
Annie Leibovitz (Waterbury, Connecticut, 76 años), tal vez la retratista más influyente de nuestro tiempo, hace escala en España. La fotógrafa revisa en Wonderland su larga relación con la moda desde la Fundación MOP de A Coruña, impulsada por la presidenta de Inditex, Marta Ortega Pérez. La exposición recorre cinco décadas de trabajo, desde sus inicios en un Rolling Stone todavía contracultural hasta sus superproducciones para Vogue, pasando por su obra en blanco y negro, escenas de carretera y fantasías inspiradas en los cuentos de hadas. En el recorrido se entrelazan su alianza con Anna Wintour, la huella intelectual que dejó Susan Sontag, su compañera durante 15 años, y su reciente retrato del rey Felipe y la reina Letizia, concebido “como si fuera un óleo”. Más que un repaso de carrera, Wonderland funciona como el cierre de un ciclo: un ajuste de cuentas con la moda justo en el momento en que Leibovitz anuncia que la quiere dejar atrás. Alta, imponente y calzada con botas de montaña, la fotógrafa respondió a nuestras preguntas este viernes en A Coruña.Pregunta. ¿Da por cerrada su etapa en la fotografía de moda? ¿Debemos leer esta exposición como un réquiem? Respuesta. Sí, he terminado. Cuando Anna Wintour me pidió, hace muchos años, que trabajara para Vogue, dije que sí porque siempre había admirado a los fotógrafos de moda. Me recuerdo de joven, hojeando en el quiosco revistas europeas que no podía permitirme, con fotos de Helmut Newton, Richard Avedon o Irving Penn. Pero es un trabajo que tiene sus propias reglas: puedes tomar la foto como te dé la gana, siempre que se vea la ropa. No digo que no vuelva a hacerlo algún día, pero en los años que me quedan quiero volver al retrato, volver a contar historias. Están pasando muchas cosas, el mundo está en un momento demasiado interesante.P. Dice que su misión ha sido fotografiar su tiempo. Cuando observa toda su obra reunida, ¿qué ve?R. Es una buena pregunta. Siempre me he negado a hacer este ejercicio porque implicaría que llego al final, pero lo cierto es que me hago mayor. Estoy trabajando en mi primera retrospectiva: quiero ser yo quien decida qué es lo importante en mi trabajo, no quiero que alguien lo haga después de mi muerte. Le adelanto que serán cuatro volúmenes. Ahora mismo me abruma la cantidad de material que hay, así que no sé responder a su pregunta. Mi opinión cambia todo el rato, según el ángulo desde el que mire.P. ¿No cree que ha habido dos mitades, sus fotos documentales y sus majestuosas puestas en escena? Una vez dijo que, tras volver de Sarajevo, le costó recordar cuál era el perfil bueno de Barbra Streisand.R. No recordaba esa cita, pero es verdad. Cuando alguien te dice eso del perfil siempre es un poco irritante, aunque debo decir que Barbra tenía un poco de razón. Sí, ha habido dos mitades. Regresar a ciertas fotos, como las de mi juventud o las de Sarajevo, me obliga a ser más honesta, a justificar cada imagen que hago. Una visitante, este viernes en la exposición ‘Wonderland’ de Annie Leibovitz, en la Fundación MOP (A Coruña).Gus de la PazP. ¿Hasta qué punto le influyó Susan Sontag en su manera de mirar? Ha dicho que ella entendía cosas que usted no entendía.R. Ojalá la tuviera a mi lado. Me hizo más seria, ella tenía un sistema de valores muy sólido. En realidad, hablábamos poco de fotografía, pese a que fuera una de sus especialidades. A veces me decía: “Por favor, deja de retratar a la gente en la cama”. Y tenía razón: en mi obra ha habido demasiadas camas. Al final de su vida, ya enferma, la fotografié mucho. Ese material está en A Photographer’s Life, que es mi libro favorito, mi versión fotográfica de El año del pensamiento mágico, de Joan Didion. Mi forma de vivir el duelo. P. Fue un libro polémico. La acusaron de publicar fotos que Sontag no habría aprobado. R. Me dio igual. No pensaba en los demás, lo hice por mí. Mis hijos acababan de nacer y mi padre había muerto. Era un momento de pérdida y de renacimiento. Fue una necesidad personal.P. Sontag decía que el fotógrafo puede ser un vampiro, que puede haber en su trabajo una manipulación. ¿Tenía razón?R. Entiendo lo que quería decir. Hablar de manipulación es un poco fuerte, aunque hay que ser consciente del poder que tiene la imagen.P. Más que manipulación, ¿lo llamaría seducción? ¿Hay que saber seducir a cada modelo?R. ¿Usted me ha visto? ¿Le parezco alguien capaz de eso? [ríe]. Pero sí, alguien como Rihanna, por ejemplo, no es que intente hacer nada en concreto, pero su mera presencia te arrastra a su mundo. Puede que sea una forma de seducción, está claro.