EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.En medio del camino que sube desde la localidad de Famatina hacia el cerro homónimo, ubicado en la provincia argentina de La Rioja, una barrera recuerda que alguna vez ese trayecto fue cortado. A su lado está el refugio —o “garita”, como le llaman los lugareños—, una construcción realizada en el lugar exacto donde vecinos y vecinas pasaron más de un año a la intemperie para impedir que pasaran los camiones de la minera canadiense Osisko. En frente, un cartel da la bienvenida: “Usted ingresa al Valle del Famatina, aquí defendemos nuestro medio ambiente y la vida sin prisa”.El oro de este cerro fue famoso durante siglos. Los primeros pirquineros (mineros artesanales), arribaron apenas 100 años después de que Cristóbal Colón llegara a América. Entre fines del siglo XIX y principios del XX, una empresa británica se hizo cargo de la explotación del yacimiento La Mejicana —ubicado a 4.600 metros de altura en el Famatina—, y se convirtió en el mayor lugar de extracción de oro, cobre, hierro y plomo de Argentina. Para transportarlo, se construyó un cable carril que llevaba los minerales hasta Chilecito y, de allí, se enviaban por tren hasta Buenos Aires para su exportación. Hacia 1926, el yacimiento dejó de funcionar.“La construcción del cable carril fue una obra de ingeniería monumental y todavía atrae mucho turismo. Se promociona como un museo a cielo abierto de la minería del país, pero para nosotros es más bien un museo del saqueo, porque en el pueblo no quedó nada de esa riqueza”, cuenta Daniel Herrera (49 años), nacido en este valle y descendiente de dos familias que trabajaban la tierra.Daniel Herrera habitante de Famatina.Federico Barreña“De lo que siempre vivimos fue de los cultivos que son posibles gracias al agua que baja del Famatina”, continua. “Cuando era pibe la mayoría de los pobladores tenía una finca, no había grandes productores, pero les alcanzaba para su consumo y quedaba algo para la venta o intercambio. Y esa cultura agrícola se está recuperando con la defensa del cerro en estos últimos 20 años”.La defensaHacia fines de 2005, los pobladores que viven en las distintas localidades que rodean al cerro comenzaron a escuchar rumores de que la compañía canadiense Barrick Gold pensaba instalar un yacimiento a cielo abierto en el Famatina. No había información oficial, pero el creciente número de personas subiendo la montaña encendió la alarma.Francisco “Pancho” Peralta, un jubilado petrolero que se instaló en la zona unos años antes, tuvo un rol clave en ese despertar. Encarnando esa vida sin prisa que defienden, el hombre, de 89 años, relata cada detalle de la primera época de la lucha: “En ese entonces trabajaba en turismo, así que subía gente a la montaña casi todos los días, y empecé a ver un movimiento extraño”, dice. “Un día me contrató un geólogo que estaba dando clases a un grupo de jóvenes para que los subiera con mi camioneta. Recorrieron las distintas estaciones del cable carril y, cuando llegamos a la última, había otro geólogo que era de la Barrick para dar una clase”, recuerda. “Les contó cómo se perforaba, cómo se sacaba una muestra… Ahí me di cuenta de lo que estaba pasando”.Pocos días después, Peralta se encontró con Carolina Suffich, una docente referente de la lucha. Ella le contó sobre los rumores y, él, lo que había visto. Entonces convocaron a la primera reunión para esa misma noche en el salón parroquial. A ese encuentro fueron ocho personas y se definió continuar reuniéndose cada jueves. Semana tras semana llegaban más y más pobladores. Aprendieron lo que era la minería a cielo abierto y también sus consecuencias. Entendieron que si la Barrick se instalaba se quedarían sin agua o con sus aguas contaminadas, como ya les había pasado a otros pueblos de Argentina. Y decidieron resistir.Aspecto del 4to Festival Puentes de Agua en Famatina, en marzo 2025.Federico Barreña“La tarea de Carolina y las maestras fue muy importante porque tuvieron que hacer frente a la Barrick, que llevaba gente a las escuelas para hablar a favor de la minera”, cuenta Vicenta Luna (78 años), otra histórica de la asamblea. “Un día un alumno le dio un vaso con agua a uno de los que iba a dar esas charlas y le dijo que tenía cianuro. El hombre no la tomó y el chico le dijo: ‘Ah, no la toma. Bueno, nosotros tampoco queremos tomar agua contaminada´”.Mientras el campamento con los trabajadores de la Barrick seguía creciendo, los vecinos y vecinas se informaban cada vez más. En marzo de 2007, Peralta llevó a la asamblea una propuesta: pasar a la acción. Se definió bloquear el camino que iba hacia donde se estaba instalando la empresa canadiense para aislar a los trabajadores. El 8 de abril, a las 20 horas, quince personas se instalaron en la ruta. Peralta había llevado una cadena larga que había traído de cuando trabajaba de petrolero en el sur: “Cuando los tipos bajaron de la montaña y vieron que no podían pasar, se devolvieron sin decir palabra. Habíamos dado el primer paso”, relata, con los ojos aún iluminados por el recuerdo. “Al día siguiente vinieron directivos de la Barrick. Se había juntado muchísima gente y el mandato fue claro: ‘Váyanse. Famatina no los necesita’”.Durante meses los pobladores hicieron guardias día y noche para sostener el bloqueo. En mayo de 2007, Barrick Gold anunció que se retiraba de Famatina. Habían ganado la primera batalla. Pero sabían que vendrían otras.Aspecto del río camino a la localidad de Famatina, en la provincia argentina de La Rioja.Federico BarreñaFuera todas las minerasA partir de allí, la vida de los pueblos que rodean el cerro cambió para siempre. Sostuvieron el corte para asegurarse de que la empresa no volviera durante más de un año y, en paralelo, continuaron las reuniones semanales y la confección de folletos informativos.En los años siguientes, otras cuatro mineras quisieron instalarse: la china Shandong Gold, en 2008; la canadiense Osisko Mining, en 2011; y las de capitales argentinos Midais (2015) y Seargen (2018). El bloqueo de los caminos a las minas fue la principal herramienta de resistencia: una medida de gran exigencia física, no solo por las condiciones adversas de las montañas, sino porque en algunos momentos esto llevó a enfrentamientos cuerpo a cuerpo.Luna todavía guarda los tirachinas — o gomeras, como se les llama en Argentina— que utilizaron. “Con esto nos defendimos cuando echamos a la Osisko, hicimos como cien”, cuenta mientras exhibe con orgullo esa madera con banda elástica que conserva como un trofeo.Herrera, igualmente, describe que cada una de esas luchas tuvo sus particularidades: “La empresa china se fue bastante rápido, pero con las otras hubo que resistir mucho más. Uno de los bloqueos duró más de año y medio, y no es fácil aguantar ahí arriba el frío, la lluvia, las amenazas. También nos cortaron las comunicaciones, nos espiaron, nos persiguieron por el pueblo y nos hicieron causas judiciales”.En esas épocas en las que no tenían señal de celulares, una anécdota que Peralta, Luna y Herrera recuerdan fue que el sacerdote, Omar Quinteros, llamaba al pueblo a juntarse usando la campana de la parroquia.Aspecto del camino a la localidad de Famatina.Federico BarreñaTras haber expulsado cinco mineras, abrazados de sus montañas de colores rojizos y sus cursos de agua limpias, los habitantes de las localidades que rodean al Famatina lograron continuar viviendo sin prisa: muchos tienen pequeñas parcelas de tierra con cultivos, como nogales, frutales, tomates, y también hay productores de mayor escala. Otra de las actividades económicas de la región sigue siendo el turismo.La conformación de las asambleas ambientales que protagonizaron estas resistencias fueron y son heterogéneas, hay diferencias políticas y culturales, y también hay cientos de pobladores que no participan de las reuniones. Sin embargo, no hay persona en estos pueblos que desconozca su historia reciente y que, según afirman, no esté dispuesta a volver a defender el cerro porque hay una decisión colectiva e inquebrantable: “El Famatina no se toca”.

Famatina, el pueblo argentino que ha expulsado a cinco mineras de su territorio | América Futura
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