida por él.Nikolai Von BismarckP. ¿Por qué ya no le interesan las estrellas de Hollywood como antes?R. Porque ponen todo en las redes. Además, Hollywood vive momentos duros y tiene sus propios problemas: los incendios, las huelgas de guionistas y actores… Tengo una hija que vive allí y tiene una vida maravillosa, pero las oportunidades cada vez son más escasas. No obstante, la gente sigue yendo al cine y viendo televisión, y alguien tiene que crear los contenidos para ese púbico.P. ¿Cuál fue la historia más difícil de conseguir en Vanity Fair?R. El reportaje en el que revelamos la identidad de Garganta Profunda. Fue un misterio durante décadas y trabajamos dos años en esa historia. P. ¿Y quién ha sido la celebridad más difícil de tratar?R. Para mi equipo el famoso más difícil fue Hugh Grant. Sé que interpreta el papel de tío encantador, pero odiaron trabajar con él. P. Usted vetó a Harvey Weinstein de sus fiestas mucho antes de que comenzara el Me Too. ¿Cree que el movimiento cambió algo en Hollywood?R. Sí, y para bien. Él era uno de los peores entre los peores y tuvo lo que se merecía. Muchas cosas buenas salieron de eso. Ahora a las mujeres se las trata distinto en Hollywood. Hay más calidad. Era un negocio dominado por hombres blancos y ahora no es necesariamente así. P. Pero ahora se habla del fin de la era “woke”. ¿Está de acuerdo?R. Los votantes creen que se ha sido demasiado lejos. Lo ideal sería un punto intermedio, donde creo que estamos la mayoría. Quiero creer que la mayoría estamos en el centro.P. Usted nunca quiso ver a una Kardashian en la portada de Vanity Fair. ¿Por qué?R. Para mí, ver a las Kardashian en portada de una revista es el fin de la civilización tal como la conocíamos. Nunca les di una portada, nunca las invité a nuestras fiestas y nunca saqué a ninguna de ellas en las páginas de Vanity Fair. Representan un cierto tipo de fama y riqueza que no funciona para mí. Evidentemente, soy minoría en este asunto.P. Pero sí le dio una portada a Caitlyn Jenner, que había sido el padrastro de las Kardashian. ¿Cómo explica que Jenner sea trumpista?R. Eso fue bastante molesto. Fue una sorpresa que apoyara a Trump. Siempre intenté que los personajes de portada tuvieran valores duraderos y fueran buenos para la cultura. El 70% de las veces acertamos y el 30% nos equivocamos. Pero sigo creyendo que la portada de Caitlyn Jenner fue importante. Era la primera vez que una mujer trans con su fama era portada de una revista del calibre de Vanity Fair. Bruce Jenner era como Pelé, era enorme cuando yo era joven. Y no era una Kardashian.P. Una de sus últimas portadas de Vanity Fair fue Meghan Markle, justo cuando estaba comenzando su romance con el príncipe Enrique. ¿Los duques de Sussex se equivocaron al divorciarse de la familia real?R. Por supuesto que cometieron un error. Intentar vivir por su cuenta con su ritmo de vida es duro, y más en un lugar como Hollywood. No tienen mucho que decir y no son especialmente talentosos en lo que hacen. Sus hijos no tienen familiares, no ven a nadie del lado de la familia de ella ni de la de él. Están aislados. No sé si has estado alguna vez en Montecito, California: es precioso… y solitario. No ves las otras casas y hay muy pocos niños porque para las familias jóvenes es muy caro vivir allí. Es un sitio al que vas cuando eres viejo, rico y estás esperando a morirte. P. Anna Wintour ha anunciado que dejará la dirección de Vogue. ¿Le ha escrito?R. Creo que va a seguir en control total de todo. Quiere delegar la gestión operativa mensual del Vogue americano, pero seguirá siendo la persona más importante en Condé Nast. No puede estar feliz. No se lo he preguntado, pero no hay manera de que pueda estar feliz porque el dinero de la compañía se reduce a un ritmo constante. Y creo que ella es la única persona que está intentando sostener eso. P. ¿Wintour es la