Te sientas en el sofá de casa mientras el ventilador alivia un poco el calor sofocante. No tienes nada que hacer: ni trabajo, colegio o universidad, ni ninguna otra actividad. Abres Instagram y varias fotos de perfil circulares se alinean en la parte superior de la pantalla: pulsas en la primera y ves a alguien subiendo su enésima foto en Nueva York; pasas a la siguiente persona, y está otro año más en un festival de música internacional; la siguiente es en las fiestas de un pueblo; y luego ves a otro más con las piernas casi tostadas bajo el sol de una playa balear. Dejas el móvil y suspiras mientras piensas que otros viven una vida idílica. Todo ello mientras ves que tu verano es un sempiterno día de calor, bebidas heladas y amigos que ves de vacaciones, a través de redes sociales, lejos de tu ciudad, donde habitualmente quedas con ellos. “En nuestro imaginario tenemos la idea de que las vacaciones son un momento deseado para todo el mundo, pero esto no siempre es así. Rompen con la rutina y los vínculos cotidianos del día a día. Cuando esto desaparece, la soledad puede emerger con mucha más fuerza o crudeza en algunas personas”, comenta Javier Ibáñez, psicólogo de la Asociación y Centro de Psicología PSICARA.Más informaciónEste cambio abrupto, aunque, en muchas ocasiones, esperado, puede dañar emocionalmente a ciertas personas en distintos ámbitos. El psicólogo cita algunos casos: “Para algunos chavales, su máxima conexión puede ser un profesor con quien se llevan muy bien o unos compañeros que solo ven en clase. Pero llega el verano, igual se van al pueblo, y ahí no conocen a nadie y se sienten solos”. También puede suceder en la edad adulta, cuando el trabajo es el principal impedimento a la hora de disfrutar de unas vacaciones. “Lo que me hace sentir mal es no poder hacer los planes que quiero porque siempre estoy sometida a trabajar. Especialmente en trabajos temporales en los que no gozo de vacaciones porque estoy sustituyendo a los fijos. Aprendo a vivir de días sueltos que tengo. Lo más difícil emocionalmente es el agotamiento mental, y también no poder disfrutar del todo de la familia y amistades que tengo más lejos”, lamenta Tania, de 26 años.Una de las variables que más afecta a este malestar son las redes sociales. “En internet mostramos lo más atractivo de nuestra vida, ponemos lo que queremos que los demás vean de nosotros. Y en vacaciones esto se multiplica todavía más. Este bombardeo de imágenes puede enseñar una percepción muy distorsionada de la realidad, y reforzar la idea de que todos están disfrutando menos yo”, alerta Ibáñez. Para Tania, las redes sociales también han intensificado su sensación negativa: “No solo no puedes disfrutar, sino que ves lo que te estás perdiendo. Este verano me ha pasado con viajes con amigos y especialmente con conciertos, que pueden no volver a repetirse”.En internet mostramos lo más atractivo de nuestra vida, ponemos lo que queremos que los demás vean de nosotros. Y en vacaciones esto se multiplica todavía más.Ivan Pantic (Getty Images)A este fenómeno se le conoce como FOMO (del inglés Fear of missing out, o miedo a perderse algo), y, según el psicólogo, está muy vinculado a las redes sociales: “Comparamos nuestra vida constantemente con lo que vemos de los demás. Según la teoría de la comparación social, las personas evaluamos nuestras propias habilidades o bienestar en relación con lo que vemos de los demás. Este proceso, que realmente es automático y que nos ayuda a situarnos en el mundo, puede ser problemático porque en el contexto de las redes sociales se dan condiciones desiguales”.Y esto nos activa diferentes sesgos cognitivos. “Como la atención selectiva, que confirma esa sensación de carencia propia o la idealización del otro, y distorsiona nuestra percepción de la realidad. O la necesidad de pertenencia, el sentir que forman parte de un grupo. Por eso, cuando percibimos, aunque sea de manera imaginada, que otros disfrutan de una experiencia a la que nosotros no hemos sido invitados, o que no podemos compartir, se activa la amenaza de nuestra pertenencia, como si pudiese romperse”, añade Ibáñez. Pensar que lo que hay en redes es siempre el modelo a seguir puede suponer un problema: “Tú, como usuario, lo normalizas y consideras, quizá, que tus vacaciones o lo que deberías hacer es algo diferente, por lo que te afecta”, comenta Ángela, de 26 años.Según el estudio El síndrome FOMO: consecuencia de la adicción a las pantallas y factor determinante en los trastornos de salud mental, publicado en 2025 en Tendencias Sociales. Revista de Sociología por Ane Uriarte, hay una relación entre este miedo y el uso constante de redes sociales. “A nivel cognitivo, tenemos una serie de neuronas conocidas como las espejo, que nos hacen absorber el conocimiento del entorno. Cuando estás en un espacio de soledad, pero ves en los demás una continua felicidad, puede hacer que te compares y sientas que eres el problema”, sostiene la licenciada en Derecho y Comunicación y experta en el impacto cognitivo y social de la utilización de pantallas.A nivel cognitivo, tenemos una serie de neuronas conocidas como las espejo, que nos hacen absorber el conocimiento del