El 5 de mayo de 2024, en una plantación de cacao de la región de Chontalpa (Estado de Tabasco, México) encontraron el primer muerto. En los días siguientes, los lugareños hallaron más tirados en el suelo, unos moribundos, otros ya sin vida. El pico de fallecidos, con 80 individuos, se produjo la semana del 12 al 18 de mayo. El último fallecimiento se produjo el 23 de junio. En total, en las selvas tabasqueñas contaron 286 cadáveres, más otros 64 hallados en los estados vecinos. En total, hasta un tercio de la población de mono aullador de manto mexicano (Alouatta palliata mexicana) de Tabasco, su principal área de distribución, había desaparecido. La causa de tanta mortandad fue una intensa ola de calor. Un trabajo recién publicado en PNAS estima que, como estos monos, son miles las especies que se expusieron a un calor que, de segur así, compromete su futuro. “Los síntomas observados [en los vivos] fueron espasmos musculares, rigidez, dificultad para caminar, problemas respiratorios”, dice Pedro Américo Días, investigador del Instituto de Neuroetología of the Universidad Veracruzana (México). También realizaron una decena de autopsias: “Las necropsias mostraron hemorragias y necrosis en pulmones, hígado, riñones y cerebro”, añade Días. Todo encaja con un golpe de calor como causa, agravada por factores coincidentes que destaca el investigador: “Olas de calor extremas, las muertes ocurrieron durante períodos con temperaturas excepcionalmente altas que duraron de dos a cuatro días. Deshidratación, los monos obtienen agua principalmente de su alimento, pero la sequía y el calor extremo secaron la vegetación. Y dieta limitada: En las plantaciones de cacao donde vivían, tenían acceso a menos variedad de alimentos”.Aquel evento de 2024 no acabó con los monos aulladores mexicanos. Pero los biólogos temen que hayan incurrido en lo que se conoce como una deuda ecológica. Y es que hay un dato preocupa a los científicos: apenas recuperaron una decena de crías entre los muertos, como si la muerte se cebara con los adultos. Eso ha dejado una generación huérfana, no solo de sus padres, sino también de sus enseñanzas. Tambien ha dejado un estrés que debió debilitarlos tanto como individuos como especie. Para Días, “si se mantienen las tendencias observadas recientemente de aumento de temperatura ambiente, sí existe una amenaza seria para el futuro de estos primates”.Más informaciónLos monos solidarios que compartieron la sombra de un árbol tras un huracán aumentaron su esperanza de vidaComo los monos aulladadores, fueron muchos los seres vivos que tuvieron que superar el calor del 2024, oficialmente, el año más caluroso desde que hay registros. Como estos primates, miles de especies de vertebrados (peces, reptiles, anfibios, aves y mamíferos) estuvieron expuestas a temperaturas a las que no habían estado expuestas desde 1940. La cifra exacta es que 5.638 especies de vertebrados terrestres sufrieron extremos térmicos nunca antes sufridos en al menos una cuarta parte de su territorio. Este es el principal resultado que han obtenido un grupo de investigadores que desarrollaron un algoritmo para relacionar la distribución geográfica de más de 33.000 especies con la temperatura que hubo en sus territorios. Todos sus resultados los han publicado en la última edición de la revista científica PNAS.“Este algoritmo nos permite ver el umbral térmico de cada especie”, dice el investigador del Instituto de Botánica de Barcelona (CSIC/MCNB) y coautor del estudio, Josep M. Serra. Hasta ahora, la mayoría de los estudios y análisis sobre el impacto del cambio climático eran con horizontes temporales de décadas o incluso siglos del tipo, para 2100 se habrán extinguido x especies, o mostraban las consecuencias de alguno de los efecto indirectos del calentamiento, como el el del deshielo sobre los osos polares, o sobre la expansión de hongos que paralizan el corazón de los anfibios. Pero son pocos los trabajos que han estudiado el efecto directo de los eventos extremos de calor. “Tenemos un conjunto de algoritmos matemáticos que nos permiten ver, a partir de determinados grados, que una