Cuando el neurocirujano Víctor Rodríguez empieza a cortar el cráneo del paciente con una pequeña sierra eléctrica, huele un poquito a quemado. En un quirófano de un hospital moderno en un país desarrollado —por ejemplo, uno de La Paz de Madrid un día de abril de 2025—, la mezcla entre lo pedestre —la cubeta que recoge la sangre, el cabezal para sostener el cráneo, que recuerda a un instrumento de tortura…— y la tecnología más avanzada —zumbantes monitores, un navegador robótico llamado ExcelsiusGPS— puede resultar desconcertante para un visitante ajeno a la profesión. Pero esa seguramente sea la clave de lo que pasa allí: unos señores tienen que encontrar los hilos que unen algo tan abstracto y asombrosamente complejo como el funcionamiento del cerebro, con todas esas células y sustancias blancas y grises que tienen delante, para intentar arreglarlo.Así que toda ayuda que pueda tener el cirujano para aumentar su precisión hay que aprovecharla, explica Rodríguez, que a sus 31 años es el primer especialista que utiliza un robot como el ExcelsiusGPS en España para una intervención de hidrocefalia, una afección bastante común que puede llegar a tener consecuencias muy graves por un exceso de líquido cefalorraquídeo en el cerebro. Se trata de una técnica muy incipiente en todo el mundo —hay muy pocos precedentes publicados—, pero que va a seguir abriendo vías de mejora en el campo de la neurocirugía por medio del uso de este tipo de robots, asegura Rodríguez.Víctor Rodríguez analiza las pruebas del paciente que está a punto de operar.Victoria IglesiasLo explica en una abarrotada cafetería frente a La Paz unos días antes de la intervención, la quinta que ha hecho usando el navegador robótico, con muy buenos resultados en todos los casos. Cuenta que nació en el barrio madrileño de Vicálvaro, que su padre tiene una charcutería y su madre, aunque estudió Enfermería, nunca ejerció. Y que cuando estaba en bachillerato freía a preguntas al profesor de Biología: “Si él no sabía la respuesta, me iba pasando material. También investigaba yo por mi cuenta, en la enciclopedia, buscaba en Google… Quería saber cómo funcionan el cuerpo y las enfermedades. Tenía desde niño un sentimiento de curiosidad extrema y sabía que ninguna carrera que no fuera Medicina me lo podía aplacar”.Aunque piden mucha nota, no fue problema obtener una plaza en la Autónoma de Madrid. En todo caso, “no tenía plan B”; si no lo hubiera conseguido a la primera, habría repetido la Selectividad. Lo mismo le pasó cuando llegó el examen del MIR: entre sus solicitudes, solo había departamentos de neurocirugía. Vocación que terminó de tomar forma durante su periodo de residente en La Paz, donde ha seguido vinculado durante años con distintos contratos temporales.Momento en que el brazo robótico guía la intervención.Victoria IglesiasAsí que sus objetivos se iban cumpliendo, pero su curiosidad extrema nunca se llegaba a aplacar: ¿por qué hacemos este procedimiento de esta determinada manera? ¿No habrá otra mejor? Rodríguez explica que los robots que se usan en neurocirugía tienen sistemas de control compartido: “Trabajas conjuntamente con el robot, que te ayuda a tener más precisión”. Eso hace el ExcelsiusGPS, que al sistema de navegación —conecta durante la operación las resonancias y escáneres previos con la posición exacta del paciente, de modo que ofrece al cirujano un mapa detallado de por dónde se está moviendo— le suma un brazo que ayuda a dirigir la trayectoria de las intervenciones.Esta máquina llegó a La Paz en 2023 y comenzó a usarse para lo que se suele utilizar, sobre todo, para implantar tornillos en las vértebras, hacer biopsias o colocar electrodos para detectar qué zona del cerebro genera crisis epilépticas. Pero, si servía para implantar cosas en un punto exacto del cerebro, ¿por qué no implantar también válvulas de derivación para tratar la hidrocefalia? “La intervención [se practican unas 4.000 al año en España] consiste en introducir un catéter en las cavidades de líquido del cerebro, un tubito que llevará el líquido por debajo de la piel hasta el abdomen, que tiene una capa, el peritoneo, que es como una esponja que lo absorbe. Se crea un flujo continuo, pero regulado por una válvula que hace de freno; en función de las necesidades del paciente, deja pasar más o menos líquido”. La operación se suele hacer sin ayuda de tecnología “y lo normal es que no dé problemas, pero a veces falla”. En concreto, en torno al 15% el primer año, y otro tanto el segundo, según la literatura revisada por Rodríguez. Suele fallar porque el catéter toca un poco el cerebro y acaba obstruyéndose. Así que la idea era usar el robot para colocarlo exactamente donde el cirujano sabe que funcionará mejor: “El robot me dice por dónde lo tengo que meter y hasta dónde, cuándo parar. Puedo programar al milímetro dónde dejo una punta, dónde quiero que queden los laterales…”.La válvula que se va a colocar al paciente de hidrocefalia.Victoria IglesiasDe momento, con la poca evidencia que hay, explica que con el robot se reduce un 66% la posibilidad de error. “Pero puede ser más”, asegura. Ha presentado la técnica en algunos congresos y está preparando una publicación científica. Además, está convencido de que se puede emplear el robot en otros procedimientos de extracción de líquido, de implantación de electrodos —para tratar párkinson, TOC, la distonía…— e, incluso, aunque esto ya tendría bastante más complejidad, para la extracción o apertura de conductos.“Yo creo que llegará un punto en el que el robot nos va a poder ayudar casi con cualquier procedimiento cerebral. Ayudar, nunca sustituir al cirujano. Pero en cuanto haya un robot en cada hospital, creo que usarlo va a terminar siendo lo normal. ¿Cuánto queda para eso? No lo sabemos”. El ExcelsiusGPS, en concreto, cuesta en torno a un millón de euros. Dice que en la Fundación Jiménez Díaz, hospital en el que empezó a trabajar poco después de su última intervención para volver a colocar una válvula que había dejado de funcionar, espera “poder llevar a cabo un proyecto de robótica”.

El cirujano pionero en usar un robot para intervenir la hidrocefalia en España | EL PAÍS Semanal
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