Los dientes de tiburón son una de las armas más desarrolladas de la naturaleza. Hace 400 millones de años que la evolución viene perfeccionando con precisión biológica una de las dentaduras más temibles del mundo animal. Sin embargo, hay un futuro escenario en el que las cosas podrían cambiar. Un nuevo estudio, que se publica este miércoles en la revista Frontiers in Marine Science, propone que la acidificación oceánica —consecuencia directa de las emisiones humanas de dióxido de carbono— altera la estructura de los dientes del tiburón de arrecife de punta negra (Carcharhinus melanopterus). Los investigadores diseñaron un experimento en el que colectaron de un acuario en Alemania piezas que los tiburones habían perdido naturalmente y las sometieron a condiciones artificiales de pH 7,3, el nivel que algunos estudios proyectan de acidificación en el mar para 2300. Las alteraciones fueron notables: aumentó la corrosión de las raíces, aparecieron grietas y perforaciones en el esmalte y cambió la serración de las coronas. Los autores interpretaron que estos desgastes debilitan las estructuras y hacen a los dientes más frágiles y propensos a romperse. Más informaciónMaximiliam Baum, científico de la Universidad de Düsseldorf y autor de la investigación, explica que “lo más sorprendente fue que la superficie expuesta del diente aumentó” con la acidificación. Y sigue: “Al principio pensé que era un error en las imágenes, pero era algo distinto”. Los dientes no crecieron, sino que se volvieron más rugosos y se expandieron. “Esa mayor superficie implica más corrosión”, señala. El investigador propone una metáfora para explicar el efecto: el agua de mar del futuro sería para los dientes de los tiburones, algo parecido a como es la Coca-Cola para los humanos. “Es un ejemplo dramático, claro, porque la bebida tiene un pH de 3, mucho más ácido, pero nos da una idea del efecto que puede tener a largo plazo la acidificación del océano para estos animales”, ilustra Baum. Para Claudio Barría Oyarzo, doctor en Ciencias del Mar y especialista en tiburones, el estudio, como todos, tiene limitaciones. “La más importante es que se realizó con dientes ya desprendidos, sin la actuación de procesos fisiológicos”, dice. Por lo tanto, los resultados reflejan únicamente los efectos de la corrosión química sobre un tejido inerte y no la respuesta de un organismo vivo. Vista microscópica de un diente de tiburón dañado después de una incubación durante ocho semanas a un pH de 7,3. Lo mismo apunta Eric Clua, investigador principal de la Université Paris Sciences et Lettres, quien, además, señala que el estudio “es muy teórico y los resultados deben tomarse con cautela”. La capacidad de los tiburones para adaptarse a nuevos estresores es inmensa, remarca el experto. Por ejemplo, en algunas especies de escualos, cuando las hembras no encuentran a un macho, recurren a la partenogénesis para reproducirse sin fecundación, usando únicamente sus óvulos. Otras han demostrado una capacidad insólita de mantener un equilibrio de pH estable en su sangre y tejidos, incluso en aguas acidificadas, lo que sugiere cierto potencial de adaptación. “Aunque interesante, este estudio muestra un posible efecto perjudicial, pero no lo demuestra en absoluto”, apostilla. El autor de la nueva publicación detalla que existen dos posibilidades de variación en los resultados de su trabajo si el experimento se probara en ejemplares vivos. “Una es que los tiburones puedan reparar o remineralizar el daño. Pero en aguas más acidificadas es más difícil obtener carbonato de calcio, y el costo energético sería mayor”, comenta. Si bien los dientes de tiburón están compuestos más que nada por fluorapatita, un material en teoría más resistente a la acidificación que el carbonato de calcio, la obtención de estos componentes en aguas acidificadas es más costoso energéticamente e igual se degrada en este tipo de ambientes. Como los tiburones reemplazan sus dentaduras cada pocas semanas, necesitarían mucho material. “Tal vez puedan adaptarse, pero a costa de un gran esfuerzo energético, o puede que simplemente pierdan los dientes antes de tiempo y tengan que producir más, lo que también es un desafío para ellos”, menciona Baum.Maximilian Baum, autor del estudio, con la mandíbula de un tiburón de arrecife de puntas negras.Eso no es todo. Barría también cuestiona que “las condiciones experimentales fueron extremas”, ya que algunos estudios señalan que el pH del océano no cambiará a niveles tan radicales. El autor del nuevo estudio defiende su elección: “Nunca nadie había hecho antes un experimento así y queríamos ver los efectos generales”. Baum no coincide con los pronósticos sobre la acidificación del mar y cree que “lo que ocurrirá en 200 años puede adelantarse a 100”. El futuro pondrá a los tiburones a prueba. “Estos animales dependen de sus dientes para capturar y procesar presas, si estos no funcionan correctamente podría traducirse en una menor ingesta energética, reducción del crecimiento y, en última instancia, menor supervivencia y éxito reproductivo”, elabora Barría. Esto último, añade Baum, es porque “los dientes no solo sirven para cazar presas: en los tiburones de arrecife, los machos los utilizan para sujetar a las hembras durante la reproducción”. Las dentaduras de los machos están especialmente adaptadas para esta tarea, así que un desgaste podría acarrear mucho más que problemas de alimentación.Otras amenazas más inmediatasLos tiburones son especies clave en muchos ecosistemas. Si sus dientes perdieran su eficacia, podría haber un gran impacto ecológico. “No creo que los tiburones mueran solo por esto, pero debemos considerar el efecto acumulado de la sobrepesca, el calentamiento de los océanos, la degradación de los hábitats y la acidificación, que también afecta su piel”, indica Baum.“Los dientes podrían ser un talón de Aquiles para los tiburones, pero a un plazo bastante largo”, precisa Clua. “Supongo”, sigue, “que tendrán que enfrentar problemas más críticos, existentes y futuros”. Barría confía en que esto no será tan así: “Los tiburones llevan en el planeta más de 400 millones de años, lo que habla de su gran resiliencia a los cambios”. Eso sí, estos movimientos nunca antes habían sido tan drásticos y acelerados.

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