Olga Kosanović nació, creció y fue al colegio y al instituto en Austria. Tiene 30 años, vive y trabaja en Viena. Siempre ha tenido su residencia en Austria. No es austriaca. Como hija de padres serbios, recibió automáticamente la ciudadanía serbia. En 2020, tras más de un año de papeleo, su solicitud de naturalización fue rechazada porque los funcionarios austriacos calcularon que en los 15 años previos, entre vacaciones, visitas a la familia serbia, estudios universitarios y Erasmus “la extranjera” había pasado 58 días de más fuera del país. La exactitud del cálculo y el alcance de la maquinaria burocrática hubieran entusiasmado en la Kakania de Robert Musil, en el proceso de Kafka. Cuando llegó al Departamento de Inmigración, en lo que creía un aburrido trámite, la funcionaria le dijo: “Primero tendremos que ver si usted es apta para integrarse”. “Me quedé atónita”, dice Kosanović en Viena. “Ese no era un elemento que se pudiera discutir. Trabajaba en el Burgtheater [el Teatro Nacional de Austria]. Ya enseñaba cine en Viena. No podía ser más austriaca en ese momento”.Más informaciónExpuso su caso en un debate televisivo, que fue muy comentado en internet. El lector de un diario vienés escribió: “Si una gata tiene gatitos en la Escuela Española de Equitación, están muy lejos de ser lipizzanos”. Un lipizzano es un semental blanco, la raza por excelencia de la doma clásica en Viena en el picadero barroco más bonito del mundo, patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. La directora hizo arte del hater y el comentario supremacista le dio el título de su primer largometraje.Noch lange keine Lipizzaner (2025) (Muy lejos de ser lipizzanos) se ha estrenado en salas de Austria y Alemania y ya supera los 25.000 espectadores, una cifra colosal para un documental. Se trata de cine de autor, escrito, dirigido y protagonizado por Kosanović, que cuenta su propia historia, el proceso de nacionalización para dejar de ser extranjera en su país. Pero también es la historia de un Estado de la Unión Europea y su democracia devaluada, que se vacía de electores. En Viena, la quinta ciudad más poblada de la UE con dos millones de habitantes, el 35% de la población no tiene derecho al voto, y eso que la mitad lleva viviendo allí desde hace más de una década. Y la cifra sigue creciendo. “No he podido votar nunca en Austria, donde se permite el voto con 16 años cumplidos. Podría hacerlo en Serbia, pero… no vivo allí”, dice Kosanović.Imagen del documental ‘Noch lange keine Lipizzaner’ (Muy lejos de ser lipizzanos), de Olga Kosanović.El Ayuntamiento socialdemócrata de Viena habla abiertamente de “déficit de democracia”. Para votar hay que tener la nacionalidad, y la ley de ciudadanía austriaca es la más estricta de Europa, junto con la búlgara. Solo hay dos estados en el mundo con leyes más rigurosas: Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí. Entre los requisitos, el más discutible es el económico. El politólogo de la Universidad de Viena Gerd Valchars afirma que, según el ingreso mínimo exigido, más del 30% de los trabajadores austriacos y más del 60% de las trabajadoras (dato que también revela mucho de la brecha de género) no podrían obtener la ciudadanía austriaca.No todo el mundo puede permitirse ser austriaco y tener el derecho fundamental al voto. Porque hay que sumarle las elevadas tasas del proceso burocrático para obtener la ciudadanía. “El coste de cada caso es diferente, varía mucho sobre todo por el número de traducciones juradas reclamadas, pero el mío superará los 3.000 euros. Y si se trata de una familia, los costes se multiplican”, explica Kosanović. En el documental, la directora ficcionaliza con un humor ácido una escena familiar en la que padres e hijos discuten quién debe nacionalizarse primero. En otro momento, recrea un concurso donde se juega la lotería de la ciudadanía de nacimiento, tan importante como la lotería genética. No es lo mismo nacer en un Estado de bienestar que en un estado perpetuo de amenaza genocida. ¿Tendré acceso a una educación y una sanidad públicas? ¿Podré beber agua potable, agua dulce de manantial alpino que en Viena está garantizada por una disposición constitucional?La cineasta Olga Kosanović.Harald WawrzyniakKosanović sigue siendo extranjera a la espera de ser apátrida. Continuó con su solicitud y ya le han confirmado que le otorgarán la ciudadanía, pero antes debe cumplir un último requisito en un plazo de dos años: renunciar a la nacionalidad serbia, una exigencia con una dificultad más sentimental, por lo que le ata a su familia, que administrativa. Cuando lo consiga, pasará un tiempo apátrida a la espera de recibir el pasaporte austriaco. “Será un momento muy tenso porque incluso una multa de tráfico, como saltarme un semáforo en rojo en bicicleta, puede condicionar la decisión”. Y se quedaría en el limbo de los apátridas.Antes de presentar su primer largo, dirigió dos mediometrajes, Camarada Tito, heredo (2021), un retrato documental familiar donde aborda su identidad dual serbia y austriaca, y Tierra de montañas (2023), una drama que desasosiega como una película de los hermanos Dardenne sobre un padre soltero que se enfrenta a la burocracia austriaca para obtener el permiso de residencia. El Departamento de Inmigración le exige 8.400 euros que no tiene. La misma cantidad que podría obtener de una póliza privada si se amputa una falange. El cine de Kosanović ya estaba ahí.Pero, ¿qué significa ser austriaco? Austria es una república alpina, ligada a las postales con paisajes de montaña. “Sin embargo, en Viena, mi ciudad, no hay montañas”, dice en un momento del filme el escritor Robert Menasse, que recuerda que una nación es una comunidad imaginada. Una ficción. “Tener una patria es un derecho humano; tener una nación, no. Las naciones no existieron antes y no existirán en algún momento. No es una necesidad ontológica”.Conforme avanza el documental, sin abandonar el nervio paródico, Kosanović deconstruye el mito de los lipizzano como símbolo identitario austriaco. El ideal racista de pureza o supremacía se diluye hasta quedarse en macia a secas. En la corteza olorosa. Al fin y al cabo, la Escuela Española de Equitación en Viena fue la idea de un migrante nacido en Alcalá de Henares, el emperador Fernando I de Habsburgo. Y el lipizzano es un semental originario de Lipica, en la actual Eslovenia —que formaba parte de la monarquía de los Habsburgo—, de sangre cruzada con yeguadas andaluzas, napolitanas y árabes.
Olga Kosanović, la cineasta nacida y crecida en Austria que retrata en un documental cómo la burocracia la considera serbia | Cultura
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