En el cine español hay un secreto a voces: apenas se hacen películas sobre la gente rica que es rica desde siempre. A medio camino entre la falta de confianza en su comercialidad y el exiguo conocimiento de un mundo tan exclusivo, lo cierto es que, salvando algunos títulos de carácter puramente político, son poquísimos los acercamientos al poder y al dinero poseídos desde la cuna. Entre otras cosas, por eso resulta tan peculiar una película como El talento, tercer largometraje de ficción de Polo Menárguez, seis años después del excelente El plan, historia aquella de ambientes radicalmente opuestos, aunque con un tema común: los conflictos de clase.Más informaciónDos aspectos más contribuyen al atractivo inicial de El talento. Primero, la presencia como coguionista y coproductor de Fernando León de Aranoa. Y segundo, la novela y el escritor elegidos para llevar a cabo esa operación reflexiva en torno al dinero, los favores, la elegancia, la (in)dignidad, la corrupción, la hipocresía y la infidelidad: La señorita Else, escrita por el reputado escritor austriaco Arthur Schnitzler en 1924. Así, el esnobismo y el lujo de los ambientes de la localidad italiana de San Martino di Castrozza, punto de encuentro de la alta sociedad vienesa en los primeros años del siglo XX, se traslada a la fiesta de cumpleaños de una joven española en un palacete con cientos de invitados. Sin embargo, pese a la atracción preliminar del conjunto, variados aspectos en el proceso artístico de El talento lo van devaluando. Para empezar, la evidente dificultad de convertir en imágenes y diálogos una novela (corta) tan abstracta como La señorita Else, narrada por Schnitzler a través de un extenso monólogo interior: el de una chica a la que su propia madre pide un favor relacionado con la ruina económica de su padre, a punto de ingresar en la cárcel y al borde del suicidio, y así salvar a la familia y su propio futuro. Quizá conscientes de la extrema dificultad de trasladar a prosa cinematográfica las características narrativas del libro, Menárguez y León de Aranoa han optado por componer un relato más concreto, de ensoñadora angustia, nocturno y acotado en un tiempo mínimo, que pretende entroncar con otra de las más famosas adaptaciones cinematográficas del escritor vienés: Eyes Wide Shut, de Stanley Kubrick, basada en Relato soñado. Así, imágenes como la de la mujer desnuda interrogándose delante del espejo, los efectos de cámara y montaje, y hasta los extraños dibujos de la pared de una habitación, parecidos no por casualidad a los de uno de los suelos del hotel de El resplandor, remiten, salvando todas las distancias, al universo de Kubrick.Pedro Casablanc y Ester Expósito, en ‘El talento’.Ahora bien, mientras Ester Expósito, estrella de la nueva televisión y de las redes sociales, hace un trabajo estimable en un papel con muchas aristas (está bien que, como en la novela, los adaptadores no hayan dibujado una joven inocente y virginal, y sí con un punto de desconsideración y de ambiciosa ambigüedad), Pedro Casablanc borda el tono rijoso de cierto poder sin forzar nunca el gesto ni la declamación. Buena parte del resto de intérpretes (todos los jóvenes y algún adulto) sucumben a una imitación del estereotipo pijo, acrecentado por unas situaciones un tanto gruesas con las que los autores subrayan en demasía su imbecilidad. Consecuencia: no parecen gente de clase alta, sino impostores de gente de clase alta.Más informaciónDe modo que, excepto un sobresaliente añadido de texto relacionado con el sacrificio bíblico de Abraham e Isaac, que Casablanc engrandece con su agudeza, la película pocas veces logra ese retrato de las distintas formas de prostitución moral (y física) de la gente de arriba que Schnitzler describió en poco más de 100 páginas de pensamientos juveniles hace 101 años.El talentoDirección: Polo Menárguez.
Intérpretes: Ester Expósito, Pedro Casablanc, Mireia Balic, Juan Pablo Fuentes.
Género: drama. España, 2025.
Duración: 101 minutos.
Estreno: 5 de septiembre.

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