![]()
En el Batallón de Intendencia N.º 1 Las Juanas, donde el funcionamiento continuo de las máquinas de confección organiza el ritmo del día, el soldado profesional Juan José Peláez halló un espacio distinto al que conocía. Este lugar, encargado de producir el uniforme completo del personal militar, ha recibido a cerca de 300 soldados reubicados por diversas circunstancias.A este grupo pertenece Peláez, un urabaense que pasó de operar junto a un binomio canino en zonas de riesgo a desempeñarse en la marroquinería, habilidad con la que obtuvo dos medallas de oro en competencias WorldSkills regionales y nacionales. “Portar el camuflado es un orgullo que no se explica. Uno se siente parte de algo más grande”, afirma.A lo largo de varios años hizo parte del grupo EXDE en el Cauca. Su compañía permanente fue una perra antiexplosivos con la que conformó un binomio que, según recuerda, “salvó muchísimas vidas”. Este can detectó alrededor de siete artefactos explosivos improvisados que pudieron haber generado afectaciones a uniformados y habitantes de la zona. En momentos de hostigamiento, la reacción del animal la llevaba a huir, y Peláez debía regresar por ella. “Yo podía defenderme, pero ella no”, relata.El soldado junto a varias de las personas que lo acompañan en su labor. Foto:CortesíaMás adelante le comunicaron que la perra sería retirada del servicio por pérdida de olfato, decisión que lo llevó a adoptarla. En su hogar la integraron de inmediato, aunque la enfermedad que desarrolló posteriormente impactó de forma profunda a su familia. “Mi mamá la cuidó hasta el final. Fue doloroso para todos”, señala al recordar ese periodo.El paso siguiente para Juan José ocurrió cuando fue reubicado por motivos médicos y asignado a Las Juanas, una unidad con funciones específicas dentro del Ejército. En este espacio los soldados elaboran desde el calzado hasta los uniformes institucionales. La transición representó un giro completo en su rutina anterior. “El cambio del fusil a las máquinas es como un descanso del alma”, comenta.De operar en escenarios de tensión pasó a trabajar en un entorno estable, donde comenzó a explorar una habilidad que no conocía. “No sabía ni prender una máquina”, expresa. Sin embargo, al iniciar el trabajo con cuero y comprender su proceso de ensamblaje, identificó rápidamente afinidad con el oficio. El soldado en su labor. Foto:Cortesía“Le cogí amor a esto. Es mi trabajo ahora, es mi forma de servir a mis compañeros y a la patria”, afirma. Su entrenamiento lo llevó a participar en las competencias WorldSkills, donde debía elaborar un bolso bajo presión de tiempo y con acabados exigentes. Cumplió los requerimientos en menos tiempo y alcanzó el primer lugar regional y nacional.Desde su mesa de trabajo, con las piezas organizadas para el proceso de confección, Peláez proyecta metas dentro de la línea de producción. “Quiero seguir escalando. Algún día quiero ser jefe de planta”, dice. Más allá de ese objetivo, identifica en su esposa y su hija la motivación principal para continuar su desarrollo.Las Juanas funciona hoy como un espacio donde numerosos soldados adquieren nuevas capacidades técnicas y desempeñan una labor orientada a suministrar la intendencia, el material de campaña y otros elementos para las fuerzas militares. Es un punto en el que convergen la disciplina institucional y los procesos manuales de confección.En esta planta, cuyo nombre honra a las mujeres que participaron en los procesos libertadores, el soldado que recorrió el Cauca ahora trabaja en la fabricación de botas que llevan su sello personal. Su oficio cambió, mientras su vocación de servicio se mantiene presente.Redacción JusticiaJusticia@eltiempo.comMás noticias de Justicia:
