“Aunque casi nadie conocía mi obra Burgtheater en 1985, perdí mi buen nombre en Austria y quedé marcada para el resto de mi vida”, dice Elfriede Jelinek en una conversación abierta con el dramaturgo Milo Rau. La escritora austriaca publicó la obra en 1982 en manuskripte, una revista literaria marginal donde pasó desapercibida, y la estrenó tres años después en Bonn, no en Viena, pero provocó de inmediato un revuelo mediático en su país natal. La obra, con el irónico subtítulo Farsa con canto, denuncia la complicidad de la familia de actores más querida de Austria, el clan Wessely-Hörbiger, con el nazismo. “Nuestros actores y actrices austriacos no fueron seguidores, fueron perpetradores. Y nadie los llevó jamás ante un tribunal”, dice Jelinek.Más informaciónEra la década de los 80 y, como ocurrió en el escándalo de Thomas Bernhard y su obra Heldenplatz, aún prevalecía la tesis de que Austria había sido la primera víctima de Hitler y no se asumía oficialmente la responsabilidad histórica. La prensa sensacionalista acusó a Jelinek de lanzar una caza de brujas y falsear la historia del país. Era una “traidora”, “insulta a Austria”. Y Jelinek prohibió las representaciones (hizo una única excepción pasados veinte años con un montaje en el Theater im Bahnhof de Graz). Paula Wessely y Attila Hörbiger son los protagonistas de la película más detestada por Jelinek, Heimkehr (Regreso a casa, 1941), un filme de propaganda nazi dirigido por Gustav Ucicky, hijo ilegítimo de Klimt, con música interpretada por la Filarmónica de Viena. La historia narra la opresión de la minoría étnica alemana en suelo polaco, que obliga, claro, a Hitler a invadir Polonia.El matrimonio trabajó con entusiasmo para la industria del entretenimiento del Tercer Reich. Tras una breve prohibición en 1945, recibió la oportunidad de lavar su imagen en la película El ángel con la trompeta, en el papel de una familia de raíces judías perseguida por los nazis. En la década siguiente, junto con sus tres hijas y el hermano de Attila, Paul Hörbiger, formaban la dinastía real del Burgtheater (Teatro Nacional de Austria). La gran actriz Elisabeth Orth, que falleció el sábado con 89 años y por la que el teatro está de luto, para evitar el peso del apellido familiar eligió el de su abuela.Itay Tiran, Tilman Tuppy, Mavie Hörbiger, Willfried Kovárnik y Dora Staudinger, en ‘Burgtheater’.Tommy Hetzel (Burgtheater)Jelinek recordó su pasado en Burgtheater y se granjeó el odio que aún despierta en la acera conservadora de Austria, que es ancha y peatonal. Tiene detractores transfronterizos, no obstante. Incluso en Suecia. Knut Ahnlund abandonó la Academia a modo de protesta tras la entrega del Premio Nobel de Literatura en 2004 por considerar su obra como pornográfica. Pero su teatro político y su dramaturgia de laboratorio, insubordinados a la mercantilización, también tienen sus devotos y su alfombra roja, que incluye el Teatro Nacional de Austria, el Festival de Viena y los grandes escenarios del país, que solo este año han incluido otros cinco dramas en cartel.La escritora ha confiado en el expediente del dramaturgo y cineasta Milo Rau, al que le gusta trabajar con historias reales y está familiarizado con la controversia —desde Los juicios de Moscú, una recreación en 2013 del proceso a las componentes de la banda Pussy Riot, tiene prohibida la entrada a Rusia—, y le ha concedido los derechos de la obra Burgtheater para su estreno en el Burgtheater, en el bulevar del Ring, en el escenario “donde duele”. Y la ha devorado.Rau es el director artístico del Festival de Viena y el pasado 8 de mayo, aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, convocó al público para una lectura única de Burgtheater a cargo del elenco