En pintura hay un género que se llama Memento mori que suele estar representado por una calavera y huesos. Recuerdo de la finitud de la vida. El ser humano siempre ha luchado contra los límites de su existencia. Pero se ha olvidado, en demasiados aspectos, del 50% de la población mundial: las mujeres. En el fondo existe la urgencia de un tratamiento y estudios específicos para ellas porque su organismo no trabaja igual que el de un varón. En la conversación aparece lo obvio: comer sano, no fumar, nada de comidas procesadas, mantener nuestra salud y hacer deporte; todo esto alarga la vida. Se sabe. Otras cosas no, o se quieren olvidar. Después están las enfermedades que puedes padecer, que resultan independientes a lo que cualquiera podría manejar. “Necesitamos quitar el velo que cubre la medicina de la mujer, que es, para mí, la necesaria e imprescindible en el siglo XXI”, indicó Guillermo Antiñolo, ginecólogo pionero en medicina fetal y terapias génicas en España, y autor de La revolución del genoma femenino (Planeta, 2025), “que es, creo, la medicina imprescindible de este siglo”. Es el momento de un viaje a través del cuerpo, sobre todo del de la mujer. El ejercicio mejora el sistema inmune. Nadie lo duda. Pero entremos en las incógnitas, con un caso difícil, de vida o muerte.El corazón de la mujer sufre un infarto de una manera distinta. Antiñolo cuenta cómo derivaron a su casa a una compañera con síntomas compatibles a esa enfermedad, apenas con un analgésico como todo tratamiento. Al ser una profesional se hizo ella misma un electrocardiograma y vio que su corazón iba bastante mal. Regresó y tenía razón. “Siete días en la UCI [Unidad de Cuidados Intensivos] y estuvo a punto de morir”, recordó el médico. Pero si no se enseña que existen esas dos medicinas, siempre se volverá a la casilla de salida. “Creo que la revolución pendiente en la medicina es que no sea estudiada desde un lugar [androcéntrico] donde se piense que todos son hombres”, advierte. No vamos a hablar hoy de Andalucía y los cribados. “La mujer resulta distinta”. Hablamos de adelantarnos a los problemas de la salud. Es tratarlas bien, es respeto. “Estas cosas pasan todos los días; diríase que no fueran reales, sin embargo ocurren”, remata. Existen estudios en Estados Unidos que revelan que tardan más en atender a las mujeres cuando van a urgencias. “Creo que corre prisa cambiar de perspectiva”, defendió el galeno. Del corazón es de lo que más fallecen las chicas.Otro campo tras la batalla es la menopausia. La vida de una mujer es una línea continua. Una de las claves reside en la pérdida de la fertilidad, pero no en relación a la maternidad, sino en la caída de los estrógenos —la principal hormona femenina—, que es el vértice sobre el cual gravita su salud: cardiovascular, ósea o mental. Al desaparecer su efecto protector envejecen casi al doble de velocidad que los hombres. ¿Respuesta? “Terapia hormonal sustitutiva, que solo utiliza un 8% de las mujeres, cuando probablemente hasta el 90% la puede tener con seguridad controlada”, indicó el médico. Al principio, algunos estrógenos provocaban cáncer cuando eran mucho más artificiales, pero eso hoy ha cambiado. Protecciones femeninasDurante este viaje, el tren no ha parado en otra voz brillante: Guadalupe Sabio Buzo, investigadora en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). En principio trabaja sobre la obesidad, pero si en alguna actividad humana las vías se entrecruzan es en la medicina. “Una de las protecciones que tienen las mujeres es su tejido adiposo, que sufre un menor estrés, al menos antes de la menopausia; parece que la proteja frente al cáncer hepático. O sea, está más resguardada de esta enfermedad porque su tejido resulta más saludable. Y afina: “Cuando hablamos de que una persona tiene obesidad no deberíamos hablar así. Porque, realmente, cuando estudiamos otros órganos en nuestro cuerpo, cuando estudiamos el hígado o el riñón, no los valoramos al peso”. E incidió: “Como la grasa es otro órgano, tampoco habría que hacerlo [así]”. Cambia la cercanía, la llegada a esa estación. “Tendríamos que comprender cómo funciona para saber cuándo está mal, y no siempre va correlacionado el peso con su función. Lo estamos estudiando”, aventuró. Escrito de otra forma, o contemplando al tren en la trayectoria contraria: “Cómo entender cuándo no funciona mal la grasa, da igual el peso, y de qué manera ser capaces de diagnosticar eso en la sangre”, reflexionó la experta en oncología. “Porque al final es un órgano endocrino y segrega sustancias que podemos detectar en el torrente sanguíneo. “Creo que hay que ir al territorio personal, individualizar la medicina y sus decisiones, pues es verdad que no todo el mundo tiene las mismas predisposiciones”, refrendó el ginecólogo.En la variedad de destinos que entremezclan la medicina con otras vías, se ha “puesto de moda” la inflamación crónica de bajo grado. “La obesidad crea ese problema, que significa que tu sistema inmune no es que tenga una infección aguda, sino que está en una activación de manera crónica; eso le hace propenso a dañar, poco a poco, todos tus tejidos y, también, que el sistema inmunológico se vuelva más viejo. Hay muchísimos estudios que indican que disminuir esta inflamación crónica mejora el hígado graso, la diabetes tipo 2 y la esperanza de vida”, desgranó Antiñolo. Urge una salud para todos y para todas.
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