Se conocieron a principios de los años setenta en la Universidad de Indiana. Sentada en el suelo, Lisa Paglin repasaba unas partituras para su clase de piano. “Marianna, que ya era una gran cantante de ópera, recién llegada de Nueva York envuelta en un abrigo elegante y altos tacones, se me acercó para preguntarme por el aula de Margaret Harshaw”, recuerda la soprano retirada y cofundadora del New Voice Studio. Tras ese primer encuentro, no perdieron el contacto. “Lisa se convirtió en una estrella de la Staatsoper de Viena”, relata Marianna Brilla al teléfono. “Pero, al igual que yo, empezó a sentir que algo en la técnica no funcionaba, que la voz no respondía como debía”. Más informaciónCasi al mismo tiempo, decidieron aparcar sus carreras como cantantes para reeducar sus voces. “Estudiamos grabaciones históricas, consultamos a especialistas como Maria Carbone y leímos tratados de los grandes maestros en busca de un método propio”, prosigue Brilla, que tras consultar a 27 profesores solicitó una beca Fulbright que le permitió investigar in situ sobre las raíces del bel canto. “Vivimos en Roma, Florencia, Milán…”, añade Paglin. “Pero fue en Osimo donde montamos nuestro propio estudio”. Casi tres décadas después, los lugareños de esta colina histórica con vistas al Adriático describen el antiguo palazzo que adquirieron entonces como un “santuario de voces”. Allí acuden cada año cantantes de toda condición: recién salidos del conservatorio o con cachés de cinco cifras por función, principalmente del mundo de la ópera, aunque también del pop y el jazz. “Nuestros tres principios básicos son la espontaneidad, la belleza y la libertad”, sintetiza Paglin. “Hoy en día la voz está muy planificada, no se cultiva el canto natural y hay una obsesión enfermiza por la potencia y el volumen que genera una gran tensión muscular”. Para Brilla la clave está en la respiración: “No se necesita más que un dedal de aire, pero bien administrado, como hacen los bebés de manera intuitiva. Ese fue el secreto mejor guardado del barítono Gino Bechi…”. Marianna Brilla (izquierda) y Lisa Paglin, fundadoras del New Voice Studio, trabajan con una alumna en su estudio de Osimo.Alex Delfont (CORTESÍA)Su revolucionario método de entrenamiento y rehabilitación vocal ha sido acogido con entusiasmo por los agentes de artistas y directores de orquesta más veteranos, acostumbrados a presenciar carreras tan meteóricas como fugaces. “No hace falta señalar a nadie, pues por desgracia sobran los ejemplos”, reconoce Brilla. “Caruso no necesitaba gritar para llenar el teatro, pues todo se reducía a una cuestión de equilibrio en el tono: alto en la cabeza y profundo en el cuerpo”. Y añade Paglin: “En los setenta a los cantantes les costaba alcanzar la madurez con una voz sólida. Hoy el fenómeno se ha agravado con la moda de las voces grandes en salas de inmensas proporciones”. Hace algunos años el Festival Rossini las contrató para impartir una clase magistral en Pésaro. “El maestro [Alberto] Zedda se desesperaba”, rememoran al unísono. “Decía que muchos cantantes se lucían en las audiciones, pero que luego no aguantaban una ópera completa”. Se quejaba el director y musicólogo del exceso de potencia, de las bocanadas exageradas de aire y de los problemas de afinación en los pasajes a varias voces. “Y lo que era peor: de no ser por los sobretítulos, nadie entre el público podría enterarse del argumento del libreto en cuestión”, lamentan. “¿Dónde queda la expresión del fraseo y la belleza de la palabra en legato? No hay más que ver la cara de esfuerzo de algunos cantantes para percatarse de la preocupante situación del canto moderno”.Brilla y Paglin, junto al piano en el Teatro de la Ópera de Osimo.Teatro la Nuova FeniceNo hay fecha exacta del declive de la técnica de la vieja escuela. “El buen estilo cantabile all’italiana se fue perdiendo de manera gradual”, confirma Paglin. “Poco a poco la emisión fluida y versátil fue dando paso a nuevas teorías vocales sobre la resonancia y el volumen que no hacían justicia a las verdaderas intenciones de los compositores”. Las sopranos estadounidenses consideran un error responsabilizar a Wagner, Verdi y Puccini de la sobreactuación efectista y poco dada a los matices en que devino parte del repertorio. “Las generaciones posteriores incurrieron en un exceso de emoción que, sin la preparación adecuada, está condenada al desastre”. Eso explica la casi total ausencia de divos en la actualidad. “Esta singular condición artística, cuya última representante fue la Tebaldi, obedece una rara mezcla de talento, musicalidad, carisma, buena presencia y, lo que es más importante, una confianza absoluta en la técnica”, reflexiona Brilla, quien en cierta ocasión coincidió con Maria Callas en un “diminuto ascensor” de la Escuela Juilliard de Nueva York. “Me atreví a preguntarle si al año siguiente volvería a impartir su masterclass, a lo que me contestó: ‘Querida, yo no doy clases…’. Y ese ha sido el gran drama de la ópera: que quienes mejor sabían cantar no fueron capaces de transmitir sus conocimientos a los demás”. Una estudiante ensaya con las dos sopranos retiradas.Alex Delfont (cortesía)Hasta el estudio Brilla-Paglin de Osimo, con sus imponentes cuestas y sus famosas estatuas de hombres sin cabeza, han ascendido ya casi 50 cantantes de ópera. “Cada caso es un mundo, pero nuestra tasa de éxito se mantiene al 100%”, se jactan. “Hemos ayudado a gente muy famosa, pero no podemos dar nombres, pues las lesiones vocales siguen siendo un estigma, un signo de debilidad”. Algunos artistas españoles, como la soprano Raquel Andueza y el contratenor Nacho Castellanos, han reconocido abiertamente la eficacia de su método. “Además de los seminarios grupales, desde hace años hacemos seguimiento online, lo cual agiliza mucho el proceso”. En 2012 se viralizó un artículo de Paglin en el que advertía de los peligros de las cirugías a las que se había sometido la artista británica Adele, quien después de leerlo estuvo a punto de ponerse en sus manos. “Es una maquinaria perversa que, por un lado, arruina las voces de los cantantes y luego los repara quirúrgicamente a la espera del próximo pinchazo”, denuncia la autora del texto. Luego es Brilla quien habla: “La rehabilitación vocal ofrece muchas más garantías. Porque en vez de añadir más peso a la mochila, la vacía de piedras para demostrar que la solución está siempre dentro de uno mismo, no fuera”. Y concluye: “Al final, la mejor técnica es la ausencia de técnica”.

El ‘taller’ de un pueblo de Italia donde dos sopranos retiradas ‘reparan’ las voces rotas de la ópera | Cultura
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