Isabel Coixet lleva más de 30 años presentando su trabajo artístico —26 películas— en todas partes del mundo. De Venecia a Berlín, pasando por Cannes o Barcelona. Pero este lunes ha cambiado las salas de cine que frecuenta por un museo, el Thyssen de Madrid. La ha acompañado Guillermo Solana, director artístico de la pinacoteca, para presentar, con cuidado de no hacer ningún “spoiler”, el “trabajo secreto de Isabel Coixet”. No se trata de ninguna película, es una serie de collages que la autora de La vida secreta de las palabras, o Mi vida sin ti, ha creado durante más de una década y que ahora el museo presenta por primera vez al público en una muestra enmarcada en PHotoEspaña 2025. “Son todos [collages] muy intrigantes y sabiendo de quién son se multiplica la intriga: queremos saber qué relación tienen con sus películas”, resume Solana, el atractivo principal de la exposición, titulada Aprendizaje en la desobediencia, abierta hasta el 14 de septiembre.Más informaciónSe trata de una selección de 50 obras (hay muchas más sin ser expuestas) que combinan desde recortes de revistas, “la bolsa de un fotomatón o una novela semierótica de los años 70”, explica la artista, presentadas en una variedad de soportes y técnicas que van desde lo digital al lienzo, pasando por el cartón pluma, el papel y el táblex, casi todas datados entre 2021 y 2024. “Empecé sin pensar en absolutamente nada, solo porque me gusta acumular cosas. Mi animal espiritual es el cuervo o la urraca y me gusta acumular cosas absolutamente absurdas”, justifica la cineasta. Su obsesión se traduce en una serie de “elementos de muchas épocas, muy dispares, conviviendo en el mismo espacio y resignificando objetos”. Todos acompañados por un componente literario, una pequeña frase en distintos idiomas —a veces tan pequeña que hay que esforzar la vista para leer—, que suele dar título a la obra, y que la dota de sentido.’I don’t want what I thought I wanted’ (2024), de Isabel Coixet.Isabel Coixet (Museo Thyssen-Bornemisza)Resulta casi imposible encontrar referencias visuales o estéticas en los collages que hayan abonado a escenas o guiones del cine de Coixet. Fuera de “un par de frases” que ha utilizado en dos de sus películas, se trata de un universo distinto, de creación paralela y, como bien explica el título de la exposición, de liberación y desobediencia. “Una de las cosas buenas del collage es que puedes cometer errores. Hay algo muy liberador en romper ese objetivo de 25 milímetros. Llevo toda mi vida dedicándome a una profesión donde cometer errores sale muy caro y con el collage es muy fácil tirar todo a la basura y empezar de nuevo”, cuenta la cineasta. Aunque reconoce: “La mochila que llevo detrás de la cámara supongo que es la misma que llevo cuando hago otras cosas”.La historiadora Estrella de Diego, comisaria de la exposición, ahonda en la idea: “No quiere decir que una cosa tenga que ver con otra, porque una es una cosa muy táctil y la otra no, pero más allá de lo puramente objetivo y técnico, hay algo de su modo de ver [el de Coixet]. Es capaz de estar tomando cosas cotidianas y desplazarlas completamente de su lugar. Y yo creo que ahí a mí me parece que sí que forma una coherencia en su trabajo”. También es, desde luego, un ejercicio de memoria, y una forma distinta de entrar en la vida de la creadora. “Todos somos anacronismos andantes, pero hacemos lo que podemos para disimularlo. La persona que fuimos sigue en nosotros y esa convivencia entre la niña de seis años que odiaba las manualidades, la adolescente que odiaba todo en general y la señora mayor que odia todo siguen ahí conviviendo”, cuenta Coixet.’My homework is to practice civil desobedience’ (2024), de Isabel Coixet.Isabel Coixet (Museo Thyssen-Bornemisza)El Thyssen le dedica la última de las salas de la primera planta, un pequeño espacio arrinconado en donde cabe —por el pequeño formato de la obra— medio centenar de collages. “Algo de lo que más me gusta de esta exposición es la sala. Este lugar [el museo] es como un restaurante tres estrellas Michelin. Los platos ya los conocemos. Yo estoy allí después del café, ¿no? Aquello que te dan y ya no te lo comes”, bromea Coixet. “Siento que soy una impostora, pero soy una persona que se siente cómoda sintiéndose una impostora”, termina. Aunque sigue dedicándose primordialmente al cine, ya inmersa en el montaje de su última película, y los collages que presenta, como los muchos más que se quedaron en su estudio, son fruto de esos momentos de desconexión, —“de estar seis horas en tren y ya no querer mirar el teléfono” dice—, no dejan de ser una forma más de hacer lo que mejor sabe: contar historias. Y, como explica de Diego en la ficha de la exposición, en el cine o en el arte “las historias mejor contadas son las que se construyen a retazos”.

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