Wendy y Travis han viajado a Japón desde Reno (Nevada, EE UU), están vestidos como la jedi Ahsoka y llevan un mandaloriano sombrero japonés hecho para la ocasión. El objetivo es pasar este fin de semana en los salones de un centro de convenciones a medio mundo de distancia de su casa. “Era el viaje de nuestros sueños”, comentan emocionados bajo el disfraz. No hay fe mayor que la suya. Steve, por su parte, viene de Hawái y ha gastado 1.200 dólares (unos 1.053 euros) en diseñar un original traje de Bruno Mars mandaloriano con una clásica cinta hachimaki en la cabeza. José, chileno, va de Freddie Mercury como soldado imperial. Las 105.000 personas que han aterrizado aquí (según datos de la organización) comparten una adoración: lo darían todo por Star Wars. Y eso va mucho más allá de unas cuantas películas de la saga, que hoy no pasa por su mejor momento.Más informaciónEstamos en la 17ª Star Wars Celebration, que se celebra durante esta Semana Santa y a la que EL PAÍS ha acudido por invitación de Disney. Entre colas kilométricas para entrar a los estands, comprar figuras de precio disparatado, gafas de realidad virtual e incluso joyas, en estos cuatro días también se cuelan anuncios sobre el futuro cinematográfico de la franquicia. Los seguidores han podido ver una previa de la serie Andor (cuya segunda temporada se estrena el 23 de abril en Disney+) y el tráiler de la próxima The Mandalorian y Grogu (la primera película de la saga en siete años). Hubo gritos cuando Ryan Gosling se asomó para informar de una nueva película, por la visita de Pedro Pascal y Sigourney Weaver y también cuando se anunció una serie animada del villano Darth Maul (muy presente entre los disfraces). Todos son recibidos con algarabía, pero lo importante aquí es la comunidad de fans. Al fin y al cabo, Star Wars es creer… porque los proyectos anunciados durante la convención quizás ni siquiera se acaben produciendo.“No os va a dar tiempo a ver todo, ni a comprar todo. Pero estás en una sala llena de gente que ama lo mismo que tú, así que habla con ella, haz un amigo”, anuncian antes del comienzo de las actividades, mientras el público levanta su sable láser al cielo al ritmo de Don’t Stop Believing, de Journey. “Estaba en nuestra lista de cosas que hacer en la vida. Es todo muy ecléctico, pero lo mejor es encontrarte a gente de Indonesia, Puerto Rico, Canadá, Alemania…”, comentan los sesentañeros Obi-Wan Kenobi y Leia, que en realidad se llaman Michael y Mary Lynch, que han volado 21 horas desde Cork (Irlanda). Hay personas de 125 países que intercambian pines, pegatinas y sellos para identificarse. Su pasaporte friki. Esta es la religión que bienalmente les lleva a adorar en Semana Santa a un mismo dios: George Lucas. Tanto que también hay muchos fans disfrazados del creador de esta franquicia millonaria.¿Y por qué Japón, y no EE UU o Londres, adonde es más fácil hacer llegar a los nombres famosos de la saga? Japón ni siquiera necesita de Star Wars para brillar. De hecho, ya tiene sus propios iconos globales: el manga, los kaiju, robots, samuráis… Pero la saga galáctica le debe todo al país nipón. El propio Lucas siempre reconoció la influencia del cineasta Akira Kurosawa en el origen de la epopeya, sobre todo de La fortaleza escondida: “Contaba la historia desde el punto de vista de los personajes menos importantes, y yo lo repliqué”, explicó en una entrevista a Criterion Collection. Se refería a la perspectiva de los droides C3PO y R2D2. Su Leia también tenía un reflejo claro de la princesa clásica. Al actor Toshirō Mifune, que sabía llevar un kimono jedi de sobra, incluso le ofreció el papel de Obi-Wan. Y Lucas devolvió el favor a Kurosawa en 1980 ayudándole a terminar la producción de la película Kagemusha.Fans en la ‘Star Wars Celebration’ vestidos de mandalorianos, en Japón, el viernes 18 de abril.Hiro Komae (AP)Desde entonces, los jedi (cuyo nombre viene de jidai-geki, los dramas de época de Japón) han vuelto al cine japonés y de samuráis una y otra vez. Lo reconoció el director Jon Favreau en la convención: “Cuando empezamos The Mandalorian, volvimos a las mismas referencias: Flash Gordon, los wésterns y especialmente Kurosawa”. No en vano, Bryce Dallas Howard dirigió un episodio de la serie replicando Los siete samuráis. Además, los monstruos kaiju fueron retratados en las series animadas. Y últimamente Lucasfilm ha abierto la puerta a creativos japoneses