Corren tiempos difíciles. En los EE UU, un patán grosero se sienta en el Despacho Oval. En Moscú, quien preside la Federación de Rusia es un siniestro personaje que trabajó previamente 16 años como oficial de inteligencia exterior del KGB, la agencia de inteligencia de la Unión Soviética, y por extraño que parezca ambos actúan como pareja de hecho, uniendo intereses inicialmente contrapuestos con la prepotencia de quienes se creen dueños del mundo.Y es en este complicado entorno cuando se pueden contemplar los seis capítulos de La frontera del Este (Max), una producción polaca en la que una vez más se comprueba que la ficción ayuda a comprender la realidad, sobre todo a los indoctos como quien suscribe, pues poco o nada conocía sobre las tensas relaciones entre Polonia, Bielorrusia y, al parecer, el muy importante desde un punto de vista de estrategia militar corredor de Wuwalki, eje central de la estimable serie.Más informaciónCreada por Wojciech Bockenheim, tiene todos los ingredientes indispensables de las tramas de espías, en las que una de las condiciones esenciales es la de que nada ni nadie es lo que parece. Quien inicialmente es amigo se demuestra después que es enemigo, y en eso hay que reconocer que la dirección del Partido Popular patrio se asemeja a una historia de espías, salvando las distancias y pidiendo disculpas al escritor John le Carré, pues quien cultivó durante años una imagen de moderación en Santiago de Compostela al llegar a la poltrona de la madrileña calle Génova devino en ultraderechista por culpa de unos resultados electorales insatisfactorios.Y ya que hablamos de Polonia, cabe citar otra de sus series, Solo una mirada, que incluye Netflix en su catálogo, una interesante producción basada en una de las novelas del muy prolífico Harlan Coben en la que se narra la dolorosa búsqueda por parte de Greta de Jacek de su misteriosamente desaparecido marido por una Varsovia en la que, al parecer, todos los coches son de alta gama y, además, no pueden estar más limpios y relucientes. Es casi como si los guionistas Agata Malesinska y Maciej Kowalewski quisieran rendir un homenaje a los túneles de lavado. Ironía barata aparte, lo cierto es que Solo una mirada cumple con el primer deber de toda serie que se precie: mantener a quien la contempla pegado al sofá y sin cambiar de canal durante su emisión. Menos da una piedra.

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