entorno. Cuando estás en un espacio de soledad, pero ves en los demás una continua felicidad, puede hacer que te compares y sientas que eres el problema.damircudic (Getty Images)La autora también destaca que, en las dos últimas décadas, las hospitalizaciones de adolescentes por depresión en España han aumentado más de un 1.200%, según un estudio de 2025, de los que tres de cada cuatro fueron chicas: “El uso de redes es uno de los factores que consideran como razón de la depresión, y afecta más a las mujeres al compararse más”. Además, Instagram es una de las plataformas que más FOMO crea, no solo por la cantidad de usuarios, sino por ser muy visual, con contenido efímero y muy editado, según otra investigación de 2025.Algo peligroso de las redes sociales, alerta Uriarte, es el estallido de dopamina en el cerebro cuando estamos acostumbrados a que previamente se segregue serotonina. “Siempre tiene que haber un esfuerzo previo para tener después la satisfacción que acompaña a la dopamina. Pero en redes sociales no la hay. Entrenas a tu cerebro a que no se esfuerce en otras cosas, y luego al hacer una tarea te va a costar el doble. Además, también le estás enseñando que la felicidad es la satisfacción momentánea y muy explosiva”. La experta divide en dos las razones de la insatisfacción: “El cerebro está continuamente viendo vídeos y teniendo dopamina sin el esfuerzo del trabajo. Te hace sentir peor, más inútil o que has perdido concentración. Por otro lado, también te afecta lo que estás viendo en redes sociales, lo que sientes que no tienes”.Una investigación de 2025, publicada en el Malaysian Online Journal of Educational Technology y que estudia la relación entre el FOMO, la adicción a las pantallas y la soledad de los adolescentes en la era digital, sugiere que una mayor soledad se relaciona con más desregulación emocional y adicción a redes sociales. “Cuando trabajo con los alumnos en las aulas, les pongo un punto con el rotulador en la pizarra que tienen, y les digo que ese punto es lo que vemos en redes sociales, pero muchas veces pensamos que representa toda la pizarra, que es la vida real. Y además ese punto puede estar distorsionado”, pone de ejemplo el psicólogo.La sensación de soledad durante el verano puede convertirse en un detonante de problemas más serios, alerta Ibáñez. “Si en julio mis amigos Manuel y María están subiendo imágenes de playas paradisíacas, y en agosto, aunque estén trabajando, me fijo en otros, siempre voy a tener entradas de información de gente que se lo pasa de maravilla. Durante las vacaciones, la forma de soledad no deseada tiende a intensificarse en algunas personas. En aquellas vulnerables puede incrementar la sintomatología ansiosa o depresiva al activar sentimientos de vacío, de inutilidad o de desesperanza. Si persiste, es importante el apoyo profesional”, advierte Ibáñez.Durante las vacaciones, la soledad no deseada en personas vulnerables puede incrementar la sintomatología ansiosa o depresiva al activar sentimientos de vacío, de inutilidad o de desesperanza.Dmytro Betsenko (Getty Images)Para reducir la sensación de aislamiento, dos factores muy protectores son el sentimiento de pertenencia y el apoyo social, según el experto: “Funcionan como amortiguadores frente al sufrimiento psicológico. Nos conecta con los demás y nos recuerda que nuestra existencia tiene un impacto en otros. Es fundamental fomentar el apoyo, crear espacios de encuentro o tratar de favorecer esa creación de vínculos seguros”. Además, aporta varios consejos para paliar este malestar vacacional: “Las redes sociales no muestran la vida real, sino una versión muy editada y filtrada. Propongo desconectar por momentos de ellas para hacer otras actividades que pueden ser valiosas o gratificantes. No hay una única manera de vivir el verano. No solo son experiencias increíbles, sino que puede servir para descansar, reconectar con uno mismo o hacer pequeñas cosas que son formas legítimas de cuidarnos”.Estas recomendaciones pueden ser útiles para quienes no viven del todo el ideal del verano como una fiesta sin fin. “No me suele afectar ver las vacaciones de otras personas, ya que antes ejerzo una introspección en la que determino que probablemente lo que sucede en esa fotografía no es del todo real. Antes, mi destino ideal sí que era socializar y estar con amigos. Pero, cada vez más, aprovecho para descansar, desconectar, estar con la familia o hacer turismo ligero”, comenta Ángela. Tania, por su parte, busca el modo de adaptarse a sus circunstancias laborales: “Hasta que mi situación no cambie, entiendo que es mi realidad e intento gestionarlo de la manera que menos me afecte al hacer planes que me pillan más a mano. Que haya cosas que no pueda hacer tampoco significa que mis vacaciones sean horribles. Intento explotar al máximo mis días libres y, si yo no puedo viajar, al menos recibo visitas de mis seres queridos. A veces no se trata de hacer grandes cosas, sino de sentirse acompañada y disfrutar”.

¿Vacaciones sin compañía? Cuando el verano idílico de otros se convierte en un recordatorio constante de lo que nos falta | Estilo de vida
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