“Conocemos ya los efectos del alcohol y del tabaco y tenemos leyes para evitar que los menores de edad los consuman. Sin embargo, con el consumo de pantallas, de apps, de videojuegos, etc., todavía no hay conciencia social de que un uso desmedido, y especialmente a edades tempranas, puede afectar gravemente al bienestar, desarrollo, valores éticos y comportamiento de la persona, dejando una huella que puede durar toda la vida”. Este fragmento de Así se somete a una sociedad (Roca Editorial) condensa varias de las ideas claves del libro que acaba de publicar Mar España (Madrid, 60 años), exdirectora de la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD). España ha sido hasta el momento la única mujer en ocupar el cargo, y también la que más tiempo ha ejercido esa responsabilidad (nueve años, de 2015 a 2024), en este caso por falta de consenso entre los grandes partidos para renovar la cúpula de la Agencia. La jurista advierte, libre ya de toda atadura institucional, de que el entorno digital está diseñado como una golosina visual irresistible que está atrapando y sometiendo a la humanidad. “La industria utiliza los datos que tiene sobre la conducta [de los usuarios] con el propósito de modificarla, hacerla predecible, monetizarla y controlarla”, escribe. “En este mundo en el que existe una poderosa coalición de ciencia, tecnología, mercado y sistemas de persuasión, es esencial promover la inteligencia crítica”, añade más adelante. La respuesta social, en su opinión, debe ser doble: más regulación y un ejercicio de concienciación y autocontención de la ciudadanía. PREGUNTA. ¿Está nuestra sociedad sometida, como dice el título de su libro?RESPUESTA. Creo que sí. El modelo de negocio de la industria de internet se basa en ganar dinero por la publicidad, y para eso se necesita que todos pasemos conectados el mayor número posible de horas. Y que les aportemos gratis no solo nuestros datos personales, sino nuestra red de contactos. Para captar y retener nuestra atención se están utilizando, en la mayoría de los casos, patrones adictivos y oscuros diseñados para volvernos consumidores compulsivos. Por tanto, creo que realmente estamos sometidos, en el sentido de que, cuanto más tiempo pasamos conectados, más lejos dejamos nuestra libertad, además de la salud física y mental y, en muchos casos, de la privacidad. Pero estamos a tiempo de cambiar esta dinámica. Soy optimista.Más informaciónP. ¿Qué propone hacer para reducir nuestra exposición a las pantallas?R. La autocontención. Si yo preguntara a los lectores cuáles son las primeras cinco cosas que hacen al levantarse, seguro que una de ellas, puede que la primera, sea conectarse. Limitar las horas diarias de conexión es el camino minoritario porque exige mucho más esfuerzo. Somos como chimpancés que compramos nuestra propia jaula digital, en la que nos están dando mil cacahuetes personalizados con los sabores que más nos gustan, pero estamos permanentemente picoteando y perdiendo el contacto con nosotros mismos, con nuestras emociones. Necesitamos ritmos más lentos. Debemos agendar tiempos y espacios de desconexión, tanto para proteger nuestra salud como nuestra propia libertad. Porque, si lo que consumo en el mundo digital va a influir en lo que compro, en cómo me siento acerca de lo que pienso y en lo que voto, ¿qué queda de mi libertad?P. ¿Cree que hay concienciación sobre este asunto?R. Ya hay presión social, las familias en nuestro país se están moviendo. El proyecto de ley de protección al menor en el mundo digital está compuesto en un 80% por medidas que se tomaron por unanimidad en un grupo de trabajo de la AEPD. Necesitamos un pacto de Estado en torno a este asunto. Aquí no caben partidismos, nos estamos jugando la salud física y mental de la población. Pido conciencia social a las familias. Si no les damos alcohol, tabaco o drogas con 14 años, ¿por qué les damos un smartphone con barra libre digital y dejamos que duerma con él cuando a lo mejor estamos controlando quiénes son sus compañeros del equipo baloncesto? Está ya demostrado que un chaval construye su personalidad y sus valores hasta los 16 años. P. Dedica buena parte del libro a desgranar los peligros que afrontan los menores en el entorno digital. ¿Cómo los resumiría?R. Si a los de mi generación nos cuesta estar cuatro horas al día desenganchados de las pantallas, y nuestro cerebro estaba ya maduro cuando llegaron las redes sociales, ¿cómo le vas a pedir a un adolescente, cuyo córtex prefrontal no está todavía plenamente desarrollado y, por tanto, no tiene conciencia del peligro, que se autorregule? Es imposible. En un momento de máxima plasticidad cerebral, en el que el adolescente está construyendo su propia personalidad y sus valores, el cerebro está líquido y todo deja huella de por vida. Los influencers y las redes sociales están moldeando su cerebro, y eso está produciendo ya consecuencias tremendas. La mayor causa de muerte entre la gente joven es