para la animación experimental y global de Star Wars Visions (donde también participaron los españoles Abel Góngora y Rodrigo Blaas). Otro que se unió a la polinización entre ambas culturas fue el genio Hayao Miyazaki, que diseñó un cortometraje sobre Grogu, más conocido como Baby Yoda (un personaje de lo más kawaii). Su Mononoke, de hecho, inspiró a la jedi Ahsoka. Hasta el director Zack Snyder intentó vender a Disney su propia visión de Star Wars de Kurosawa, que al ser rechazada convirtió en las películas Rebel Moon de Netflix.Ambas culturas siguen mezclándose hoy, hasta en España. El guionista y dibujante granadino Kenny Ruiz ha viajado a Japón para presentar su manga Path of the Lightsaber, donde una joven encuentra un sable láser perdido que le ayuda a descubrir las leyendas de esta galaxia muy lejana: “Star Wars siempre fue familia. Primero discutí con mi hermano por las precuelas y ahora mi hijo lo descubre en Tripulación perdida… siempre me he hecho la pregunta de qué es la fuerza. Y con el manga, lo que se transmite es esa emoción”. Porque Star Wars lleva viviendo del manga desde 1998, cuando publicó su primera adaptación al tebeo japonés.Ryan Gosling presenta su película ‘Star Wars: Starfighter’ en la ‘Star Wars Celebration’.Hiro Komae (AP)Desde aquel 1977, Star Wars se ha convertido, además, en una industria en sí misma. Y los súbditos saben que esto también va de gastar. El primer pago se hace al comprar la entrada. Algunos han pagado hasta 869 euros por pases VIP que dan prioridad a la hora de pedir autógrafos y garantizan la admisión en los principales paneles, además de obsequios como una botella de agua y unos palillos para la ocasión. Y sobre todo 15 minutos de acceso prioritario a una tienda oficial que suele tener hasta tres horas de cola. Gastar para poder seguir consumiendo. Fuera de estos lujos, la entrada básica cuesta 51 euros por jornada o 147 por las tres que dura la convención.La experiencia completa no incluye firmas ni fotos con los famosos, pues ese es uno de los mayores negocios de este tipo de convenciones. Hayden Christensen (Anakin Skywalker) es adorado desde hace dos décadas por los fanáticos y se gana la vida con ellos: “Todo es por ellos. Ha sido una montaña rusa que ha marcado mi vida”, cuenta a EL PAÍS. Sus firmas, agotadas hace semanas, cuestan 267 euros si incluyen disfraz, y 377 si se une a la fiesta Rosario Dawson. Las de Diego Luna, 173 euros. Las más baratas, por 80 euros, son las de Daniel Logan, que interpretó al joven Boba Fett en el Episodio II.Un fan vestido de un R2-D2 japonés en la ‘Star Wars Celebration’.Hiro Komae (AP)Todo actor que haya viajado por la galaxia de George Lucas tiene el futuro asegurado, incluso cuando de entrada desata más bien odios. Es es el caso de Ahmed Best. Su Jar Jar Binks fue vapuleado tras el estreno de La amenaza fantasma en 1999, pero su papel ha sido hoy resignificado. Después de confesar su intento de suicidio desde el puente de Brooklyn como respuesta al odio que recibió entonces, siendo un veinteañero, su papel es reivindicado por la generación que creció con las precuelas. Incluso le han dejado interpretar un jedi para The Mandalorian. Sus firmas cuestan 136 euros, ha contado su vivencia en el documental Light & Magic y tiene un hueco en la historia: interpretó al primer protagonista de una película íntegramente digital.Star Wars te lo quita. Y Star Wars te lo da. Historias como la de Best o las recientes campañas contra el personaje femenino de Rey Skywalker o la serie de The Acolyte son muestras constantes de que la saga tiene algunos de los seguidores más complicados e irascibles. Hay machismo, racismo y demasiada nostalgia envuelta en este juego que empezó como un sueño imposible de alguien que quería volcar su niñez en pantalla. Pero estos tres días de comunión presencial en Japón ofrecen una pausa en la corriente de odio que se reproduce en internet. Aquí, en plena excitación de adrenalina, hay compañerismo, muchas mujeres disfrazadas de Ahsoka, familias enteras y una enorme diversidad cultural (el 55% de los invitados son de Asia Pacífico). Eso sí, para conseguir entrar en esta burbuja de paz y capitalismo hay que pagar un nada módico precio. Es lo que cuesta quizás recuperar la infancia.Un fan disfrazado como Darth Maul en la ‘Star Wars Celebration’ de Japón.FRANCK ROBICHON (EFE)

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