Desde pequeño en la clase de historia te enseñaban las atrocidades que cometieron los españoles en la Conquista y, aparte de las fechas, te quedaban claras varias. El tormento a Cuauhtémoc aparecía en un dibujo de media página del libro en el que le quemaban los pies para que confesara dónde estaba el tesoro (lo que evidenciaba la codicia voraz de los hispanos ante a gallarda dignidad del príncipe azteca). También aprendías el significado del nombre. Todavía puedo escuchar varias décadas después la voz aguda y nasal de la profesora: “Cuauhtémoc significa águila que cae”.Esta semana hemos atestiguado el inicio de la caída del águila. Pero el problema no es su vuelo lento hacia abajo sino lo que se va arrastrando entre las alas. El caso de Cuauhtémoc Blanco ha detonado una crisis en el partido gobernante, algo que no se esperaba, pero ha quebrado el equilibrio mafioso en el que se ha sostenido ese partido en el poder legislativo durante el claudiato. Ni el escándalo judicial ni la descarada protección al nepotismo de los líderes del partido en contra de la manifiesta voluntad de la presidenta del país o la estrategia de seguridad punitiva que nos tiene tan contentos a algunos de los opositores al morenismo ni los alarmantes casos de corrupción o la desvergonzada opacidad con que se conducen los mandamases del oficialismo había puesto en desacuerdo a la mayoría aplastante. El oprobioso caso de la vida licenciosa del exfutbolista convertido en alcalde, gobernador y ahora diputado federal, ha enseñado la falsedad de los postulados feministas de ese movimiento, ha generado incluso un rompimiento interno en la fracción diputadil, ha revelado la inexistencia de una dirigente nacional y evidenciado la terrible dependencia de la presidenta Sheinbaum de los papelones de sus compañeros.“Llegamos todas” fue una gran frase en el discurso inaugural de Sheinbaum. El problema de las grandes frases es que te persiguen para que las cumplas de manera estricta. Las palabras presidenciales que empoderaban a las mujeres al inicio del ejercicio gubernamental fueron sepultadas por las diputadas de Morena que entonaban un “no estás solo” misógino para defender a un conocido macho irredento. No necesitaron de la oposición: ellas y ellos solos sepultaron las palabras de la presidenta con un “no estás solo” que suena más a solidaridad de cantina que a consigna de gesta —como lo explicó Vanessa Romero en estas páginas al recordar ese mismo grito en el desafuero de López Obrador y compararlo con el patético espectáculo morenista—.Es claro que el oficialismo no sabe manejar crisis. Se mete en ellas de manera sorprendente. Claro, acostumbrados al manto de la popularidad presidencial sienten que no tienen que arreglar nada, todo se factura a Sheinbaum como era con AMLO. Por supuesto, no creo que esto le cueste a la presidenta unos puntos de su popularidad, pero en política no todo se trata de eso. El desgaste al que Morena somete a Sheinbaum es de llamar la atención. La presidenta tiene que defender, nepotistas, corruptos, delincuentes de cuello blanco, cretinos de concurso, gente rapaz y hasta supuestos violadores. ¿Para eso sirve su capital político, su 80%? Es lamentable: podría usarlo en otras cosas. La estadista en la relación con Estados Unidos resulta una encubridora de caciques en la política local.Por lo pronto el diputado Blanco ha comprometido la sororidad de la clase gobernante acompañado de un bochornoso espectáculo protagonizado por sus compañeras y, por supuesto, compañeros. La propia presidenta dio una desafortunada explicación de lo sucedido hablando del fiscal, nunca de la víctima y conminó a las mujeres a llevar un notario público todo el tiempo pues “siempre vamos a apoyar a las mujeres, pero tiene que haber pruebas suficientes para un caso como éste”.En su vuelo en picada, a saber que más se va a llevar Blanco porque eso sí, él seguirá siendo Cuauhtémoc: el águila que cae.

Cuauhtémoc Blanco: Águila que cae | Opinión
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