En coche, en un trayecto de seis horas, con su chico y su matrona. Así es como ha llegado físicamente Carla Simón (Barcelona, 38 años) a Cannes. Sin embargo, el camino cinematográfico y vital, que en su caso están intricados hasta el corazón, ha sido mucho más largo. Sus tres primeros filmes, a los que habría que añadir el corto Carta a mi madre para mi hijo (2022), son un viaje íntimo y ficcionado a su propia existencia. Si en Estiu 1993 mostraba a una niña de siete años que se quedaba huérfana y se iba a vivir con sus tíos (como Simón), y en Alcarràs contaba cómo era el declive de la agricultura hortofrutícola en la comarca del Segrià (modo de vida al que se ha dedicado su familia materna), ahora en Romería toca volverse hacia su progenitor, de raíces gallegas, y ahondar en los meses que sus padres vivieron en Vigo, en mitad de la explosión de adicción y muerte que conformaron la heroína y el sida. La protagonista no es Carla Simón, aunque podría. Su primo no es su primo, pero los sentimientos acumulados durante años en la directora germinan en la pantalla.Más informaciónCon Estiu 1993 (2017) dio un poderoso puñetazo en la mesa del cine español, y ganó el premio a la mejor ópera prima de la Berlinale y el Goya a mejor dirección novel. Con Alcarràs (2022) logró el Oso de Oro de la Berlinale. En ese ascenso hacia la gloria prosigue con Romería, que participa este miércoles en la Competición del festival de Cannes antes de su estreno en salas españolas el 5 de septiembre. Pregunta. En su primer embarazo ganó el Oso de Oro. Llega a Cannes de ocho meses. ¿A premio gordo por hijo?Respuesta. [risas] La verdad es que a la vez pensé y no pensé en cuándo tener esta niña. Ahora se me está haciendo duro tanto esfuerzo. Solo pienso en la semana que viene, que ya estaré en casa descansando.P. ¿Está viviendo un proceso de rehabilitación del pasado mientras está creando el futuro? R. Romería estaba pensada antes de Alcarràs, y cuando finalizaba esta me planteé si hasta ahí llegaba el viaje biográfico. Pero fui consciente de que no era justo. Era una trilogía. Lo de los estrenos y los premios coincidiendo con los embarazos… Se ha dado así. Es extraño, y fuerte, ¿no? Puede ser también la señal de cierre definitivo del ciclo. Ya puedo decir que se clausura mi ciclo familiar, y ahora toca otras cosas. A las vidas de otros. P. ¿Segura?R. Sí, porque tras Alcarràs dudé. Sufrí a la vez el deseo de encarar otros temas, ya estaba ese ansia en mi presente, y de nuevo, volver hacia atrás… ¿Sabes qué me convenció? Que no es solo mi historia, sino la de toda una generación.P. También hay un crecimiento como directora, hay una narrativa distinta en Romería.R. Cuando me senté tras Estiu 1993 con mi productora, María Zamora, puse sobre la mesa las dos historias. Alcarràs era un reto por su oralidad compartida, aunque pensé en aquel momento que sería más fácil. Luego llegó la pandemia, el proceso creativo se ralentizó. Que Romería sea la última me abrió las puertas a afrontar algo más atrevido. Hoy hay muchas más cosas que quiero probar. Toca avanzar.Desde la izquierda, la productora María Zamora, el actor Mitch Robles, la directora Carla Simón y la actriz Llúcia Garcia, en la entrada al Palacio de festivales de Cannes este miércoles al mediodía.Sarah Meyssonnier (REUTERS)P. Siempre ha contado que sintió que Deprisa, deprisa, de Carlos Saura, le hablaba directamente a usted. Y en Romería se siente esa influencia.R. Es que esa película me explicó muchas cosas de mi vida. Creo que mis protagonistas y la pareja de Deprisa, deprisa se parecen en que son muy peculiares y a la vez sexys. Tienen algo mágico. P. ¿Le preocupa que la gente entienda que es su historia pero que a la vez no es usted?R. El relato está superficcionado. Es normal que la gente lo identifique conmigo porque ya conocen mi historia. Pero yo no hice el viaje a Vigo de esta manera ni con esa edad, la estructura familiar es distinta… A estas alturas ya he aprendido a amasar mi historia. Porque Romería nace de la frustración de no saber mucho sobre mis padres. Entendí que tenía que inventar para que la narración funcionara. Llúcia Garcia, en el centro, en ‘Romeria’.P. ¿Entiende ahora a sus padres mejor?R. Creo que ya los entendía. Lo que he ganado es perspectiva sobre ellos. Ya no les juzgo, pero tampoco romantizo su vivencia. Tenía que encontrar el tono justo, que me pareció algo muy difícil. Con el equipo hablamos bastante sobre la importancia de cómo los retrataríamos. A la vez descubrí más cosas de ellos en la escritura del guion, porque yo siempre hago una labor de búsqueda. Hablé hasta con amigos de ellos. Fui a varias terapias, como una muy interesante de memoria transgeneracional. Me explicaron cómo las historias de tu pasado afectan a quien eres. También estuve con un terapeuta de sueños. Es que yo, cuando duermo, sueño mucho. Había toda una dimensión de poder conectarme con ellos más allá de lo que me han contado que me ayudó. P. ¿Y qué piensa su familia de este larguísimo viaje?R. Para mí lo importante era retratar el dolor de esta familia, que es, a su vez, el dolor de muchas ya. Desde el respeto, porque yo los conocí más tarde —me refiero a mi familia paterna gallega—; creo que había algo ahí también de digerir esa historia por su parte. Ahora tengo ganas de que la vean. He contado ese dolor no juzgándoles, sino desde la empatía de la dificultad de aceptar una muerte en las circunstancias que en aquel momento, finales de los ochenta, principios de los noventa, eran inaceptables por los valores en los que vivían los católicos conservadores. Llúcia Garcia y Mitch Robles, en ‘Romería’.P. La droga arrasó con una generación.R. Había una inocencia evidente en ellos, nacida de no saber las consecuencias de las drogas. Y a ello se sumó una cierta mirada hacia otro lado de algunas clases: no se cuidó mucho la vigilancia sobre esta pandemia, porque mientras estaban con las drogas no se metían en política. Fue una generación que vivió una necesidad de experimentar en libertad. Ahora poseemos una conciencia de cómo son las drogas; ellos querían probar cosas. Venían de un sitio muy oscuro y pensaron que eso era la libertad. España fue el país europeo con más muertes causadas por la heroína en aquellos años. Y en Galicia aún fue peor, porque era el puerto de entrada del narcotráfico. Fui preguntando a gente en los viajes de investigación y de búsqueda de reparto, y todo el mundo conocía a alguien fallecido en aquel momento.P. En sus dos largos anteriores, el campo acababa sintiéndose claustrofóbico para sus personajes. Aquí el mar parece lo opuesto, brinda una sensación de libertad. Con el barco huyen de los problemas.R. A mi padre le gustaba mucho navegar. Y Vigo y el mar son indisociables. Tengo fotos de los dos navegando. La historia de amor de mis padres está ligada al mar. A la vez, tras dos películas rurales me apetecía mucho acercarme a otro paisaje, que para mí tiene algo místico, de pisar por donde pasaron mis padres. Por supuesto, me frustró no lograr conocer los espacios que habitaron durante su historia de amor. Porque nunca logré esa información y, además, porque la ciudad ha cambiado mucho. Me queda esa sensación de vacío.He logrado un poco menos de miedo de equivocarme. Ya soy consciente de que habrá cosas que podrían salir mejor y otras que no sé cómo hacer, y esa sensación me ha llevado a disfrutar más con Romería que con las películas anteriores”P. Usted siempre crea desde cierta fragilidad. ¿Se ha sentido más segura dirigiendo?R. No sé yo. Lo he disfrutado más, eso es verdad. Me cuestiono mucho las cosas, creo desde la duda. Pienso: ‘Esto puede estar mejor, ¿no?’. Pero sí es verdad que el hecho de tener un equipo sólido, que nos conocemos de hace mucho tiempo, me impulsa. Y ya que estás ahí, ¿por qué no probar algo nuevo? He conseguido un poco menos de miedo de equivocarme. Ya soy consciente de que habrá cosas que podrían salir mejor y otras que no sé cómo hacer, y esa sensación me ha llevado a disfrutar más con Romería que con las películas anteriores.Llúcia Garcia, Carla Simón, Mitch y María Zamora arrancan el paso por la alfombra roja. Detrás, el resto del equipo con, entre otros, Sara Casasnovas, José Ángel Egido, Tristán Ulloa y Miryam Gallego.GUILLAUME HORCAJUELO (EFE)

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