En los últimos años, la lucha contra la mutilación genital femenina (MGF) ha recibido una creciente atención internacional. Naciones Unidas la considera una violación de los derechos humanos, y gobiernos y ONG invierten ingentes recursos en su erradicación. Sin embargo, pese a los avances logrados en algunos países, más de cuatro millones de niñas y mujeres siguen siendo mutiladas cada año, y la práctica sigue fuertemente arraigada en comunidades de países de África, Oriente Próximo y Asia. En este contexto, la pregunta clave persiste: ¿qué políticas son más efectivas para luchar contra la MGF?La legislación contra la MGF, basada en prohibiciones y sanciones, ha sido la estrategia más promovida por gobiernos y organismos internacionales para reducir su prevalencia. Además, junto a estas medidas punitivas, también se han implementado otras políticas, como la expansión del acceso a la educación y campañas de concienciación sobre sus graves consecuencias para la salud. No obstante, la evidencia muestra que, aunque algunas de estas medidas han contribuido en ocasiones a reducir su prevalencia, no son suficientes para erradicarla. Para eliminar una práctica profundamente arraigada en la identidad cultural y la tradición de muchas comunidades, son necesarias intervenciones que promuevan cambios profundos en la identidad y la cultura local.El 30% de las mujeres nigerianas han sido mutiladas, siendo prevalente en comunidades pertenecientes a los principales grupos étnicosEn un estudio reciente, analizamos cómo ha impactado en la MGF uno de los fenómenos que más han transformado la cultura africana en las últimas décadas: la llegada de la tecnología 3G, que ha conectado a internet de alta velocidad a millones de personas a lo largo y ancho del continente. Para analizar los efectos de este fenómeno, nos centramos en Nigeria, un país donde la tecnología 3G se ha expandido a nivel nacional y la MGF sigue siendo una práctica extendida. Según la encuesta de salud y demografía MICS (2021), el 30% de las mujeres nigerianas han sido mutiladas, siendo prevalente en comunidades pertenecientes a los principales grupos étnicos.Nuestra investigación muestra que el acceso a internet reduce en aproximadamente un 30% la probabilidad de que una niña sea sometida a la MGF, especialmente en comunidades rurales de Nigeria. Además, los resultados indican que internet disminuye significativamente el apoyo social a esta práctica. En línea con nuestra hipótesis, también hallamos que el acceso a internet reduce el estigma del sexo prematrimonial. Por otra parte, cabe preguntarse si el impacto de internet está más relacionado con el papel de las redes sociales en la amplificación de campañas contra la mutilación genital. Nuestros resultados, sin embargo, sugieren que el efecto de estas campañas es muy limitado, y que los efectos en mutilación genital tienen más que ver con el acceso a contenidos culturales que ofrecen otras representaciones de la mujer y de su sexualidadPero, ¿por qué internet podría reducir la MGF? En Nigeria, esta práctica está asociada con el control de la sexualidad femenina: se cree que una mujer no sometida a la MGF tendrá una vida sexual menos “controlada”, es decir, que se volverá más “promiscua”, comenzando su vida sexual antes del matrimonio y mostrando menor fidelidad a su esposo. En comunidades remotas en las que el sexo fuera del matrimonio está muy estigmatizado, internet permite el acceso a películas, series, vídeos y otros contenidos que introducen nuevas referencias culturales sobre la feminidad y, en particular, sobre el papel del sexo fuera del matrimonio. Si internet contribuye a desestigmatizar las relaciones prematrimoniales, también podría dejar sin valor la MGF, facilitando su desaparición en estas comunidades.Si internet contribuye a desestigmatizar las relaciones prematrimoniales, también podría dejar sin valor la MGFLas conclusiones de nuestro estudio tienen implicaciones importantes para las políticas de desarrollo y derechos humanos. Aunque la educación y la legislación son fundamentales para el desarrollo, no bastan por sí solas para erradicar prácticas profundamente arraigadas en la cultura y la identidad. Acabar con estas tradiciones exige transformaciones culturales más profundas, que eliminen el valor social atribuido a estas prácticas, como el control de la sexualidad de las mujeres. La tecnología y la conectividad ofrecen una oportunidad para acelerar el cambio desde dentro de las comunidades, permitiendo que el acceso a nuevas ideas y valores genere transformaciones profundas. La experiencia de Nigeria demuestra que, en el siglo XXI, la revolución digital también puede ser una revolución en derechos humanos. No obstante, esta transformación también conlleva riesgos, como la erosión de culturas ancestrales.Jorge García Hombrados es investigador Ramón y Cajal en la Universidad Autónoma de Madrid e investigador invitado en J-PAL. Daniel Pérez Parra es estudiante doctoral de economía en la Universidad Gustave Eiffel. Ambos son autores del informe Internet, Identidad de las Mujeres y Mutilación Genital Femenina.

La alta velocidad puede reducir en un 30% el riesgo de la mutilación genital femenina en Nigeria | Planeta Futuro
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