“Al principio, la droga me pareció un experimento, pero terminó apoderándose de mí. Cuando me di cuenta, busqué ayuda por todos los medios”P. Se fue a Bosnia en los noventa, en lo que fue un punto de inflexión en su carrera. ¿Volvería hoy al frente de guerra, a Ucrania o a Palestina?R. No podemos comparar aquella guerra con las de ahora, aunque todas sean igual de atroces. Sigo mucho a fotoperiodistas actuales como Lynsey Addario, que hacen un trabajo extraordinario. Pero yo voy a seguir en mi terreno: me siento afortunada de tener un espacio propio y pienso aprovecharlo hasta el final.P. ¿No le interesa que su trabajo vuelva a tener un cariz más político?R. Sí, tengo un proyecto en mente cuando vuelva a Nueva York, pero no se lo puedo contar. Acabamos de tener unas elecciones y cinco mujeres han accedido a cargos importantes: gobernadoras, vicegobernadoras… Hay una nueva generación que llega, y eso me entusiasma.P. Uno de sus primeros grandes encargos fue cubrir una larga gira de The Rolling Stones en los setenta. Le costó ocho años salir de ella y ha dicho que casi le cuesta la vida. En la muestra ha incluido una foto de su camello…R. Nunca me consideré una persona propensa a las adicciones, pero en los setenta y primeros ochenta el consumo de drogas estaba en todas partes. Al principio parecía un experimento, pero terminó apoderándose de mí. Cuando me di cuenta, busqué ayuda por todos los medios hasta ingresar en un centro. Estuve allí un mes, me dieron las herramientas que necesitaba y salí decidida a no volver a tocar esa cosa tan estúpida que es la droga. Y así ha sido. Nunca miré atrás.P. Sus colaboradores la describen como una extrema perfeccionista. ¿Se reconoce en esa descripción?R. Sí, es una maldición. Con los años se hace agotador querer hacerlo todo tan bien. Ojalá supiera hacerlo de otra manera, pero no sé hacer las cosas a medias. Es un defecto, pero también la única forma que conozco de trabajar. Y sé que vuelve locos a los que trabajan conmigo, lo que me hace sentir mal. Mis hermanos y hermanas son iguales. Somos todos adictos al trabajo. No sé de dónde viene exactamente, quizá de algún miedo a parar…Un mural con sus fotos de las giras de The Rolling Stones durante los setenta, en la Fundación MOP de A Coruña.MATHIEU RIDELLEP. ¿Se imagina dejándolo algún día?R. A ratos, sí. La pandemia me ayudó a frenar. Tener hijos también. Envejecer es otra gran ayuda, aunque se diga poco. Durante la pandemia nos confinamos al norte de Nueva York y fue el periodo más largo que pasé en nuestra casa de campo. Observaba el cielo, el tiempo, cómo cambiaban las estaciones. Me fascinó estar quieta. No era algo natural para mí: de niña mi familia se mudaba cada pocos años. Pero tuve una infancia maravillosa, siempre de un lado para otro.P. Dice que hay muchas camas en su trabajo. También hay muchos coches.R. Sí. En mi juventud viví en California, donde la gente vive más en sus coches que en sus casas. Todo era moverse, conducir, estar en la carretera. Hoy ya no es igual: hay demasiado tráfico, se ha perdido aquel sentimiento de libertad. Pero si logras salir a la carretera, sigue siendo una sensación fantástica. Y también tiene que ver con mi infancia: de pequeña nos mudábamos todo el rato. Pasar de una persona a otra al hacer retratos es como viajar de una ciudad a otra: se me da bien durante 15 minutos, pero luego llega el momento en que pienso: “¿Qué hago aquí? ¿Adónde me puedo ir?”