el suicidio. Es la generación que se siente más sola, según varios informes. Los índices de hospitalización por salud mental en esta población se ha multiplicado por 300 desde el año 2012. Dos de cada tres chavales muestran algún grado de depresión. Es la primera vez que el coeficiente intelectual está bajando desde la Segunda Guerra Mundial. Mar España dirigió la AEPD entre 2015 y 2024.SAMUEL SÁNCHEZP. ¿Cree que en las escuelas se abusa de los dispositivos electrónicos?R. El sistema educativo, a lo mejor sin darse cuenta, está dañando el neurodesarrollo de los menores. Hay que hacer caso de la evidencia científica. Los médicos y psicólogos infantiles están alertando de los efectos de las pantallas en la salud física y mental y han dado pautas. Finlandia y Suecia las han retirado de las escuelas porque han visto que los índices de lectoescritura y el coeficiente intelectual empeoraban. También porque se ha demostrado que leyendo y escribiendo en papel se activan más áreas en el cerebro que si se hace con un ordenador o tableta. Yo entiendo que, durante la pandemia, la tecnología nos salvó. Pudimos sentirnos conectados, los chavales pudieron seguir aprendiendo. Pero la industria aprovechó para colarse por la puerta de atrás. El sistema educativo público, privado y concertado tiene que revisar las pautas de enseñanza digital en horario lectivo y en deberes y adaptarse a lo que recomienda la Asociación Española de Pediatría. No puede ser que haya familias responsables que retrasen la entrega del móvil, a pesar de la presión social que hay, y luego se les imponga en el colegio o el instituto el uso de dispositivos que están provocando adicciones y otros problemas de salud mental. Estamos ante una emergencia de salud pública, los gobiernos no pueden mirar hacia otro lado.P. Cita en el libro a Sean Parker, uno de los creadores de Facebook, que dijo: “Solo Dios sabe lo que le está haciendo al cerebro de nuestros hijos todo esto”. ¿Cree que en un futuro nos escandalizará la forma en que usamos hoy las redes?R. Totalmente. Creo que ahora está pasando lo mismo que con la industria del tabaco, que durante décadas tuvo impunidad total. Ya hay demandas colectivas en Estados Unidos por el impacto que esto está suponiendo en la salud física y mental de la gente joven. Desde la Agencia presentamos hace más de un año unos criterios de verificación de edad que han sido validados por el Comité Europeo de Protección de Datos, y que ya son vinculantes y obligatorios para toda la industria de internet. No puede ser que un niño esté accediendo con ocho años a porno. Llegará un momento en que no permitiremos que los padres le den el móvil a un bebé en un restaurante para poder comer sin que les dé la lata. Sabemos que los daños derivados de la exposición a pantallas pueden ser muy severos en los bebés. No hay salud física sin salud mental, no hay salud mental sin salud digital. P. Propone medidas de autocontención, pero al mismo tiempo hace una crítica del capitalismo de la vigilancia y de la economía de la atención. Algunos expertos creen que no se debe colocar la responsabilidad en la ciudadanía si lo que realmente necesitamos son cambios estructurales. ¿Cómo lo ve usted? R. Un porcentaje altísimo de la publicidad que se mueve en el mundo se basa en el perfilado individualizado de los usuarios, a los que se les induce al consumo con patrones adictivos de segmentación personalizada. Pero hay que ser tácticos. El cambio empieza por uno mismo. Por eso hablo de medidas que podemos tomar a escala personal, familiar o gubernamental. Necesitamos una desescalada digital. La Asociación Española de Pediatría ha dado pautas muy claras desde la evidencia científica. De cero a seis años, cero horas de pantallas, ni escolares ni de ocio, porque el daño para el cerebro es brutal. Eso incluye móviles, tabletas, ordenadores y televisión. De seis a 12 años, máximo una hora. Y de 12 en adelante, incluido los adultos, lo ideal serían dos. Los colegios concertados que están obligando a los padres de niños de ocho años a comprar una tablet para que hagan los deberes están sobrepasando con creces los límites que fijan los médicos.P. ¿Cree que se está regulando bien este asunto en España y en la UE? R. Estamos muchísimo mejor que hace un año. Los sistemas de verificación de edad pronto serán obligatorios. Me gusta el borrador del proyecto de ley que está ahora mismo en tramitación en el Congreso, pero hay enmiendas que deberían incorporarse, como la relativa a la transparencia en el patrocinio de la industria. Mientras que las farmacéuticas están obligadas por un código de conducta a publicitar qué patrocinios reciben los médicos u hospitales, la industria de internet ahora mismo es opaca. Por otra parte, si las tabaqueras están obligadas a publicitar los efectos secundarios del consumo de tabaco, yo creo que debería obligarse a las tecnológicas a explicar qué puede provocar un excesivo consumo de pantallas.

Shares: