En un yacimiento arqueológico de los montes Orăștie, a unos 400 kilómetros al oeste de Bucarest, dos cazatesoros encontraron en el verano de 1999 dos brazaletes de oro de más de 2.000 años. Esa zona, una colina cercana a Sarmizegetusa Regia, la fortaleza de los reyes dacios, se había llenado de excavaciones sin autorización alguna, con el fin de hallar joyas datadas entre los siglos I antes de Cristo y el primero de la era actual. Durante la dictadura comunista, el régimen propagó que los dacios —una de las grandes civilizaciones antiguas— evitaron confeccionar objetos de oro para no atraer a potenciales ladrones. Sin embargo, tras la caída del tirano Nicolae Ceaucescu, en la Navidad de 1989, empezaron a salir voces de especialistas que opinaban lo contrario y razón no les faltaba. Desde que se abrió la veda para la caza furtiva de joyas nacionales a finales de la década de los noventa, los buscadores de tesoros descubrieron 24 pulseras espirales de la época gracias a sus detectores. De ellas, 13 se encuentran en paradero desconocido. Las tres últimas fueron robadas en enero en el museo Drents de Assen, Países Bajos, y evidencian la maldición del oro dacio.Más información“Los ladrones están fascinados por tratarse de objetos de una importancia cultural excepcional que no tienen una analogía en ninguna parte del mundo”, cuenta a EL PAÍS Daniel Spanu, investigador del Instituto de Arqueología Vasile Pârvan, al tiempo que recalca el valor histórico de las piezas que oscilan entre 1,2 kg y 700 gramos es infinitamente mayor a lo que vale su peso en oro. “Son extremadamente bellas y parecen modernas, pese a tener más de 2000 años, lo que atrae a la gente”, prosigue el experto, quien dice que los brazaletes junto a otros objetos se enterraron en la tierra para venerar a las divinidades. Otra teoría señala que ocultaron sus riquezas de manera apresurada para recuperarlos después de que pasara el peligro romano.La mayoría de los brazaletes encontrados por los cazadores de tesoros han pasado por enormes vicisitudes, con ventas y reventas fuera de Rumania. Algunos han acabado en su país de origen, otros siguen en paradero desconocido. Durante un año, los dos brazaletes hallados en 1999 estuvieron en manos de uno de sus descubridores, que pensó en venderlos en el mercado negro internacional. El primer intento no tuvo éxito, pero conoció más tarde a un coleccionista local de antigüedades que tenía contactos en el extranjero, que las compró y las sacó fuera del país. El vendedor se llevó un buen pellizco que le sirvió para levantar una empresa maderera, aunque la fiscalía nunca pudo averiguar la cantidad exacta. Ya a finales de 2002, las dos piezas cayeron en manos de un experto estadounidense que confirmó su autenticidad.El primer aro de metal, que pesaba 680 gramos, se vendió a Ward & Company, Works of Art por 40.000 euros, mientras que el segundo, de 760 gramos, no encontró un comprador. Al final, en agosto de 2006, logró colocarlo en la compañía Ariadne Galleries de Nueva York por 30.000 dólares. Pero un mes después, la justicia rumana anunció que el brazalete se había puesto a la venta en la exposición bienal de anticuarios que se celebraba en el Grand Palais de París.Las autoridades rumanas pidieron a las francesas que lo incautaran y el Centro de Investigación y Restauración de Museos de Francia determinó que la joya pertenecía a la civilización dacia. La pequeña parisina, como se conoce esa pulsera que habría pertenecido a una princesa, según los expertos, regresó finalmente a Rumania para exponerse en el Museo Nacional de Historia de Bucarest. La otra, que salió del país en 1999, también fue enviada a evaluación en Alemania en 2007 por la firma de Nueva York. Las autoridades rumanas acabaron por comprarla a la empresa estadounidense por 52.000 dólares.Un sentimiento de incredulidad corroe a la sociedad rumana desde que unos ladrones robaron durante la madrugada del pasado 24 de enero el casco de Coțofenești y tres brazaletes de oro dacios del museo de Assen, en Holanda. Las joyas siguen desaparecidas pese a que las autoridades holandesas han detenido a cuatro sospechosos, pero el hurto ha abierto una herida por su simbolismo nacional dentro del Estado rumano. En cambio, el Museo Nacional de Historia acaba de anunciar que había recuperado a finales del pasado año un brazalete de oro que pesa 1,28 kg, gracias a la colaboración de un ciudadano de la UE.Antes de la última obra recobrada, la Fiscalía había logrado recomprar 12 piezas del extranjero, confiscado una en territorio rumano y enjuiciado a varios traficantes. Estos nunca reconocieron los delitos y se marcharon de rositas sin haber cumplido penas de cárcel. Aunque un tribunal de primera instancia les condenó a 10 años de prisión, el tribunal de apelación les absolvió. Pulsera de oro con múltiples espirales.Photographer: Marius AmarieHasta el robo de la pinacoteca holandesa, el Ministerio Público cree que cinco de los 10 objetos desaparecidos están fuera del país. Entre ellos, figuraría la Christie’s, pulsera que lleva el nombre de la casa de subastas de Nueva York que lo puso a la venta en 1999. Del resto, sospecha que están guardadas en cajas fuertes de algunas personalidades locales. “Dondequiera que aparezcan a la venta, se reconocerán instantáneamente como bienes de identidad robados, rastreados por Interpol por tratarse de piezas únicas”, explica a EL PAÍS Augustin Lazar, antiguo jefe de la Fiscalía General de Rumania, que destapó varios casos en los que los funcionarios que debían proteger los tesoros cooperaron con los ladrones o hicieron la vista gorda.“Los ladrones intentan hacer creer a las casas de subastas que los objetos extraídos ilegalmente forman parte de una colección de una persona que ha fallecido, ya sea un aristócrata escocés o un jubilado neerlandés”, apunta Lazar, quien logró repatriar los 13 brazaletes dacios —de un total de 12,7 kilogramos de oro— desde el extranjero y llevó al banquillo a sus responsables dentro de un macrojuicio. El exfiscal, optimista, tiende a creer que los que esconden las joyas extraídas del museo de Drents las mantienen guardadas a la espera de que pasen los primeros meses. “Los artefactos, por su simbolismo y el modo en el que han sido hechos, valen muchísimo más que su valor en oro, por lo que seguramente sus ladrones no saben realmente lo que han hecho”, recala Lazar, quien subraya que estas piezas suelen acabar en mercados importantes como el alemán, suizo o español.Pulsera de oro con múltiples espirales.Photographer: Marius Amarie

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