En casa de Daniel Mesa, las mañanas implican que tanto él como su perro Rayo deben prepararse para ir a la oficina. Mesa trabaja en estrategia de contenidos en una agencia de publicidad en el centro de Madrid, a la que acude cada día con su perro de cuatro años. Y es que cada vez es más habitual que las empresas, especialmente en algunos sectores como el marketing o la publicidad, posean políticas pet-friendly y permitan a sus empleados llevar a sus perros a la oficina.Hay estudios que vinculan la presencia de animales en los lugares de trabajo con un mejor ambiente laboral y apuntan a estas políticas como una forma de mejorar el bienestar de los empleados y un incentivo para retener el talento. “Cuando estás con el perro y lo ves tranquilo, tú vives mucho más tranquilo y tienes mucha menos prisa en irte, y si hace falta un día quedarte o cualquier cosa, no tienes agobio”, explica Mesa, que alude a las distancias en una ciudad como Madrid donde, entre trayectos y hora de la comida, la jornada laboral se suele alargar mucho más de las ocho horas, que ya son muchas para que un perro esté solo.Más informaciónLo mismo le pasa a Marina Calderón, gerente de cuentas digitales en una agencia de publicidad y relaciones públicas, que trabaja acompañada de su perra Bala, de un año. La primera vez que la llevó a la oficina tenía tres o cuatro meses y, viendo lo bien que se portaba, empezó a hacerlo más a menudo. Para asegurarse de que todo va bien, uno de sus trucos es llevarse su cama: “Se queda muy pancha. Es como si estuviese en casa”, asegura entre risas. Además, dice que también contribuye a mejorar el ambiente con sus compañeros: “Hay gente que viene y dice: ‘Venga, me voy a despejar’, y se ponen a jugar con ella”. Aun así, es consciente de que no a todo el mundo le gustan tanto los perros como a ella, por eso Bala está siempre atada y, cuando van a subir en el ascensor, espera siempre para hacerlo sola. “Intento que moleste lo menos posible”, explica.Perros sí, pero con normasEn cualquier caso, son fundamentales unas medidas básicas, como que los perros vayan atados, que no accedan a ciertas zonas como aseos o cocinas, que sus dueños se hagan cargo si sucede algún imprevisto y que respeten a compañeros con fobias o alergias. Estas son las normas que aplican, por ejemplo, en las oficinas del comparador Rastreator, que cuentan con una política dog-friendly desde sus primeras oficinas en 2009. “Fue algo que surgió de forma totalmente natural y, dada la naturaleza de nuestra imagen de marca, el famoso perro Rastreator, no podía ser de otra manera. Nunca hemos tenido ningún incidente al respecto y, por lo tanto, estamos muy satisfechos con la medida”, señala Víctor López, director ejecutivo y presidente de la compañía.Para que todo funcione es importante que se tenga en cuenta a aquellas personas que puedan tener problemas por la presencia de perros. “Tenemos una herramienta interna donde cada trabajador señala si tiene algún tipo de alergia o intolerancia, por lo que en caso de que alguien tuviera alergia a los perros, se notificaría”, apunta López, que defiende estas medidas como forma de aportar flexibilidad y también tranquilidad a los trabajadores. En Redbility, una consultora de diseño estratégico en la que la chihuhua Chincheta es casi un miembro más del equipo, cuentan con un mecanismo de control similar. “Durante el proceso de onboarding, informamos a los nuevos integrantes sobre nuestra política pet-friendly para que puedan expresar cualquier preocupación o necesidad relacionada con la presencia de animales en la oficina desde el inicio”, relata Mario Sánchez, su director general, quien califica la implantación de esta política como “muy positiva”.Pero señalarse a uno mismo como esa persona a la que no le gustan los perros tampoco es sencillo. Mario López lleva varios años trabajando como creativo en agencias y consultoras donde estas políticas están bastante extendidas y tiene pavor a estos animales. “En general, me he encontrado con comprensión por parte de mis compañeros y, con un poco de comunicación, hemos compatibilizado los espacios”, asegura. Eso sí, reconoce que se siente algo incómodo: “Es difícil porque sientes que por tu culpa tus compañeros tienen que separarse de sus mascotas”.Sin embargo, a veces el problema no son las fobias, sino la distracción que pueden suponer los animales. Es lo que le pasa a Ainhoa Salvador que, aunque le gustan los animales y tiene dos gatos en casa, no termina de ver con buenos ojos la presencia de perros en la oficina en la que trabaja como administrativa. “Es difícil concentrarse cuando tienes a un par de perros jugando a un metro de tu mesa”, sentencia. Admite que el ambiente es más distendido y propicia que los compañeros estén de mejor humor, pero “los perros a veces ladran o lloran o quieren salir y no pueden y son una distracción para todos”.A veces el problema no son las fobias, sino la distracción que pueden suponer los animales en el lugar de trabajo.mixetto (Getty Images)¿Es bueno para los perros?Para Víctor Padilla, autor, junto con Alba Fernández, del libro Educación canina para toda la familia y creadores de Olfateando el mundo, es conveniente hacerse tres preguntas antes de incluir a un perro en cualquier actividad. Primero hay que plantearse si va a disfrutar o va a estar bien en ese lugar; segundo, si se va a disponer del tiempo y la energía para ayudarle en el caso de que se ponga nervioso; y tercero, si el sitio al que se le lleva y el rato en el que estará en él va a hacerle estar mejor que en casa. “Si alguna de las tres preguntas sale negativa, tenemos que plantearnos seriamente si llevárnoslo o no. No siempre nuestro perro va a estar mejor con nosotros donde vayamos que solo en casa”, concluye Padilla.Es cierto que hay animales que pueden beneficiarse mucho de este tipo de políticas, como aquellos que lo pasan mal quedándose solos o sencillamente los que les gusta socializar con otras personas. Sin embargo, no siempre es así. “Un perro que lleva muy mal los lugares nuevos y al que le cuesta mucho adaptarse puede pasarlo realmente mal”, señala Padilla, que añade otro ejemplo: “Si tiene miedo a las personas o el estar con mucha gente le sobreestimula y le dificulta mucho la relajación”. En este caso, además, se tendría el hándicap de que, al estar trabajando, el tutor del perro no podría estar tan pendiente de él como debería en estas situaciones tan estresantes para el animal.

Perros en la oficina: ¿es realmente una buena idea? | Estilo de vida
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