El movimiento El Jinete Azul (Der Blaue Reiter) marcó el mundo del arte como ningún otro. Esta red iniciada por Wassily Kandinsky y Franz Marc fue pionera en el arte abstracto, toda una especie de declaración de guerra al realismo. Ahora, el museo Kupferstichkabinett de Berlín, propietario de un gran conjunto de estas obras las muestra al público por primera vez en una exposición bajo el nombre de El cosmos de El Jinete Azul: De Kandinsky a Campendonk. Los artistas que formaron parte del universo de El Jinete Azul, fundado en Múnich en 1911 por Kandinsky y Marc, fueron importantes precursores del arte moderno del siglo XX en una especie de comunidad abierta, sin miembros fijos ni estatutos, sin llegar a ser un grupo de artistas en el sentido estricto como sí fue el caso de otros movimientos como el de los expresionistas alemanes de Die Brücke.Más información“Es la primera vez que tenemos una exposición así en el Kupferstichkabinett”, comentó la directora del museo, Dagmar Korbacher, durante la presentación a la prensa de la exposición, que podrá verse hasta el 15 de junio. “No era una organización o grupo de artistas estrictamente organizado o jerárquico, sino que realmente era un cosmos”, explicó sobre el nombre de la muestra, que también describe muy bien su origen, porque “surgió del cosmos de la colección de los museos estatales de Berlín”.En sus exposiciones, Kandinsky y Marc no solo incluyeron a artistas de su círculo más cercano, como Gabriele Münter o Alfred Kubin, sino también a protagonistas de la escena artística nacional y europea, desde Ernst Ludwig Kirchner hasta Robert Delaunay y Natalia Goncharova. Berlín, con la galería Sturm, fue una plataforma importante para las actividades de El Jinete Azul, que terminaron abruptamente con el inicio de la Primera Guerra Mundial en el verano de 1914.’Torre Eiffel’ (1925). Litografía, de Robert DelaunayFotograf: Dietmar Katz (Staatliche Museen zu Berlin)“En siete capítulos y a través de unas 90 obras —todas de propiedad de Berlín, excepto tres obras prestadas—, la exposición muestra la diversidad artística y estilística de este universo”, indicó Korbacher. Todas ellas reflejan el camino de cada uno de los artistas hacia la abstracción. Según contó Kandinsky, el nombre surgió casi de forma casual mientras tomaba café con su amigo Marc en una cafetería en el sur de Alemania. “Kandinsky recuerda que a ambos les gustaba el azul, como color de lo espiritual-cósmico, también de lo masculino, lo cual hoy en día también se cuestionaría, por supuesto, pero a ambos les gustaba porque se ajustaba mucho a ese impulso espiritual, casi religioso en última instancia”, explica a EL PAÍS el comisario de la muestra, Andreas Schalhorn.Mientras, el jinete era para Kandinsky “el símbolo de la vanguardia, el jinete que lucha contra la academia, contra la empresa conservadora” y con el “que cabalga hacia la abstracción”. Y a Mark, que había estudiado primero de pintura de animales, como su padre, le gustaban los caballos. “Así es como todo se unió y dio lugar a esta simbiosis. Y esa es la leyenda de cómo surgió”, recuerda Schalhorn sobre un nombre con el que todo cobró vida y se comercializó en consecuencia.’Tres jinetes en rojo, azul y negro’ (1911), de Wassily Kandinsky.Fotograf: Dietmar Katz (Staatliche Museen zu Berlin)A finales de 1912 el movimiento se dio a conocer al público con dos exposiciones y el almanaque del mismo nombre, la publicación programática más importante de la modernidad. Kandinsky había llegado a Múnich procedente de Moscú antes de 1900. Era economista de formación y etnólogo, pero también trabajó en una imprenta en Moscú. En la exposición se pueden ver varias de sus obras que reflejan los cuentos de hadas y leyendas rusas como El espejo (1907) o el grabado en madera Fuga (1914), una pieza única de Kandinsky.Según se continúa por la muestra, el visitante contempla el proceso que hizo hacia la abstracción con la aparición de los caballos. “Se puede ver cómo la pintura y el arte gráfico de