protagonista. Ahora se entiende que su propuesta es un trabajo en dos actos: el segundo transcurrió en la première del domingo en una adaptación libre, que encaja en cualquier caso con la idea que tiene de las artes escénicas la propia Jelinek.Birgit Minichmayr y Caroline Peters, en un momento de ‘Burgtheater’.Tommy Hetzel (Burgtheater)Si en la obra original no se mencionan los nombres del clan pero es fácil reconocerlos, Rau lleva más lejos la sátira y no solo los identifica, sino que escenifica la secuencia favorita de Heimkehr de Joseph Goebbels, un entendido cinéfilo, aunque rendido a su propia propaganda. La parodia de Rau parece decirle a la platea: ¿se dan cuenta de lo filonazi que era la película?, ¿comprenden de dónde venimos, cómo nos ensartaban el nazismo?, ¿entienden la responsabilidad de un actor, de una producción de teatro, de cine? Ante la catarsis dramática del nuevo teatro político de Rau, el texto original de Jelinek queda reducido a una espora inquietante.En su conversación con Milo Rau, que acompaña el programa, Jelinek dice: “Exactamente eso hicieron estos actores y actrices en la época nazi. Tomaron el poder brutal de los nazis y lo pusieron en los corazones de la gente, donde lo anclaron, y así lo envenenaron”. En otro pasaje la obra recrea una llorosa segunda escena, esta vez del filme de posguerra El ángel con la trompeta. El montaje se presenta en un escenario giratorio reforzado por una gran pantalla con los rostros de los actores filmados en directo. “¡Que no falte subtexto!“, grita sardónico un personaje.Los malabares metaliterarios son constantes. La actriz Mavie Hörbiger, miembro de la compañía del Burgtheater desde 2011, emociona con un monólogo sobre la obra, que es a la vez un monólogo sobre su familia y sobre ella, porque para recitarlo abandona su personaje. En la obra encarna a su abuelo, Paul Hörbiger —uno de sus papeles más recordado es el del portero de Harry Lime (Orson Welles) en la película El tercer hombre—. Cuando acabó la Segunda Guerra Mundial, con la cabeza rapada, Paul se asomó al escenario en ruinas del Burgtheater, donde se reunía una muchedumbre que, al verlo, empezó a aplaudirle. ¿A quién aplaudía?, se pregunta Mavie Hörbiger. ¿Al actor oportunista que trabajó en mil comedias en el Burgtheater durante el Tercer Reich, al que llamó a votar sí en el referéndum del Anschluss, al que se unió a la Resistencia al final de la guerra y fue sentenciado a muerte por alta traición? “No lo sé”.La actriz Mavie Hörbiger durante su monólogo en ‘Burgtheater’.Tommy Hetzel (Burgtheater)Resulta meritorio que el teatro de vanguardia exhiba la capacidad de reírse y hacer reír a la platea con un material tan sensible como el pasado nazi de un país. En el epílogo, el actor Itay Tiran dice: “No hay business como la Shoah business” (risas).Para subrayar el estreno de Burgtheater, la Universidad de Viena ha organizado un simposio los días 22 y 23 de mayo: “Se abordarán temas centrales de la obra, que ahora adquieren nueva relevancia, como el comportamiento de los artistas en las dictaduras y la tensión entre oportunismo y resistencia en los sistemas totalitarios”.En el arranque del documental Elfriede Jelinek, el lenguaje desatado (2022, Claudia Müller, disponible en Filmin), una joven Jelinek, que comienza su carrera como escritora tras abandonar una traumática infancia sometida a una educación musical extrema por su madre, dice: “Ahora tendré que pensar en cómo conseguir el mayor impacto, es decir, el mayor impacto en el sentido político. No servirá con seguir inventando historias ingenuas”. Sin duda, lo ha conseguido. Ha convertido una obra sin apenas montajes en un clásico de la dramaturgia en alemán.

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