Un polvo de colores neón que ha venido desplazando, de a poco, a la cocaína y a la heroína de las calles de Pereira, Risaralda. Todos lo conocen como el tusi, una mezcla sintética con múltiples componentes de uso veterinario y farmacéuticos, que ha modificado el panorama criminal de esa ciudad.En distintos barrios de Pereira, las autoridades han identificado “chazas”, pequeños puntos de producción y venta controlados por personas de todas las edades. Estos espacios clandestinos -que superan unos 150- funcionan como franquicias criminales, donde se “cocina la droga”, se gestiona su venta y se cobran deudas mediante códigos QR y otros métodos digitales.Las ganancias derivadas de estas operaciones alcanzan cifras elevadas, según fuentes cercanas a la investigación, una sola chaza puede generar entre 30 y 40 millones de pesos diarios, recursos que se destinan al pago de personal, insumos y protección armada.Capturado transportando elementos para elaborar tusi. Foto:CortesíaFuentes de inteligencia le dijeron a EL TIEMPO que quienes ejercen funciones de seguridad dentro de estos esquemas son conocidos como “ruleteros”: un personal armado que no solo vigilan las transacciones, sino que también se encargan de cobrar cuentas pendientes y garantizar el control territorial en zonas específicas.“El modelo de distribución del tusi incluye canales de venta directa, redes sociales cerradas, uso de domicilios y hasta convenios con transporte informal. Estas estrategias permiten ampliar la cobertura comercial sin exposición pública”, dijo la fuente.Los laboratorios caseros, según el informante, son otro componente clave de este engranaje delictivo. Allí, cocineros clandestinos elaboran mezclas que combinan ketamina, cafeína, clonazepam y productos de uso doméstico para incrementar el volumen de la droga, lo que los hace un verdadero ‘cóctel de la muerte’.Alerta psicoactiva por mezcla de drogas sintéticas con alcohol. Foto:archivo particularAlgunos de estos laboratorios han sido descubiertos dentro de apartamentos ubicados en sectores residenciales de alta valorización. Las entregas se realizan en porterías o zonas comunes, sin despertar sospechas inmediatas entre vecinos o administradores.El impacto en la salud pública comienza a reflejarse en los reportes médicos de los centros asistenciales. Aunque las cifras oficiales se manejan con reserva, se han documentado múltiples casos de intoxicación grave y episodios psicóticos derivados del consumo de esta mezcla.Drogas sintéticas incautadas. Foto:CortesíaLa guerra y las casas de piquesMás allá de la comercialización, el fenómeno ha derivado en una ola de violencia creciente. Las disputas por el control de las rutas, los cobros de extorsiones y las traiciones internas entre organizaciones delictivas han desembocado en crímenes con alto grado de sevicia.Las autoridades han detectado sitios utilizados como casas de ajusticiamiento, donde se castigan a los deudores o a integrantes que han violado normas internas del grupo criminal. “Se ha llegado a detectar métodos como el desmembramiento o la inmersión en sustancias corrosivas”, dijo una fuente.Otra de las consecuencias de la guerra por el Tusy son las confrontaciones de los grupos por las rentas de esta droga que se evidencia con un alza de homicidios, la cual ha sido detectada por parte de la Policía (inteligencia agentes en cubierto y judiciales infiltrados) y que ha dado con la captura de casi 40 sicarios al servicio de las líneas de expendio.Pereira Foto:iStockEste nivel de violencia quedó evidenciado con el homicidio de Joseph Leone, ciudadano canadiense, ocurrido en la noche del 21 de marzo en la comuna Cuba de Pereira, cuando se encontraba frente a su vivienda en compañía de otras personas. En el ataque también resultó muerto uno de sus acompañantes.Por este crimen, la Policía capturó al presunto responsable del atentado en una acción inmediata. “Esta aprehensión permitió obtener información que apunta a posibles vínculos del extranjero con el comercio de drogas sintéticas”, reveló la fuente.Por otra parte, las estructuras que controlan la distribución del tusi no delinquen de forma centralizada, ya que existen organizaciones independientes que replican el modelo sin responder a una autoridad superior, lo que dificulta el rastreo integral de sus operaciones.Algunas de estas redes cuentan con sistemas internos de vigilancia, patrullaje en motocicletas, y monitoreo en tiempo real mediante cámaras instaladas en zonas estratégicas de la ciudad.En varios operativos se ha evidenciado la existencia de armamento de uso restringido en poder de los encargados de seguridad de las “chazas”. Este arsenal incluye pistolas automáticas, fusiles y explosivos de fabricación artesanal.Desde la Fiscalía y la Policía se adelantan investigaciones coordinadas con agencias internacionales, debido al ingreso de precursores químicos desde el extranjero. También se estudian vínculos con redes que operan en otras ciudades del Eje Cafetero.Redacción JusticiaJusticia@eltiempo.comMás noticias de Justicia:

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