Carlos Barea (Granada, 37 años) es escritor y editor, pero, sobre todo, es “arqueólogo de la disidencia”. Su objetivo, que describe con una pasión manifiesta, es rescatar del pasado —y algunas veces del olvido— a personajes de la cultura del siglo XX que tuvieron que ocultar su orientación e identidad sexual para sobrevivir. Lo publica en su cuenta de Instagram y ahora también en Rebeldes del deseo (Plaza&Janet), un ejercicio de memoria colectiva que pretende hacer justicia a la intimidad de personajes patrios como el Premio Nobel Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Carmen Conde o Mari Trini, y extranjeros como Francis Bacon, Arthur Rimbaud o Pier Paolo Pasolini, entre otros. “Activistas existenciales”, como los denomina Barea, quien se crio en la vega granadina de Zujaira, donde tiempo atrás Federico García Lorca pasó sus veranos. Más informaciónPregunta. El poeta universal fue el primero de sus descubrimientos… Respuesta. Leí infinidad de veces a Lorca en la infancia y la adolescencia. Pero no supe que era homosexual hasta los 18 años. Leerle desde esa otra perspectiva fue como un encuentro con un antepasado perdido. De repente, todo encajó. P. ¿Por qué? R. Porque su historia ejemplifica muy bien cómo se ha pretendido tapar la vida de personajes importantes de la cultura; sus Sonetos del amor oscuro son claramente homoeróticos y no vieron la luz hasta los años ochenta. P. ¿Le gusta indagar en el pasado? R. Es una forma de comprender quiénes somos, de profundizar en nuestra memoria histórica e impartir justicia, en cierto sentido. P. Y su libro bebe de ese espíritu justiciero… R. Sí, trato de poner sobre la mesa todo lo que nos han ocultado, la parte silenciada de estas figuras relevantes y de cómo nos lo han ocultado. P. ¿Cómo? R. A través de la invisibilización, pero también de una representación cultural de marcado carácter franquista en la que la única forma de ver a un personaje homosexual era que estuviera loco, que fuera un asesino o que acabara mal. “Tenemos que recordar aquellas personas que ya iniciaron esa lucha que hoy heredamos las personas del colectivo LGTBIQ+”, dice Carlos Barea, que posa en Madrid. JUAN BARBOSAP. También cuenta cómo la represión llevó a muchos de estos personajes al exilio. R. Tenemos historias como la de Luis Cernuda, que se marchó a Reino Unido en 1939 supuestamente para unas pocas semanas y ya nunca más pudo regresar a España debido a su compromiso con el bando republicano, pero también por su homosexualidad. P. ¿A qué se refiere con activismo existencial? R. A la manera de resistir a pesar de todo. Tenemos que recordar aquellas personas que ya iniciaron esa lucha que hoy heredamos las personas del colectivo LGTBIQ+. La disidencia ya existía antes de estas siglas, no las utilizo en el libro porque me parecía un anacronismo. P. ¿Cree que hoy es más fácil investigar sobre ese pasado? R. Las memorias de muchos de estos protagonistas ya han salido a la luz y nos han permitido conocer su historia. Internet también ha hecho su parte: la elaboración de este libro hubiera sido mucho más complicada hace 30 años. P. Que los escogidos para su libro se dedicasen al arte y las letras no es casual. R. La creación artística es un grito desesperado de la disidencia, una forma de poder contar cosas que no podrías hacerlo cara a cara, de expresar luchas identitarias que no solo se producían en el exterior, sino también en el interior. Hay un capítulo dedicado a los enfants terribles de la literatura que refleja ese tormento. P. ¿Cuál es su personaje favorito? R. Pasolini me causa mucha admiración, pero la historia que más me sorprendió fue la de Tórtola Valencia, que tiene que ver con su tumba en el cementerio de Poblenou, en Barcelona. P. ¿Publicará en el futuro otra investigación sobre el pasado? R. Estoy poniendo el foco en la Transición, un periodo con luces, pero también con sombras de las que no se ha hablado mucho todavía, como las de los miles de homosexuales encarcelados que no fueron reconocidos como presos políticos y no fueron amnistiados.

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