Una de las principales estrategias de comunicación de la industria alcoholera es recomendar un “consumo moderado” o “responsable”. 25 sociedades médico-científicas se han unido en manifiesto para enfatizar que “no existe ningún nivel de consumo beneficioso para la salud, por lo que no son aceptables” estos reclamos. “Ningún profesional sanitario debe recomendar el consumo de alcohol“, zanjan.El momento de hacerlo no es casual: el Consejo de Ministros aprobó en marzo el anteproyecto de ley para reducir el consumo de alcohol en menores, que ahora se tramita en el Congreso de los Diputados. Estas sociedades quieren hacer escuchar su voz, contrarrestar al lobby del alcohol y que la ley no solo se apruebe (está por ver los apoyos con los que contará), sino que vaya incluso más allá, según explica a EL PAÍS Asensio López, portavoz de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC), una de las promotoras del manifiesto.Una de las medidas del borrador de la ley era precisamente prohibir el reclamo del consumo responsable o moderado, algo que no pasó la criba final por regulaciones europeas que lo impiden, según fuentes del Ministerio de Sanidad. Más allá de estos mensajes, las sociedades médico-científicas creen que es necesario tomar medidas para reducir el consumo de una sustancia que supone en España la segunda causa prevenible de mortalidad (después del tabaco), con cerca de 15.000 fallecidos por año. “También supone una enorme carga de morbilidad para más de 200 enfermedades y problemas de salud, entre los que destacamos la hepatopatía crónica por alcohol, que es la primera causa de trasplante hepático en nuestro país; las enfermedades cardiacas y vasculares, (hipertensión arterial, insuficiencia cardiaca, ictus, cirrosis, fibrilación auricular y hasta siete tipos de cánceres diferentes); así como adicción, psicopatologías, lesiones (personales y a terceras personas) y problemas sociales (familiares, laborales, peleas, siniestros viales, trastornos del espectro alcohólico fetal, etc)”, reza el manifiesto, que se ha hecho público este lunes. A todo esto, añaden los accidentes de tráfico: el conductor da positivo en alcohol en el 28% de los casos en los que hay víctimas. “Tanto el consumo habitual de riesgo como el consumo intensivo ocasional (binge drinking) se asocian con problemas de salud. El consumo en personas menores de edad altera el desarrollo cerebral y predice problemas futuros de comportamiento y rendimiento académico”, continúa el texto, suscrito por sociedades de medicina familiar, hepáticas, de enfermería, de pediatría, de salud pública, de ginecología y de diabetes, entre otras. El problema en menores es especialmente preocupante, por lo que los firmantes consideran fundamental implementar una ley que rebaje un consumo. Según la encuesta nacional ESTUDES, un 53% del los chavales de entre 14 y 18 años había bebido en el mes previo. De ellos, un 20,8% se había emborrachado. “Vivimos en hipocresía social”, razona el experto de semFYC, que evidencia que estos consumos se contradicen con la prohibición de vender alcohol a menores. “Nos estamos autoengañando. Si alguien empieza a beber a los 20 años, es difícil que tenga problemas con el alcohol, pero si lo hace a los 15, los riesgos, de muchos tipos, se multiplican por cinco o seis”, continúa.López asegura que no persiguen “una ley seca” ni quieren ser unos “puritanos del alcohol”. “Si la gente bebe, por ocio o por diversión, es su elección. Pero deben tener muy claro que eso no tiene un efecto beneficioso para su salud, ni siquiera neutro”, subraya.Existe una mitología del consumo moderado que viene motivada en parte por la paradoja de los abstemios. Numerosos estudios han mostrado que aquellos que no ingieren ni una gota de alcohol sufren más mortalidad que los bebedores moderados. Esto ha servido a la industria como argumento para señalar que este tipo de consumo puede ser incluso positivo, una teoría que han abrazado algunos profesionales de la salud.Esos estudios estaban condicionados porque muchas de las personas abstemias lo son por problemas previos de salud, o porque han sido alcohólicas y lo han dejado, lo que distorsionaba los resultados. Otras investigaciones que depuraban estos factores de confusión no han hallado esta mortalidad menor entre los bebedores moderados. Y son numerosas las investigaciones que han demostrado que incluso un consumo moderado entraña riesgos, como un aumento de la probabilidad de cáncer. En opinión de López, es “muy peligroso” trasladar a la población de una u otra forma que el alcohol puede ser bueno para la salud. “Muchas personas interpretan esto como un argumento para beber. Desde hace muchos años el mensaje de la Organización Mundial de la Salud es que ni los sanitarios ni los medios demos connotaciones beneficiosas al alcohol”, sentencia.Medidas para reducir el consumoLas sociedades firmantes del manifiesto proponen una serie de medidas estructuradas en torno a la disminución de la demanda, la regulación del entorno y la mejora de la prevención y la asistencia. Entre ellas piden el aumento de impuestos, alineándolos con la media europea, y el establecimiento de un precio mínimo por unidad alcohólica, así como una regulación estricta de la publicidad y el patrocinio, incluso en bebidas 0,0, especialmente en espacios frecuentados por menores. Esto último está recogido en el proyecto de ley que aprobó el Gobierno en marzo.El manifiesto también aboga por un etiquetado claro que informe sobre los riesgos del consumo, y por reforzar la vigilancia en la vía pública y al volante. Los expertos creen que habría que limitar la oferta mediante el control de puntos de venta, horarios y promociones en hostelería, y prohibir la venta de productos infantiles que emulen bebidas alcohólicas.En el ámbito preventivo y asistencial, consideran fundamental implementar programas educativos validados en el entorno escolar, con participación de las familias y sin injerencia de la industria, así como mejorar la formación sanitaria en la detección y tratamiento del consumo de riesgo. Insisten en la importancia del acompañamiento durante el embarazo y la crianza sin alcohol, y en reducir el estigma en la atención sanitaria. Además, plantean fomentar alternativas de ocio saludables y sin alcohol, especialmente para jóvenes y familias, con el objetivo de normalizar estilos de vida sin consumo. Finalmente, las sociedades firmantes reclaman una apuesta decidida por la investigación en prevención, con financiación adecuada, para que las políticas públicas se basen en evidencia sólida y se evalúe su impacto real en la salud.

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