última de una generación de editores con tanto poder?R. Sí. No habrá nada igual de nuevo. Si eres diseñador, no quieres a editores de revistas de moda americanas en la primera fila de tus desfiles. Si eres diseñador, quieres influencers. Ese es el nuevo mundo. No es bueno ni malo, es lo que es. Graydon Carter y Anna Wintour durante la fiesta de inauguración de la tienda insignia de Burberry en Nueva York, en 2002.KMazur (WireImage)P. Usted fue el primero en fijarse en Jeffrey Epstein [Vanity Fair publicó un reportaje sobre el magnate en 2003, dos años antes de que comenzara a ser investigado por delitos sexuales]. En el libro explica por qué entonces la revista no abordó la cuestión de los abusos. ¿Se arrepiente de cómo trató el tema?R. Me arrepiento de mil cosas, pero no de eso. En ese momento él era un ciudadano privado. Y los ciudadanos privados tienen más derechos que los personajes públicos. Necesitábamos que esas mujeres hablaran on the record para poder publicar lo que decían sobre esta persona y, por obvias razones, no quisieron hablar. No las culpo. Puedo contar 50 historias como esta, en la que las fuentes no quisieron hablar on the record y tuvimos que omitir sus testimonios. La mayoría de las personas citadas en Vanity Fair hablan on the record. P. Ghislaine Maxwell, la única condenada por el caso Epstein, acaba de ser trasladada a una prisión de mínima seguridad en Estados Unidos. ¿Cómo interpreta ese movimiento?R. [risas] Bueno, creo que va a mantener su boca cerrada sobre Trump y echará la culpa a todos los demás.P. También fue uno de los primeros en interesarse en cómo viven los nuevos billonarios de Silicon Valley. Elon Musk afirmó que Trump aparecía en los papeles de Epstein y luego se retractó. ¿El presidente ha ganado esa batalla?R. No lo creo. De esos hombres de Silicon Valley, Elon era uno de los más agradables. Creo que el dinero y la ketamina han afectado de manera dramática su forma de ser. Pero es joven, aparentemente goza de buena salud y seguirá aquí mucho después de que Trump haya terminado su mandato. Cuando empezamos a informar sobre estos hombres de Silicon Valley, todos pensaban que iban a hacer del mundo un lugar mejor. Ahora no creo que ninguno de ellos piense que esté haciendo del mundo un lugar mejor. Tampoco creo que ninguno de nosotros lo piense. Ahora mismo Silicon Valley es como la Estrella de la Muerte de América. P. Los miembros de esta “tecnocasta” incluso han cambiado físicamente. Mire a Jeff Bezos o Mark Zuckerberg.R. Yo lo llamo “músculos muy caros”. Ahora mismo Jeff Bezos es el hombre de mediana edad más feliz del mundo. Tiene todos esos nuevos músculos y se ha casado con la mujer que cualquier niño de 12 años desearía tener. Tiene el barco más grande del mundo y está divirtiéndose. P. ¿Esta gente es la que nos controla y domina el mundo?R. Si el mundo está dirigido por alguien, tiene que ser por ellos. Es un momento de gran incertidumbre para todos. P. Como canadiense, ¿qué opina sobre el supuesto romance de Katy Perry y Justin Trudeau?R. [risas] No creo que eso sea real. Creo que es una relación fabricada con la intención de ayudar a los dos a pasar página en sus respectivos matrimonios. P. ¿Ha pensado en retirarse o no es una opción?R. No, sí es una opción. Pero dejé el golf, ya no juego al tenis, mis hijos ya son mayores y creo que hacer algo que amas te mantiene sano y apegado a la cultura. Todavía puedo hablar con mis hijos sobre Megan Thee Stallion o lo que sea. Veo los programas de tele que ellos ven, leo los libros que ellos leen y tengo muchos amigos jóvenes que me mantienen informado. El periodismo es algo muy adictivo. Es casi imposible dejarlo.

Graydon Carter, el hombre que mejor conoce Hollywood: “Ver a las Kardashian en portada de una revista es el fin de la civilización” | Gente
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