Kandinsky, al principio influenciados por el Art Nouveau, se inspiran en cuentos y leyendas rusos y cómo sus objetos y figuras se disuelven cada vez más en colores y formas”, explica Schalhorn. El recorrido lleva al visitante a través de una selección representativa “en la que podrá contemplar clásicos, pero también grandes desconocidos”, detalla. En la sala hay desde acuarelas de August Macke hasta grabados en madera y aguafuertes de Kandinsky, pasando por ilustraciones de Gabriele Münter, Oskar Kokoschka y Heinrich Campendonk para la revista Der Sturm, editada en Berlín por Herwarth Walden o tres famosas acuarelas del viaje a Túnez, que Macke trajo consigo de su viaje a la antigua colonia francesa.Los testimonios de la correspondencia pictórica tan singular entre la poeta Else Lasker-Schüler y Franz Marc ocupan un lugar central en la muestra. En una de las postales expuestas, un jinete azul cabalga a toda velocidad por entre montañas de color esmeralda. En otra, un caballo negro alza la cabeza con impaciencia y por detrás, el pintor le escribe desde la localidad bávara de Sindelsdorf a su amiga que vivía en Berlín: “Si tu entorno te molesta demasiado, monta en este caballo oscuro y ven corriendo” (1913). Hasta principios de 1916 se escriben docenas de cartas y tarjetas, muchas de ellas con dibujos y acuarelas. El 4 de marzo, Marc, que ostentaba el rango de teniente de reserva, muere en el frente de Verdún.Asimismo, la exposición dedica un capítulo entero a las mujeres de El Jinete Azul, encabezadas por Gabriele Münter, que vivió con Kandinsky, la rusa Natalja Goncharova, que contribuyó con sus obras cubofuturistas, o Jacoba von Heemskerck, de los Países Bajos, que se dirigió hacia la abstracción pura en paralelo a Kandinsky. Su enfoque era internacional, interdisciplinario y radicalmente abierto a los estilos más diversos.’Abigail en el trono’ (c. 1915). Tinta de caña y crayones de color, de Else Lasker-Schüler.Dietmar Katz (Staatliche Museen zu Berlin)Si bien normalmente se asocia El Jinete Azul con Múnich, Berlín también tuvo un papel importante. Herwarth Walden era un marchante de arte, agente de arte y escritor que tenía una importante galería en la capital alemana, Sturm. Fue uno de los principales promotores de la vanguardia alemana de principios del siglo XX y fundador de la revista Der Sturm (1910-1932).“Berlín era muy relevante para El Jinete Azul, porque era más abierta y vanguardista que Múnich en ese momento”, explica Schalhorn. De hecho, la ciudad fue propietaria de un gran número de sus cuadros, muchos de los cuales se perdieron durante la Segunda Guerra Mundial. “Hoy en día Múnich es el centro gracias a Gabriele Münter, que consiguió salvar muchos de los cuadros que luego donó a la ciudad de Múnich”. El destino quiso que unas semanas antes de inaugurar esta exposición otra con el título de Cosmos Kandinsky: Abstracción geométrica en el siglo XX abriera sus puertas en el Museo Barberini de Potsdam, muy cerca de Berlín. “Fue casualidad”, comenta el experto. “También los títulos son una coincidencia”.“En Potsdam se puede ver cómo siguió Kandinsky y qué consecuencias tuvo. Aquí vemos cómo se convirtió en artista. Es el making of de Kandinsky: en qué círculo sucedió, qué cultura y qué clima había”, detalla. “Se puede ver cómo fue evolucionando el cosmos de El Jinete Azul, cómo se radicalizó y de dónde viene. Por eso creo que es como en esas películas de acción, en las que no siempre se explica cómo se han creado los personajes. Nuestra muestra es como una precuela de esas películas”, afirma.Con el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914, el grupo se disolvió. Franz Marc murió en la contienda, mientras que Kandinsky huyó a Moscú y no regresó a Berlín hasta 1929. Como escribió más tarde, sin su amigo Franz Marc, El Jinete Azul ya no era más que historia.

Berlín se sumerge en el cosmos de ‘El Jinete Azul’, un movimiento que revolucionó el arte del siglo XX | Cultura
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