Los perezosos evolucionaron repetidamente tamaños corporales grandes y pequeños, según su estilo de vida fuera más terrestre o más arborícola. En la parte inferior, ‘Bradypus tridactylus’; a la izquierda, ‘Hapalops elongatus’; al fondo, ‘Megatherium americanum’.Diego BarlettaLa evolución de los mamíferos de América del Sur es una historia fascinante. La tectónica de placas desgajó este continente de África y la Antártida, convirtiéndolo en una gigantesca isla que estuvo a la deriva durante más de cincuenta millones de años. Aislado de esta forma, este continente funcionó como un laboratorio evolutivo natural a gran escala. Y uno de los experimentos más emblemáticos que allí tuvieron lugar dio origen a los perezosos gigantes.Hoy existen siete especies de perezosos que viven en las selvas de América del Sur y Central. Ninguna de ellas excede los 10 kilos de peso, y pasan casi toda su vida en los árboles. Pero estas poquitas especies son lo que queda de un linaje que ha habitado el continente americano durante 35 millones de años y del que conocemos más de un centenar de especies extintas. Entre ellas destaca el famoso Megatherium (la ‘gran bestia’), que llegó a pesar más de cuatro toneladas, como un elefante asiático. Los fósiles de Megatherium y otros perezosos fósiles cautivaron a Darwin, cuyos cuadernos están llenos de referencias a estos animales, junto a reflexiones sobre evolución y extinción.Esqueleto de un ‘Megatherium americanum’ en el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” de Buenos Aires, Argentina.Alberto BoscainiPese a más de doscientos años de fascinación, quedan muchas preguntas abiertas acerca de los perezosos gigantes, incluidas dos que son fundamentales: cómo aparecieron los perezosos gigantes y por qué desaparecieron. Hace casi dos años, Alberto Boscaini y Daniel Casali, investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Buenos Aires y de la Universidad de São Paulo respectivamente, me invitaron a ser parte de una investigación que pretendía precisamente abordar estas incógnitas. Pasé a formar parte de un equipo formado tanto por especialistas en perezosos extintos como en análisis y modelos evolutivos. Los resultados de esta colaboración se han publicado este jueves en la revista Science.¿Quién es primo de quién?Hasta ahora había habido un impedimento crucial para abordar estudios de este tipo en perezosos: no conocíamos con fidelidad su árbol evolutivo. En otras palabras, las relaciones entre unas especies y otras no estaban nada claras. El análisis basado en rasgos anatómicos de los perezosos es engañoso, porque diferentes linajes han evolucionado rasgos similares de forma paralela. El resultado es que los expertos terminaban colocando como hermanas a especies que nunca lo fueron. El estudio del ADN es más fiable en este sentido, pero es solo accesible para las especies actuales y unas pocas especies extintas más recientemente.Así que nos propusimos combinar toda esta información para construir el árbol evolutivo de perezosos más completo hasta la fecha, incluyendo casi 70 géneros. A los datos de anatomía y de ADN añadimos una tercera fuente de información. Estudios recientes habían logrado secuenciar la cadena de aminoácidos del colágeno de otras cuantas especies extintas de perezosos. Los aminoácidos del colágeno perduran más tiempo en los fósiles que el ADN y también permiten determinar relaciones de parentesco entre especies.Los cráneos de las especies de perezosos actuales y extintas muestran diferencias sorprendentes en el tamaño del cuerpo. Abajo a la izquierda: ‘Bradypus variegatus’ (existente, Bolivia); abajo a la derecha: ‘Proscelidodon patrius’ (Plioceno, Argentina); arriba a la izquierda: ‘Megatherium americanum’ (Pleistoceno, Argentina); arriba a la derecha: ‘Lestodon armatus’ (Pleistoceno, Argentina). Todos los especímenes se encuentran en el Museo Argentino de Ciencias Naturales.Alberto BoscainiEl segundo paso fue estimar de la manera más precisa posible el peso en vida de todas estas especies fósiles. Para ello, los expertos en estos misteriosos animales recorrieron diecisiete museos de todo el mundo, midiendo huesos fosilizados de más de cuatrocientos especímenes. Después utilizamos modelos estadísticos que tienen en cuenta toda esta información para comparar posibles escenarios evolutivos. A estos modelos les podemos preguntar, por ejemplo, qué es más probable, que el tamaño de los perezosos evolucionara siempre de más pequeño a más grande, o que evolucionara al tuntún, sin dirección marcada. O que venga determinado por la ecología de los perezosos, dependiendo de si las especies son terrestres, plenamente arbóreas (como los actuales) o de si tienen una mezcla de adaptaciones a la vida arbórea y a la vida terrestre.Tamaño y ecologíaLos nuevos resultados nos dan una visión completa de los procesos evolutivos que dibujaron la historia de estos animales. Los primeros perezosos, hace unos 35 millones de años, ya eran bastante grandes, y probablemente rondaron entre los 80 y los 300 kilos de peso. Con este tamaño, estos perezosos debieron tener un modo de vista terrestre o, como mucho, semiarbóreo. Sin embargo, la transformación de los paisajes del continente sudamericano hacia ecosistemas abiertos, con una preponderancia de las praderas y sabanas más o menos arboladas, favoreció la diversificación de linajes más grandes con estilos de vida plenamente terrestres. Este cambio es especialmente patente empezando hace unos 14 millones de años, que es cuando empezamos a ver especies que rompen la barrera de los 1.000 kilos de peso. Hay una serie de factores asociados a ser más grande que encajan con estos nuevos paisajes abiertos: estrategias contra los predadores, mayor efectividad para digerir la materia vegetal, y una mayor capacidad migratoria para lidiar mejor con la estacionalidad de los recursos. Tal es así que la aparición de perezosos realmente gigantes fue algo muy recurrente, dándose en linajes lejanamente emparentados entre sí. Pero no estamos ante la típica historia de incremento de tamaño progresivo que tanto resuena en el imaginario colectivo. Mientras aparecían nuevas especies de gran tamaño, otras se mantuvieron en tallas más moderadas, desarrollando también características típicas de ecologías semiarbóreas. Más recientemente, algunos linajes redujeron drásticamente su tamaño, mostrando además claras adaptaciones a una vida plenamente arbórea. A estos linajes pertenecen las especies de perezosos actuales.El final de los gigantesAl misterio del origen de los perezosos gigantes siempre ha ido unido la incógnita de por qué desaparecieron. Las causas de su extinción han sido debatidas durante décadas, con los cambios climáticos o la caza humana como sospechosos habituales. En nuestro estudio demostramos que los cambios de temperatura no explican el repentino evento de extinción. Además, muchas de las extinciones se dieron en los últimos 15.000 años, ocurriendo antes en el continente y posteriormente en las islas del Caribe. Este patrón, que replica la expansión de los humanos en Sudamérica, apunta a un claro papel del Homo sapiens en el declive de estos gigantes. Todas las especies de perezosos terrestres desaparecieron, quedando solo aquellos con ecologías arbóreas, que son un mero vestigio de la diversidad de roles ecológicos que este grupo llegó a tener.La extinción de los últimos perezosos terrestres no solo significó la pérdida de especies emblemáticas que ya no están con nosotros, sino la desaparición de toda una serie de roles ecológicos con los que los ecosistemas ya no cuentan. La extinción de grandes herbívoros (llamados megaherbívoros en el caso de que superen una tonelada) normalmente acarrea importantes cambios en los tipos de vegetación y en los ciclos de nutrientes. Es muy probable que muchos paisajes sudamericanos cambiaran de manera substancial con la extinción de los perezosos gigantes.Nuestro trabajo deja bien patente que nada es definitivo en evolución. Los perezosos se diversificaron cómodamente en Sudamérica, y fueron animales muy comunes en multitud de hábitats de este continente, llegando a ser animales emblemáticos de sus faunas. Sin embargo, y pese a haber desarrollado multitud de adaptaciones a diferentes condiciones, la fortuita llegada de los humanos supuso una catástrofe de magnitud inédita para este grupo.Juan López Cantalapiedra es investigador en el Museo Nacional de Ciencias Naturales.

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