.P. ¿Su obra puede leerse como un retrato de su país, de su belleza y también de su tragedia?R. Sí, eso creo. Mi trabajo ha estado muy centrado en EE UU. Cuando hicimos el libro Women con Susan [Sontag] en 1999, yo quería incluir mujeres de todo el mundo, pero ella dijo: “Quedémonos en casa”. Tenía razón. Lo que se ve en mi trabajo es, sobre todo, un retrato estadounidense. Ojalá en el conjunto se detecten otras cosas, pero sé que en él se percibe el privilegio de ser de allí. Incluso con retrocesos como el del aborto, las mujeres en EE UU seguimos siendo más afortunadas que muchas otras en el resto del mundo.Vista de la muestra ‘Wonderland’, que resume cinco décadas de trayectoria de Annie Leibovitz, en la Fundación MOP de A Coruña.MATHIEU RIDELLE (Fundación MOP)P. En la exposición hay un retrato sensacional de Donald y Melania Trump de 2008: ella baja, triunfante y muy embarazada, de un avión, mientras él la espera en la sombra, dentro de un coche.R. Por fin encontré el lugar adecuado para esa imagen: entre las fotos de moda. A Melania le encanta esa foto. Es una de mis paredes favoritas de la exposición: en ella uso la moda para hacer un comentario social.P. ¿Volvería a fotografiarlos hoy o la implicación política sería distinta?R. Sí, me gustaría hacerlo. Me interesa mucho Melania y llevo tiempo pensando en hacer algo con ella. Así que sí, lo haría…P. También retrató al rey Felipe y la reina Letizia en 2024.R. Me dieron total libertad. Observé los retratos históricos de la monarquía española, estudié el Palacio y pensé en hacer algo clásico y formal. No me preocupaba que lo pareciera, me atraía esa solemnidad. Quería que fuera como una pintura hecha en la penumbra. El Rey fue encantador, estuvo muy relajado. Para la Reina fue un poco más complicado. Y lo entiendo: para ninguna mujer es agradable ponerse delante de una cámara. Ella tenía que pensar en muchas más cosas que él: el peinado, la ropa, su imagen…P. ¿Nota esa ansiedad en todas las mujeres que retrata? ¿Están cada vez más preocupadas por su imagen, por la presión social?R. Siempre lo han estado. Esa aprensión siempre ha existido. No sé si las cosas mejoran con los años. Pero muchas de las mujeres que aparecen en la parte final de la exposición se muestran muy seguras de sí mismas, con mucho aplomo. Me impresionó, por ejemplo, la comodidad de Penélope Cruz ante la cámara.“Para la Reina fue más complicado que para el Rey. Para ninguna mujer es agradable ponerse delante de una cámara”, dice sobre sus retratos de Felipe y Letizia en 2024P. ¿Qué cambia cuando fotografía a una persona anónima, sin poder ni exposición pública?R. En el fondo es el mismo trabajo, salvo que los desconocidos están menos condicionados por la idea de cómo debería ser el resultado y se relajan más. A veces, con gente famosa, tienes que lidiar con su propia imagen de sí mismos. Hace poco que he vuelto a hacer retratos privados, de personas desconocidas, y los disfruto mucho: se trata de llegar a la esencia de alguien. Hoy incluso los niños saben cómo posar y cuáles son sus mejores ángulos, pero a mí eso siempre me ha dado igual. Me interesa más descubrir quién es realmente una persona que cómo luce. Mi trabajo consiste en descifrar ese misterio, sean famosos o no. Ahora mismo lo veo a usted y estoy pensando cómo lo retrataría, en cómo le haría posar, para reflejar quién es.P. ¿Qué foto me haría?R. Creo que el resultado sería bonito, porque me parece una persona agradable, muy natural. Pero déjeme decirle que no lo retrataría con esta luz tan fea… [risas].P. Después de 50 años de carrera, ¿qué le sigue interesando en el hecho de mirar por el visor?R. Que cada vez es como empezar de cero. Cada retrato es un pequeño rompecabezas psicológico que hay que resolver. Siempre es diferente y esa es la magia de este oficio.P. ¿Qué le queda por hacer?R. Le responderé con sinceridad: seguir siendo relevante hasta que caiga muerta.
Annie Leibovitz: “He terminado con la fotografía de moda, el mundo está en un momento demasiado interesante” | Cultura
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