especie lo está pasando mal”, detalla Serra.Por grupos de animales, los más expuestos fueron los ectotermos, los de sangre fría, en particular un tercio de los anfibios, que suman el calor a sus muchas amenazas, y el 21% de los reptiles. Por ecorregiones, los animales de las selvas húmedas, de matorral tropical y sabana fueron los más expuestos. Y geográficamente, la vida de América central y del sur, África ecuatorial y del norte y grandes islas como Australia sufrió calor extremo. El mono aullador de manto mexicano sufre dos de las condiciones (selva húmeda y América central) para ver su destino comprometido. Pero también una tercera que es de las que más preocupan a los biólogos: su área de distribución es muy pequeña. Aunque se las han pañado para adaptarse a las plantaciones de cacao, de sus selvas originales solo queda el 3%. Eso restringe en extremo su hábitat. Y lo que han comprobado los autores del trabajo de PNAS es que cuanto menor es tu territorio, menor resiliencia frente al calor. De centenares de monos aulladores de manto mexicanos muertos por la ola de calor, apenas una decena eran crías. En la imagen, varios de los primates fallecidos.Pozo-Montuy et al.“Las especies con áreas de distribución pequeñas tienden a estar más expuestas al cambio climático debido a la menor disponibilidad de refugios dentro de ellas”, escribe en un correo Mark Urban, del departamento de biología y ecología evolutiva de la Universidad de Connecticut (Estados Unidos) y autor sénior del trabajo. Añade a esto, que las especies con territorios menguantes “ya están comenzando a tener poblaciones más pequeñas”. Una población reducida en áreas reducidas no solo tienen menos sitios donde escapar del calor, tiende también a tener menor variabilidad genética, otro factor de riesgo. Gerard Martínez de León, del Instituto de Ecología y Evolución de la Universidad de Berna (Suiza), estudia el impacto de los extremos térmicos en los seres vivos. Pero lo estudia en los invertebrados. “Ellos lo estudian en vertebrados porque son las especies de los que hay más resolución, más datos, pero realmente los que lo sufrirán más son los invertebrados”, recuerda. Y estos están en la base de muchos de los ecosistemas. Otra diferencia es que él analiza un rango temporal más corto, el de las olas de calor. “Todas las especies están adaptadas a su entorno, eso significa que en el pasado han sufrido ya episodios más o menos extremos. Por lo tanto, tienen una serie de estrategias para abordar años muy cálidos u horas de calor”, destaca Martínez de León. El problema es que las cosas van demasiado rápido: “Estamos ante un contexto en el que estamos generando unas condiciones nuevas no vistas antes en tiempos evolutivos, nunca había habido cambios tan rápidos”, completa.Hay algo que conecta el trabajo de Martínez de León, con el de los autores del estudio de PNAS e incluso con Días, el que estudió el evento de mortandad de los monos aulladores. Es el concepto de deuda ecológica. Una sequía no va a acabar con los monos, como un año sin hielo tampoco acabará con los osos polares. Es la sucesión de eventos, de extremos térmicos, la que puede comprometer el destino tanto de monos como osos. “Es un concepto de finales de los años 90. Se forjó para las poblaciones fragmentadas de especies que están en un hábitat fragmentado a las que les va bien, pero están tan restringidas en la disponibilidad de hábitat que tarde o temprano se sabe que acabaran extinguiéndose”, recuerda Martínez de León. Ahora se pone el foco en las perturbaciones climáticas, como las olas de calor como generadoras de deuda. “Durante una ola de calor o tras un año extremadamente cálido, una especie, la población de una especie, parece que va bien, pero hay una serie de procesos detrás, fisiológicos y otros que sirven de indicador para saber que tarde o temprano acabará sufriendo” Y pone un ejemplo muy concreto: “tras una ola de calor se produce una pérdida de la capacidad para reproducirse”.

Miles de especies estuvieron expuestas en 2024 a un calor que nunca habían sufrido | Ciencia
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