Han sido muchas las mujeres que le han cortado el pelo a Sansón. Suelen ser más inteligentes que el hombre que las acompaña y más hermosas que la esposa de su amigo. Una de ellas era Hedy Lamarr. Es de sobra conocido que fue la primera actriz que se exhibió desnuda en una película, Éxtasis, y simuló un orgasmo con los sobresaltos que le provocaba alguien escondido debajo pinchándole los glúteos con una aguja. Durante los dos años en que su marido, un magnate de la industria del armamento, Fritz Mandl, la tuvo secuestrada estudió ingeniería e inventó el llamado espectro expandido, que hizo posible la transmisión de señales sin poder ser interferidas. Huyó de su mansión en Viena saltando por la ventana y no paró hasta llegar a Hollywood. ¿Qué fue de ella? Los misiles cruzan el espacio todavía con su invento. Era, sin duda, la mujer más bella de Hollywood, que sedujo a innumerables galanes y productores. Se casó tres o cuatro veces. Uno de sus maridos, cuando estaba borracho, le disparaba con un revólver sobre los pendientes de diamantes que le había regalado. Rechazó el papel de protagonista en la película Casablanca. Tuvo a sus pies a todos los millonarios de alrededor, pero su cleptomanía la llevó varias veces a la comisaría. Lo tenía todo; en cambio, no podía dejar de hurtar un cepillo de dientes en el supermercado. Más informaciónBillie Holiday aprendió a cantar sin palabras, solo con los sonidos del alma que le subían a la garganta oyendo a Louis Armstrong y a Bessie Smith en la vitrola del burdel de Alice Dean, situado al lado de su casa, donde a los 10 años trabajaba por cinco centavos subiendo y bajando palancanas, lavando toallas y ayudando a las chicas con los recados. Se llamaba Eleonora. Su madre la parió cuando tenía solo 13 años y su padre era un chaval todavía en pantalón corto. Sucedió el 7 de abril de 1915 en el barrio más pobre de Baltimore, una ciudad que en aquel tiempo era famosa por las ratas. Siendo todavía una niña con calcetines fue violada por sus primos, por los sucesivos huéspedes de su casa y por los clientes del prostíbulo. Allí, mientras un cuarentón se satisfacía, el ama la sujetaba y le tapaba la boca para que no gritara ni diera patadas. El hecho fue a juicio y a la niña la metieron en un correccional. A la salida su madre la llevó a una casa muy lujosa de Harlem y la niña, que aún no había cumplido los 15 años, enseguida se olió que aquello era un burdel.Billie Holiday.GettyUn día le negó sus favores al rey de Harlem, un tipo duro llamado Big Blue Rainier, amigo de la policía. “¿De modo que una negra no quiere acostarse con un negro?”. El tipo la denunció por ser menor de edad y fue a parar de nuevo a la cárcel. Un día iba por la calle 133, llena de antros de música. Dispuesta a conseguir 50 dólares para que a su madre no le echaran el colchón por la ventana, entró en el garito Pod’s and Jerry’s y pidió cantar. El silencio que impuso aquella garganta hizo que se oyera un alfiler si caía en el suelo. Es infame pensar que haya que pasar por estas calamidades para cantar la pena azul como ella la cantaba sobre esos negros ahorcados que pendían como frutas en los árboles. Aunque una de aquellas golfas del cabaré dijo que cantaba como si le apretaran los zapatos, lo cierto es que cantaba como una gata herida y nadie nunca ha cantado el blues como ella. La pintora Suzanne Valadon nació en un pueblo de Lemosín con el nombre de Marie-Clémentine y a los 15 años se fugó a París. Callejeaba por Montmartre y sobrevivió robando fruta y botellas de leche en las tiendas. Tenía una bonita figura. Un atleta le propuso trabajar en el circo. Empezó siendo trapecista. Toulouse-Lautrec, Renoir, Degas y Puvis de Chavannes, que andaban por allí, la dibujaron varias veces con sus senos de manzana que desbordaban el corsé. Un día cayó del trapecio y quedó descalabrada.Comenzó a posar como modelo y aprendió a pintar. Puesto que posaba para viejos, Lautrec le propuso cambiar de nombre. Se llamaría Suzanne y fue bautizada con absenta en una fiesta. Allí estaba un joven misterioso con un lienzo bajo el brazo que se llamaba Van Gogh. Entre los pintores que la rodeaban, uno le hizo un hijo. No se sabe quién fue, pero lo cierto es que este hijo se llamaría Maurice Utrillo, a quien un periodista español le daría su apellido. Nació el 26 de diciembre de 1883. “Un mal regalo de Navidad que le hice a mi madre aquel día”, dijo el pintor borracho 20 años después, un tiempo en que cambiaba un cuadro por una botella de vino y no hacía sino entrar y salir de los centros de desintoxicación. Suzanne Valadon fue una pintora impresionista extraordinaria, zarandeada por aquellos amigos, Lautrec, Degas, Renoir. Al final la encontraban desgreñada y con las zapatillas rotas y si le preguntaban si se acordaba de ellos, decía: “Eran todos unos idiotas”.

Retratos al minuto de tres mujeres inolvidables | Cultura
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